lunes, noviembre 09, 2009

¿CON "T"? ¿COMO "TIMEO DANAOS ET DONA FERENTES"?


Cuando contaba con seis o siete años llegaron por primera vez a casa muchos de los narizotas incorregibles de la foto (y siguen teniendo una narizota ...). Vivía yo en Reinosa, pero mis padres tenían que acercarse por diversas razones y a menudo a Santander. Siempre regresaban con algún regalo, un pequeño juguete, un libro de cuentos ... Si llegaban demasiado tarde, dejaban a los pies de las camas los regalos y era al levantarnos al día siguiente para ir al colegio cuando nos tropezábamos con la sorpresa.

Una de esas mañanas me esperaba el volumen "Astérix y Cleopatra" (hermosa nariz, por cierto), la aventura más grande jamás dibujada. En la cama vecina, a la espera de mi hermano, guardaba su turno "Astérix legionario". Los dos en la primera edición de las historietas en español, en la legendaria Colección Pilote de la Editorial Bruguera. Y es que algunos formamos parte, como escribí hace tiempo, de una especie de "Generación Astérix". Un personaje que estaba naciendo, que llegaba a España a tiempo real sólo un poco después de la aparición del original francés. Y que pronto formó parte de nuestra propia vida.

El otro día cumplieron Astérix y Obélix 50 años. Unos pocos menos, pero ya cerca de 40, tendrán los volúmenes de Pilote, que fueron multiplicándose con eficacia hasta juntar la colección completa, y que llegué a saberme prácticamente de memoria. Con ellos iba devorando todo un mundo de sueños, conocí la esencia de la cultura druídica en el Bosque de los Carnutos antes de leer algunos tratados sobre el mundo celta o de escuchar la Suite Broceliande de Alan Stivel. Con ellos pude desentrañar algunos misterios de la egiptología, como el destino de la nariz de la Esfinge. Supe qué era un arúspice y pude describir sin saberlo lo que era la ornitomancia que más tarde se apoderó de uno de mis poemas. Memoricé ese verso de la Eneida que aparece en el título del artículo sin saber quién era Virgilio, qué era la Eneida, ni, por supuesto tener la más mínima idea de qué decía ... hasta que una mañana de invierno, muchos años después, me lo encontré en clase de latín y tuve que traducirlo, algo así como "temo a los griegos y temo también sus regalos", en mitad de la maravillosa llegada del Caballo de Troya a las murallas de la ciudad.

He leído Astérix en castellano y en el original francés. Y tres o cuatro títulos también en latín. He coleccionado la frase "Están locos estos romanos" hasta conseguir perlas como "Einé trelí aftí i roméi" o "I romei sa lude". He seguido fiel a la serie incluso cuando la muerte de René Goscinny hizo que las aventuras perdieran la pasión, la fuerza, la magia de los títulos primeros.

A veces pienso lo difícil que es comunicar a los demás una experiencia lectora de semejante intensidad. Pienso que tal vez algún lector sesudo me tome por frívolo o irrelevante al comentar que aprendí mucho sobre Roma, sobre los celtas, sobre Europa entre las páginas de Uderzo y Goscinny, mucho también sobre la vida. Que quienes no leen con frecuencia me mirarán con la lástima con la que a veces se mira al niño gordito y gafoso que paseaba siempre con un libro bajo el brazo, quién sabe si para escapar entre sus páginas. Pero yo he sido feliz con Astérix y Obélix, he luchado bajo los efectos de la poción mágica, he participado en la Batalla de Farsalia. Conocí a Julio César y supe que el jabalí sabía más sabroso con laurel, pero que se estropeaba si lo hervías en salsa de menta. Aprendí que nada más mortífero puede haber que un queso corso, y que la resistencia por las callejuelas de Lyon puede volver loco a cualquier ejército. Descubrí que la mayor virtud de un druida no era la magia sino el sentido común en mitad de un mundo de locos. Que las rubias son altamente peligrosas y enloquecen por la seda. Que los franceses y los alemanes, bueno, no siempre se han llevado bien. Y que los belgas fríen mejillones mientras en el Senado romano se discute sobre el cultivo de las coles. Y que hacer teatro contemporáneo significaba salir a escena y no decir nada mientras unos tipos pintarrajeados gritaban "queremos orgías". Y... Y ... Y ...

Me imagino cómo habría sido nacer en una familia en la que los padres no regalaran libros maravillosos a sus hijos, crecer sin conocer a Astérix y sus compañeros y ... No. No me lo imagino.

Feliz Cumpleaños, Narizotas.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Suerte que a mi también me los regalaron...lo que no fue de suerte fue imitar al druida con su pocima magica...mezclamos un monton de hiervas y florecitas del campo y mas de 7 niños tuvimos una indigesta semana, el médico no se explicaba aquello...

Saludos.

Diana. dijo...

A mi mi padre me traía Mortadelos, Zipi zapes y Chicha, Tato y Clodoveos. Los Asterix eran regalo más bien de tíos y primos. POr Tutatis, a mi me gustaban hasta los TBO antiguos!. qué recuerdos!

un saludo

Anónimo dijo...

Para mi, los irreductibles galos eran lo mejor de los veranos en casa de nuestra tía la de Algorta. Me dormía pensando en el episodio que me iba a tocar leer el día siguiente y no paraba de soñar con romanos volando por los aires.

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