BUCHENWALD, 1992
En 1992 pasé un par de meses en Chemnitz poniendo en forma mi ahora, ay, tan oxidado alemán. Entre las visitas que realizamos con el propio programa, estaba la bellísima ciudad de Weimar, modelo del ideal urbanístico del XVIII, de la Ilustración, de la Cultura Alemana. Por votación entre los estudiantes, decidimos aprovechar la tarde visitando el campo de concentración de Buchenwald, a sólo un par de kilómetros. Algunos años después, compuse el poema que ahora os copio en el blog. Era una deuda con una tarde de emociones duras a flor de piel.
La semana pasada se conmemoraba en septuagésimo aniversario de la Noche de los Cristales Rotos. Fue la noche del 9 al 10 de noviembre de 1938. Un interesante artículo en El País contaba cómo se había recibido la noticia en nuestra España en guerra. El aplauso de los golpistas. La solidaridad y horror de la prensa todavía en territorio leal. En esa prensa de la España republicana de 1938 se conocieron por vez primera en nuestro terruño dos nombres que pasaron a la historia de la infamia universal: Buchenwald y Mauthausen. Qué poco sabían entonces los lectores que en uno y en otro morirían muchos españoles por sus ideas y por el grave pecado de haber sido leales a la Democracia.
Aquí os va el poema.
BUCHENWALD, 1992
No se escucha otra voz que la del golpe
de la lluvia delgada del otoño
sobre los barracones demolidos
(a la sombra del Bosque de las Hayas
la muerte siempre fue ceniza y humo).
Quedan lejos las luces ilustradas
de la ciudad de Weimar, la infinita
pasión por la justicia de Max Weber,
la rosa diminuta y campesina
que emocionara a Goethe, el Doctor Fausto
entre sus viejos libros suplicándole
a un demonio el amor de Margarita
(del apellido Liszt quedan recuerdos
más oscuros: fue la pequeña Cósima
compañera de palco del verdugo).
No se escucha otra voz que este lamento
de la tierra cansada a la que nunca
regresaron los pájaros, que nunca
merecerá otro abono que la infamia
(maricones, ingleses, comunistas,
estrellas de David, cuerpos famélicos,
inmóviles espectros por la vía
decumana camino del trabajo
que si por fin te mata te hace libre).
A principios de octubre estuve en Buchenwald.
Al fondo del recinto estaba el horno
crematorio donde se hicieron viento
los cuerpos agostados, recordaban
en los cimientos placas como flores
metálicas el nombre de los vivos
(de los casi sesenta y dos mil muertos
no guarda ya memoria ni la vieja
película rodada en blanco y negro
que rescató sus rostros del asombro).
Era otoño. Llovía. Había niebla.
El suelo era de barro y maldiciones
y una lenta canción, en el idioma
de la desesperanza, me crecía
como un espino negro en las entrañas.
Recuerdo que lloré. Que me subí
de nuevo al autobús. Con la voz fría.
de la lluvia delgada del otoño
sobre los barracones demolidos
(a la sombra del Bosque de las Hayas
la muerte siempre fue ceniza y humo).
Quedan lejos las luces ilustradas
de la ciudad de Weimar, la infinita
pasión por la justicia de Max Weber,
la rosa diminuta y campesina
que emocionara a Goethe, el Doctor Fausto
entre sus viejos libros suplicándole
a un demonio el amor de Margarita
(del apellido Liszt quedan recuerdos
más oscuros: fue la pequeña Cósima
compañera de palco del verdugo).
No se escucha otra voz que este lamento
de la tierra cansada a la que nunca
regresaron los pájaros, que nunca
merecerá otro abono que la infamia
(maricones, ingleses, comunistas,
estrellas de David, cuerpos famélicos,
inmóviles espectros por la vía
decumana camino del trabajo
que si por fin te mata te hace libre).
A principios de octubre estuve en Buchenwald.
Al fondo del recinto estaba el horno
crematorio donde se hicieron viento
los cuerpos agostados, recordaban
en los cimientos placas como flores
metálicas el nombre de los vivos
(de los casi sesenta y dos mil muertos
no guarda ya memoria ni la vieja
película rodada en blanco y negro
que rescató sus rostros del asombro).
Era otoño. Llovía. Había niebla.
El suelo era de barro y maldiciones
y una lenta canción, en el idioma
de la desesperanza, me crecía
como un espino negro en las entrañas.
Recuerdo que lloré. Que me subí
de nuevo al autobús. Con la voz fría.
13 comentarios:
Qué testimonio , y cómo lo detallas. Creo que es un sitio que todo el mundo debería visitar. Saber lo que un día sucedió allí.
Debe de parecer mentira que tanto horror fuera posible.
Y no hace tanto tiempo. Y no está tan lejos.
Qué bello poema, Rukaegos.
Una lágrima sin palabras.
Existen terrenos pretéritos que mezclados con fenómenos metereológicos adversos producen un efecto sin duda multiplicador en el sujeto que observa. He recordado con tu poema mi visita a Auschwich en Nov´01 con -15ºc y lluvia racheada acariciando las sienes. El horror se hizo sin duda más palpable en los allí presentes.
Ich wusste gar nicht, dass du auch Deutsch sprechen könntest. Bin überrascht!
Wirklich kann ich jetzt nicht, Toni. Schade, aber ganz vergessen (spreche nicht auf Deutsch für Jahren.
Auschwitz sí que tiene que ser una experiencia demoledora. Al fin y al cabo Buchenwald era "sólo" un Lagerkamp, no un campo de exterminio ... Y hasta en el horror hubo grados. Me prometí hace tiempo visitar Auschwitz pero todavía no he tenido valor.
Un saluduco :)
¡Uf! Yo no sé si algún día seré capaz de visitar un sitio de esos. Sinceramente, todo lo que tiene que ver con la Shoa me deja hecha polvo para una semana.
Cuando estuve en París, no pude dejar de visitar el monumento a los deportados y sólo eso ya me deprimió un montón, así como las placas que hay en muchos colegios.
De hecho, en mi blog tengo una entrada con el título "Memorias de la vergüenza". Son sólo dos fotos pero creo que hablan por sí solas.
Recupera El Pereda, hazte eco (no sé que decir, yo fui a La Salle y eso imprime carácter) y disculpa mi Auschwich que rima con SandWICH (era la hora de la merienda, error justificado)
Últimamente voy de poeta fácil.
saludos.
Bueno, lo del Pereda ... simplemente doy eco a una iniciativa que me han dejado en el blog. Personalmente, y habiendo reivindicado miles de veces, por activa y por pasiva, y en muchos foros, la necesidad de que Santander se dote de un espacio escénico de titularidad municipal (y muchos otros equipamientos culturales) en ningún caso sería partidario de que ese espacio fuera una reconstrucción del Pereda.
Cada época tiene su estilo y cada ciudad su historia. La historia de Santander es la de la ciudad que decidió prescindir de su teatro romántico. La arquitectura del XXI exigiría en todo caso otra propuesta, y más en el desarrollo de un nuevo espacio urbano. Ya tenemos bastantes experiencias con los monumentos-lego en la ciudad como para seguir alimentando el pastiche.
Recuerdo un viejo post sobre el tema.
http://unsantanderposible.blogspot.com/2006/10/rukaegos-en-legoland-all-por-esas.html#links
Pues no estaría mal llevar a cabo un proyecto como ese. Pero a mí también me gustaría tener en la ciudad un teatro tipo Arriaga, que para arquitectura del siglo XXI ya vamos sobrados con el Palacio.
No, si a mí me gustaría que Santtander tuviera un teatro del XIX tipo Arriaga (o ya puestos, La Fenice). Y me gustaría que se conservara el Castillo de San Felipe, y la Dársena de Molnedo, y el Puente de Atarazanas, me encantaría que el Sardinero y Menéndez Pelayo mantuvieran su decadente toque de familionas años 20 ...
Vamos que me encantaría vivir en el Santander que Casado Soto reconstruyó en la maqueta del Palacio de Exposiciones, más un Ensanche burgués y zona de recreo burguesa estupendas y bien conservadas, más espacios modernos con arquitectura vanguardista y arriesgada.
El caso es que lo primero lo fuimos destrozando poco a poco y lo rematamos con el incendio. Lo segundo pereció víctima de la especulación urbanística y los concejales del ramo. Lo tercero no lo tenemos por el regusto kitsch de la ciudad.
Estamos en el S.XXI. La arquitectura que toca es la del S.XXI. El Palacio de Festivales es feo de cohone' pero eso no tiene nada que ver. Creo que si en Santander tanta gente piensa (y pensaba) que era necesario preservar el Pereda, tenían que haber parado su demolición en su momento. Hacer ahora casitas de muñecas francamente me parece no sólo un error, sino antiestético además.
Cierto es que cuando uno viaja a otras ciudades, surge cierta envidia por los teatros que mantienen desde hace un par de siglos. El Campoamor de Oviedo, el Arriaga de Bilbao, el Romea de Murcia, el Rosalía de Castro de A Coruña... Muy bonitos, con mucho encanto, glamour... Sería maravilloso que el Teatro Pereda se hubiera conservado. Pero no fue así. La grandeza de esos edificios/bomboneras reside en que fueron construidos en su época... y que se conservan ahora. Y siguen cumpliendo sus funciones. Funciones que ahora asume el Palacio de Festivales. Reconstruir el Teatro Pereda hoy en día es una estupidez. Sólo podría admitirse si ello supone tirar el edificio que construyeron en su lugar. Y quién piense que el Palacio de Festivales es un teatro contemporáneo, se equivoca, pues está limitado al "teatro a la italiana" y no responde a las necesidades de una escena del siglo XXI. Un teatro para esta época debe contemplar una estructura posibilista y funcional que entronque con las investigaciones contemporáneas sobre el espacio escénico. En este sentido, ha de constatarse que cada poética teatral/escénica entraña una determinada concepción del espacio, y que para que el teatro no sea una expresión anacrónica, la arquitectura debe ser también un importante lenguaje cultural. Son numerosos los casos de grandes artistas que rechazan los edificios escénicos tradicionales por su encorsetamiento, sus limitaciones y la estrecha codificación de sus convenciones.
Paco V.
Buen poema y oportuno.
Gracias escéptico. Tiene ya unos añitos, pero sigue gustándome.
Paco: se podrá decir más alto pero ni más claro ni mejor. No hace falta que te diga que estoy totalmente de acuerdo con lo que planteas. Y poca gente habrá por estos pagos más cualificada (si es que la hay, que lo dudo) para hablar y opinar sobre teatros.
Saludos a los dos y gracias por vuestra visita.
¡Sublime, sin mas¡
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