Siempre dijo mi madre que yo tengo "poquita voz, pero desagradable". Así que ni me lo creí cuando la directora-fundadora de la Camerata Coral de la Universidad de Cantabria (Camerata Coral de Santander, Coral de Santander y ni se sabe cuántos nombres más pasamos, Camerata a partir de ahora en el post), Angelines Kuezenabos, exclamó con su particular acento de Palo Alto "Oh, perro si erres un tenorr muy lírrico". Lo que venía a significar en su particular idioma "no se te oye un carajo pero precisamente por eso puedes disimular en los agudos, no desafinas demasiado y me vienes superbien para hacer bulto en la cuerda de tenores, que la tengo visualmente desguarnecía".
Así que feliz como un gusano viviendo en una pera (Pelayo Woodehouse dixit) me incorporé a la que para mí, y no es pasión de hijastro, es y ha sido el mejor conjunto coral de la música cántabra. Justo cuando ensayaba algo tan facilito como el "Dixit Dominus" de Händel, y poco antes de grabar para Tira de Música, RTVE, las "Antífonas de la Coronación" de Händel y la Misa Teresiana de Haydn en la Catedral de Burgos (ajá, durmiendo con el enemigo eh, Camerata, eh, que Burgos también quiere ser la reina del 2016).
Son muchas las anécdotas que podríamos contar de la Kuezenabos y algunas las de la Camerata In Concert, así que no contaré la ventolada que hizo volar a medio motete todas las partituras, ni el aire acondicionado con convirtió a las contraltos en improvisadas Monroes, ni las impecables traducciones de la directora al presentar en York a las solistas Lola y Blanca como Mary Pains and Mary White, ni el do de pecho que soltó fuera de lugar un tenor cuando la soprano que tenía delante bajó con energía su carpeta y se la incrustó ahí, justo ahí.
Pero no puedo resistirme a narraros en estos mis Momentos estelares la aventura por la vanguardia experimental con la obra levemente intitulada "El Ritual de Altamira, Fase I: Santander, El Mar".
Había tenido Kuezenabos noticia de una compositora tirando a chiflada, de origen cántabro y residencia alemana, donde se había formado en las singulares consejas de Maurizio Kagel y bebía de una extraña mezcla entre música, espiritualidad, residencias temporales entre los indios chichi (se lo juro) donde aprendía las artes del chamanismo y la Música Aleatoria. Quedó fascinada nuestra excéntrica directora cuando se enteró de que no sólo la compositora Matilde Mente no sólo prefería la creación de "rituales sonoros" a la de "música en sí", sino que además venía de un proceso penal en la ciudad de Colonia por haber celebrado uno de sus musicales ritos en la Catedral de Colonia con un ciervo muerto que luego habían quemado a la puerta del templo para invocar no se sabe muy bien a qué especie de espíritu burlón. Tampoco se supo nunca cuantas jarras de vino de Rhin se habían trajinado antes.
Le encargó la irresponsable de Angelines una obra a Matilde que pronto dijo que Cantabria era una tierra llena de fuerzas misteriosas, y que se le había venido a la meninge una comunión con los cuatro elementos que constaría de tres fases presenciales y una transversal-visual. La I para el Agua, en Santander, la II para la Tierra, encima de la Cueva de Altamira mismamente, la III el Fuego, colocando centenares de antorchas y pianos de cola en la subida a la Cueva del Castillo (el chamanismo aprendido a lo que se ve era del tipo magdaleniense) y la transversal era la Fase IV, el Aire, que consistió en la proyección de imágenes de cabras follando en las cimas de los Picos de Europa durante la única fase presencial que llegó a hacerse realidad.
La obra compuesta para Coro Mixto, trombón de varas, piano de cola y sacerdotisas solistas (sic) fue presentada por la Camerata como osada clausura de la III Edición del Otoño Musical de la Universidad de Cantabria.
Matilde Mente nos había aleccionado bien: "Empezáis y termináis cuando os dé la gana, porque esta música hay que sentirla y no medirla". "Si alguien necesita beber o mear, sale del coro, hace lo que tenga que hacer, vuelve y se incorpora: a la naturaleza no se le pueden poner trabas". "Las túnicas rojas que lleváis son muy monas y muy adecuadas, pero si además os adornáis con ramas, piedras y florecitas, estaréis más chamánicos que nunca". Mientras Angelines Kuezenabos, cuadriculada medidora de solfeos, intentaba cuadrar lo incuadrable como si de un contrapunto barroco se tratara mientras los tenores nos axfisiábamos repitiendo 47 veces (nunca entendí por qué precisamente 47 y no 52 o, mucho mejor, 69) la palabra "agua" trinando un la sobreagudo con un si bemol más sobreagudo todavía. Muy aleatoriamente, eso sí. O sea, como podíamos, ya que ni siguiera Kuezenabos fue capaz de que nos ahogáramos todos al mismo tiempo.
Comenzó el gran día. Salimos con solemnidad disfrazados como para ir a la vijanera (yo me puse un panamá con gardenias, pero la chamana me dijo que me quitara esa mariconada, que aquello era muy serio) y comenzamos a gesticular elevando nuestros brazos hacia todos los puntos cardinales y recitando "Elevo mis brazos al cielo, elevo mis brazos a la tierra, al Este, al Oeste y a todos los vientos habidos y por haber" mientras el loco del trombón y su churri pianista hacían unas cosas más bien extravagantes y las dos sacerdotisas se paseaban entre la alucinada concurrencia repartiendo hisopazos con agua de mar, cangrejos locales (cámbaros y mulatas) que les habían regalado en el Mercado, algunas nécoras semivivas que correteaban por la moqueta, piedras de río y cáscaras de berberecho. Aunque todavía hoy hay algunos espectadores convendidos de que además les dieron tripis, o no se explican nada.
Tras la solemne introducción, rompimos el ensalmo con un rotundo cluster de dos sílabas. Primero un CO emitiendo cada miembro del coro la nota más grave que pudiera alcanzar y brazos hacia el suelo, seguido de un ÑO emitiendo la nota más aguda y estridente posible con los brazos hacia arriba. En homanaje a la furia generadora de la tierra: CO-ÑOOOOOOOOOO.
Y a partir de ahí todo un poema de verso delirante que se superponía a las sutiles imágenes de las cabras follantes arriba mencionadas, las sacerdotisas sacando acólitos voluntarios entre el público para untarles las palmas de las manos con pintura de dedos de fuertes colorines e impregnar las paredes del Salón de Actos de la Escuela Superior de la Marina Civil previamente revestido de delicado papel de embalar con manos rupestres.
El ritual terminaba con la devolución al mar de sus ofrendas. Que traducido significaba que salíamos en procesión con todos los cangrejos, nécoras, piedras, cáscaras y vegetales ornamentales en una sábana blanca como la luna blanca hasta el muelle más cercano, sin parar de cantar y seguidos por el público dopado que, no me pregunten por qué, parecía estar disfrutando con el sarao. Llegados al muelle, donde nos aguardaba una coral amiga y muy amateur que no quería perderse el acontecimiento, el trombón y las sacerdotisas se subieron a una patera, y mientras el loco se ponía de pie y tocaba algo extraño y profundo, se adentraron en la Bahía donde se pusieron a tirar toda la basura al mar sin permiso de los guardacostas. El coro amigo aportaba el toque kitsch cantando a grito pelado "Alfonsina y el Mar".
No me lo explico todavía, pero ni hubo multa de medio ambiente, ni linchamiento popular, ni detención masiva de coralistas, instrumentistas y sacerdotisas. Hay quien dice que Matilde Mente y Angelines Kuezenabos fueron abducidas a la altura de la Isla de los Ratones por los extraterrestres. Pero otros aseguran que se compraron una casa en Frigiliana y se dedican desde entonces a la sublevación morisca.
De todas maneras, haya vivido en Marte o en Frigiliana, tengan cuidado: ¡¡Kuezenabos ha vuelto!!
7 comentarios:
HILARANTE!!!. ¿No sabrás si dejó secuelas físicas o psíquicas evidentes entre la concurrencia?;y,otra cosa,¿guardas alguna fotografía del evento?. Si es así,por favor,publícala.
Pues debería haber algún recordatorio gráfico, pero yo no tengo. Investigo un poco y si encuntro alguna la publico. Algunas como las del reparto de cangrejos entre el público o la del trombonista tocando tumbado en el piano de cola podrían ser antológicas jaja.
Muy bueno Rukaegos
¿¿¿¿¿¿¿¿En serio??????.
Utiliza tus contactos: Tienes que hacer llegar ese momento estelar a Almodóvar. Necesito verlo en el cine.
Jajaja, Patricia, hay varios momentos estelares que merecerían una miniserie jajaja. Sería ponerse manos a la obra (ups, esa serie no, calla, calla).
...¡¡¡Jaja!!!, qué recuerdos. Pues se te ha olvidado lo mejor: el suraaaazo que había en la bahía (ya ves, la naturaleza contribuyendo al arte), que casi nos devolvía en la cara las merluzas que también se "devolvían" al mar, entre túnicas "camerísticas" volantes y demás colgantes chamánicos al viento. La verdad es que lo "moderno" que hacen ahora para lo del 2016 es una niñada al lado de lo que ya hemos hecho, y gratis, en Santander (incluyendo lo moderno y lo clásico-antiguo).
El año pasado estuve en una cena al lado de María de Alvear, que había hecho un taller con niños en el marco del Primer Festival de Música Contemporánea de Gijón; sigue como siempre, con esos proyectos y viajes a convivir y aprender de tribus indias; y recordamos esos tiempos. La verdad es que María crea una empatía personal... (¿¿¿a pesar de sus "rituales"???), y eso siempre lo valoro mucho. Y era divertido, ¿no?; jugar siempre es divertido. :-)
Te estaba esperando, orfeo jajaja. La verdad es que fue una experiencia divertida, loca y tuvo su punto genial. A mí jamás se me olvidará la cara de Kuezenabos cuando intentaba que las notas apelotonadas por Alvear y que tenían un claro destino "aleatorio" cuadraran como unos ornamentos de Händel.
En la página web de María hay fotos de las sardinas (no tiramos sólo merluzas), de los "papeles rupestres" y de cómo iba quedando el escenario :)
Y sí, don Orfeo, tiene razón. Qué nos van a contar a nosotros los doctores de modernidad ... ¿Recuerdas no sólo el ritual sino los conciertos para esculturas sonoras, campanas, Fátima Miranda, etc?
Pero siempre tendrán que venir de fuera y cobrando dinerales para que nos lo creamos. Así vamos.
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