Que nuestro lenguaje es una construcción masculina queda fuera de toda duda, por mucho que se quiera frivolizar o malinterpretar desde un extremo y otro acerca del lenguaje llamado políticamente correcto.
Por eso he querido titular hoy en femenino este artículo en el que robo ideas y expresión a un movimiento filosófico que siempre me ha resultado atractivo: el Personalismo. Un movimiento que basa gran parte de su construcción moral y política en la idea que formulan precisamente como el-rostro-del-otro.
Articulado en torno a la revista Esprit, de neto cuño francés, vinculado a los movimientos sociales y las nuevas actitudes que desde una izquierda cristiana se construían en la Europa de Entreguerras (gran parte de los intelectuales personalistas fueron católicos, tanto antes como después de su revisión hacia un centro más tradicionalista, aunque abundaron los judíos -y judías, por cierto-), la antropología esencial del Personalismo nos habla del "misterio del rostro", de esa capacidad de nuestra propia mirada de imponerse con violencia, con evidencia irrefutable ante la mirada de los demás y hablarles de nuestra condición subjetiva de seres humanos, llenos de dignidad. Cuando contemplamos el rostro del otro, el rostro de la otra, cuando nos dejamos invadir por la consciencia de su condición, de manera inmediata nuestro cuerpo se desarma y se deja viajar hacia el que acaba de convertirse en nuestro espejo: si somos humanos, otro rostro lleno de humanidad necesariamente se transforma en reflejo idéntico de nuestra dignidad, nuestra voluntad, nuestro derecho.
Resulta interesante comprobar cómo desde quienes en un momento u otro, desde una perspectiva u otra, han intentando negar a los demás su dignidad ética, social y política, siempre se ha buscado un discurso cosificador o animalizador. Para los nazis, los judíos eran ratas, animales, subhumanos; para los racistas norteamericanos, los negros semejaban monos; para los homófobos gays y lesbianas somos seres antinaturales, contrarios al diseño del mundo, asociales. Para el machista, la mujer es un escalón inferior en la evolución, un ser perpetuamente menor de edad que necesita de su masculina tutela.
¿Has probado a mirar a una mujer cara a cara, directamente a los ojos?¿has probado a empaparte de su mirada resistiendo a la tuya y a un tiempo interrogándola? Es imposible someterse al juicio del rostro de la otra sin ser invadido por la seguridad de que ante nosotros se erige un ser pleno, racional, consciente, pasional, lleno de dignidad y de derechos, idéntico al que encontraríamos al enfrentarnos a nuestra propia realidad esencial ante un espejo. Esa realidad sería más que suficiente para desarmarnos, para romper cualquier construcción cultural de dominación, cualquier impulso violento. Porque no admitiríamos esa violencia, esa construcción, contra nosotros.
El machista, el violento, el maltratador es incapaz de enfrentarse al rostro de la mujer y convertirla en la otra, en la alteridad que se le opone a un mismo nivel y desde una misma fuerza. Y por eso puede ejercer contra ella la violencia, porque la mujer será en su perversa mirada una posesión, una enemiga, una puta, una esclava, un objeto ... pero nunca una persona.
Algunas veces me pregunto por qué la hermosa y certera construcción del rostro que nos ofrece el Personalismo como eje del diálogo con el que construimos nuestras redes sociales y morales se conoce tan poco, se explica tan poco, se difunde tan poco. Pero en cierta manera, resulta difícil entender cualquier discurso igualitario sin educar, impulsar, afirmar nuestra mirada y prepararla para el encuentro con todos los rostros que nos buscarán cada día. Sin modificar nuestra conciencia y dejar que nuestra subjetividad vuele, sea capaz de desprenderse del peso del propio cuerpo, de la propia historia, para asumir la posición de la otra.
Puede que un el mundo llegue un día a estar lleno de mujeres conscientes y seguras, señoras de su propia dignidad. Pero también de hombres capaces de dialogar ante el rostro de una mujer como se dialoga ante la igual, ante la realidad que hemos convertido en nuestra otra. Porque ese día ningún hombre será capaz de levantar su mano contra una mujer, ningún hombre será capaz de violentar moral o físicamente a una mujer, porque ninguna mujer será capaz de permitirlo.
Porque ningún hombre será nunca más que una mujer. Porque ninguna mujer será entonces menos que un hombre.
(Mañana, debido a mi asistencia a un congreso en Lisboa, no podré acompañar en Santander a la marcha contra la violencia de género. Pero con todas vosotras estarán mi corazón, mi compromiso y mi lucha)
7 comentarios:
Para ser justos e igualitarios de verdad habría que decir que ningún hombre será más ni menos que una mujer y ninguna mujer más ni menos que un hombre.
No solamente el eslogan "ningún hombre será nunca más que una mujer. Y ninguna mujer será menos que un hombre."
Ese eslogan que se utiliza no es correcto. No hace justicia a la verdadera igualdad. Eso sí, es politicamente correcto (¿de verdad eso es lo que interesa?)
Yo creo que el eslógan es adecuado. Sobre todo porque las relaciones entre mujeres y hombres no están todavía hoy en un plano de bidireccionalidad perfecta. Son tristemente muchos, demasiados, los datos que nos llevan a concluir que todavía la mujer tiene mucho espacio por conquistar, que todavía socialmente se le tiene por menos. Y es en ese detalle en el que incide la campaña: En un mundo en el que el hombre está considerado de salida como un más y la mujer como un menos, contrarrestar estos conceptos.
En realidad, el día en el que sea verdad que somos iguales, pero iguales, no harán falta eslóganes ni campañas: ni ésta ni otras.
Todavía me acuerdo de la canción que nos pusiste un día en clase "hay que volver a empezar".Me costó encontrarla pero cuando lo hice, se me volvieron a poner los pelos de punta.Al igual que con las palabras que has escrito y con las imágenes que acompañaban en la exposición a la que ilustra este articulo.
Lo importante es que nadie le de dos bofetadas,una paliza,un tirón de pelos,una patada,un empujón...a su pareja.
Lo importante es saber de dónde venimos.Nos parió una mujer.Sólo digo esto para los machistas.Esos que nos tratan como basura.Esos que no nos quieren en juntas directivas.Eso que nos infravaloran haciendo que cobremos menos que los compañeros.Esos que nos quieren poner el uniforme de enfermera más corto y si no...30 euros que te quitan del sueldo.A esos...tururú.
Ágata: suscribo tu tururú.
María, no sabes cuánto me gusta ver que de vez en cuando mis alumnas y alumnos os pasáis por mi blog y hasta comentáis :) Sí, ya sabes que me gustaba tratar la música como parte de la realidad cotidiana, y recordar fechas importantes como ésta. Por aquí anda todavía el disco.
Aquí tienes un enlace de youtube de la canción. Para ti y para todas.
http://www.youtube.com/watch?v=Cb8KNL1tGZw
Estoy de acuerdo, hay muy poca empatía en este mundo...
parece que sigue la polémica en El País, hoy escribe Maite Rico y se pone del lado de los malos, je, je!, bueno, no tanto, pero sus palabras no ayudan, no van al meollo del asunto.
saludos!
Buscaré el artículo de Maite Rico para seguir el hilo, Verónica, y gracias por la información. Ahorita estoy en Lisboa y hoy no lo encontré (miento, no lo busqué).
Un saludote.
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