viernes, febrero 08, 2008

DE NUEVO, POR TUS DERECHOS
Reconozco que estoy ya un poquito harto. Cuando todos los partidos del arco parlamentario, con la excepción de los chicos de la gaviota, votaron a favor de que la legislación civil de mi país abriera la puerta a la plena igualdad jurídica de las uniones entre personas del mismo sexo, garantizando su acceso a la única institución que permitía de verdad esa igualdad, muchas personas nos habíamos hecho visibles. Muchos de quienes visitáis el Santander posible sabéis que fui uno de esos irresponsables que apareció en los medios de comunicación, fotos, televisiones, debates para ponerle cara a la vergüenza, a ese amor que durante tanto, tantísimo tiempo no se había atrevido a decir su nombre. Tal vez un día os hable de la "cara B", de los precios que se pagan por esos compromisos. Hoy sólo voy a recordar que me siento orgulloso de haber dado un paso al frente, me siento orgulloso de la reacción de mis amigos, mis alumnos, mis compañeros de trabajo, mis alumnas de la tercera edad ... Voy a recordar que hubo mucha luz, a pesar de algunas sombras. Muchos creímos entonces que el debate había sido bronco, desigual, pero al fin habíamos dado un paso histórico en la historia de las libertades: había merecido la pena. Fundido en negro. Fin de la película, final del debate.
Llevamos ya muchos meses de regreso al pasado, de nuevo la misma irracionalidad, los mismos argumentos vacíos rebatidos una y otra vez, de nuevo la vida privada de gays y lesbianas, sus afectos, nuestros afectos, de forma permanente en los medios. De nuevo las agresiones más burdas y groseras (Dimas Cuevas), las más santurronas e hipócritas (Conferencia Electoral digo Episcopal Española), las más sutiles también, afloran y vuelven a cuestionar si gays y lesbianas nos merecemos el respeto de la sociedad y de las instituciones.
Estoy cansado, y seguramente os tengo hasta el moño de darle vueltas a lo mismo. Pero vuelve a ser urgente no mirar hacia otro lado y denunciar sus medias verdades y sus plenas mentiras.
Dicen que van a aprobar una ley de uniones de hecho como las de los demás, y que así estarán los derechos de todas y todos protegidos sin atentar contra la familia. Digo, ¿alguien me puede apuntar un solo ejemplo real de cómo afecta a su familia católica (cuando dicen familia dicen católica sin pronunciarlo) que Leo y yo tal vez un día decidamos unirnos en matrimonio civil? Nadie ha sido capaz de contestarme en años esta pregunta. Dicen que no es lo mismo. Digo que no tengo por qué soportar sus prejuicios y mucho menos esos aires hipócritas de superioridad con los que me vienen a decir que vale, que me permiten un par de derechos como mal menor siempre que quede claro que ellas y ellos están por encima. Sólo porque son heterosexuales. Y porque se creen con derecho a opinar sobre quién entra o deja de entrar en mi corazón y en mi cama.
Dicen que así se garantizan todos los derechos de las parejas del mismo sexo. Pero luego escucho que nada de adopción, porque eso no guarda relación con mis derechos sino con los del niño. Y digo que los derechos del niño sin familia se especifican en su posibilidad de encontrar el mejor de los hogares. Mi derecho, si lo quiero, es el de presentarme solo o en pareja como candidato, el de ofrecer mi casa y mi vida, y el de exigir que me evalúen con todo el rigor que exijo a las instituciones que velan por los derechos de los menores. Si tras ese examen "apruebo la oposición", si quienes tienen la decisión opinan que mi casa, mi pareja, yo, nuestras vidas, somos la mejor opción como adoptantes, la protección de los derechos del niño dice sin dudar que debe estar con nosotros.
Dicen que no hay consecuencias si se llama unión de hecho en vez de matrimonio. Pero sí las hay. El estado de Nueva York reconoce los matrimonios celebrados entre personas del mismo sexo fuera de sus fronteras, en otro estado o en otro país; lo mismo sucede con Israel; lo mismo sucede con muchos países que reconocen que el matrimonio queda definido por la ley del lugar donde se celebró. Y si no puedo acceder al matrimonio, mis derechos desaparecerán en cuanto cruce las fronteras. Pero sí hay diferencias, porque cada vez que tenga que presentar un documento público, cada vez que me presente a una entrevista de trabajo, me preguntarán por mi estado civil. Y no podré decir ni soltero ni casado, tendré que inventar un "unido de hecho" que de inmediato alumbrará un triángulo rosa o violeta sobre mi cara. Y eso me hará, no lo dudéis, dividir por dos mis posibilidades de encontrar empleo frente a los candidatos casados. Y además me obligará, en contra de la constitución, a anular parte de mi derecho a la intimidad, me obligará a poner mi vida encima de la mesa a cada momento, sin respetar mi capacidad para decidir cómo, cuándo y ante quién quiero abrir mis palabras. Pero sí hay diferencias, porque una vez que la ley permita una discriminación por orientación sexual y llegado el caso el TC la avale ... ¿quién dice que no vamos a encontrarnos nuevas discriminaciones en otros ámbitos?¿dónde ponemos la frontera a lo que podemos hacer las personas homosexuales y lo que no?
Dicen que sólo tres países "lo" llaman matrimonio. Digo que mienten. Que España, más Holanda, más Bélgica, más Sudáfrica, más Canadá, más Massachussets, más indirectamente New York e Israel suman más de tres. Digo que Suecia hablará de matrimonio en 2008 ó 2009, y con Suecia otros tres o cuatro países europeos. Digo que hemos tenido la posibilidad de ser por una vez en l historia pioneros de la libertad. Y no nos van a robar ese honor, esa alegría.
Dicen que es un desorden genético, una enfermedad. Digo que estoy feliz de vivir en un país lleno de premios nobel, donde personas sin estudios ni capacidad crítica alguna son capaces de llegar a conclusiones que la ciencia no ha sido capaz de justificar. Digo que son ellos los enfermos, enfermos de odio, de prejuicio, de fanatismo, de ignorancia.
Dicen que el matrimonio exige que haya una madre. Digo que nunca fue la lingüística fuente de derecho, que la etimología de las palabras no afecta a las instituciones jurídicas. Que las mujeres tienen patrimonio, que las mujeres y hombres estériles tienen la posibilidad de casarse, que en muchos idiomas esa "presunta verdad universal" la palabra matrimonio no hace alusión alguna a la maternidad. Digo que en los matrimonios de lesbianas hay dos madres reales o en potencia.
Dicen que no se debe hablar de homosexualidad en los centros educativos, que eso queda para las familias. Digo que ni un solo niño o adolescente gay, ni una sola niña o adolescente lesbiana, ni una sola persona transexual durante su infancia o adolescencia, debe verse privada de modelos, de espejos en los que poder identificar su normalidad, su naturaleza, sus afectos, sin sufrir por ello, sabiéndose digna o digno de respeto y de espacio en la sociedad.
Dicen que son normales (y callan que les gustaría gritar que yo no lo soy). Pero para mí es normal y natural amar a otro hombre, desear a otro hombre. Porque mi normalidad no es la suya, ni mi naturaleza es la suya. Y me niego a aceptar que sean ellos desde su fanatismo heterosexista quienes se atrevan a evaluar mi normalidad.
Dicen que tienen amigos gays. Siempre lo dicen. Pero es mentira, porque no nos respetan. Y yo sé lo que siento por mis amigos, y sé que jamás permitiría que les degradaran tanto como el partido popular o la iglesia católica o tantos opinantes de los medios o tanta gentuza por la calle intentan hacer con las personas gays, lesbianas y transexuales.
Llegan a decir que les doy asco, cuando se quitan el velo de la hipocresía y hablan como de verdad piensan. Digo que seguro que encuentran un psicólogo o psiquiatra cerca capaz de curarlos, sin necesidad de que me salpique su mierda.

7 comentarios:

Elena dijo...

No quisiera ponerme autobiográfica, pero me parece pertinente contar aquí que en los cinco años que llevo en la enseñanza pública he podido observar una evolución muy positiva hacia el respeto y la tolerancia sexuales.

Quienes hablaron de sexo a unos alumnos míos hace cuatro años omitieron toda alusión a la homosexualidad, no así los que les han hablado este año, que la han presentado como una opción igual de legítima y normal (¡asociar lo habitual a lo normal, eso sí que es aberrante...!) a la heterosexualidad o bisexualidad.

Antes de ayer, en una cena con exalumnos, supe que dos de ellos habían salido por fin del armario; hay un tercero que había tenido el valor de hacerlo en 3º de la ESO (nuestro primero de BUP)y que cuando yo le di clase (1º de Bachillerato) era ya todo un abanderado de la causa. Un valiente. Cierto es que ha tenido que oír muchas tonterías, algunas provenientes de los propios profesores, pero ha abierto el camino a compañeros del instituto, y las cosas, poco a poco, se van normalizando. Y quienes le dijeron alguna que otra idiotez a este muchacho hace un par de años, cuando ahora le ven conmigo algún día que viene a verme y nos tomamos algo en la cafetería o en los bonitos jardines de los que gozamos, saludan encantados, y luego, ya ido él, me dicen cosas como "...que chico tan majo, era el más culto de la clase, el mejor lector... Un alumno inolvidable".

Avanzamos, creedme, y, entre las nieblas de la barbarie y de la hipocresía, la libertad se abre paso, y algunos hasta van aprendiendo a tolerar.

Pero, por supuesto, es completamente necesario que no bajemos la guardia todos los que estemos a favor de la libertad, los que sabemos que "amor libre" es un pleonasmo.

Agata dijo...

Qué "jartura" de que crean que no seamos iguales.¡A mí no me dais la "tabarra" porque soy heterosexual!A ver si aprenden de una vez.Ojú...

Alfonso Saborido dijo...

Discutir con los homófobos, es absurdo. Yo no les hago caso. Guardo silencio. Además, parece que les fastidia más. Escribo algo, al rato, el correo, un homófobo con la misma historia de siempre.
Paso de ellos. Lo que hay que hacer es no escucharles, ignorarles, y sobre todo, NUNCA votarles. Así, llegarán a tener el sitio que se merecen y que ellos mismos se han buscado.

Javier Vila dijo...

Hace unos días, en la Ser, no sé que personaje público o del ámbito universitario (creo) decía que España se ha convertido en un paraiso para la comunidad gay internacional. El tipo, que se ve que tenía datos al respecto, aseguraba que ningún país de la Unión Europea (y por consiguiente ningún país del mundo) tenia una cobertura jurídica y un nivel de derechos reconocidos para los homosexuales.
Esto, opiniones aparte, a nadie se le escapa que se ha convertido hasta en un dinamizador de la economía, por el atractivo turístico "de género" que parece que tienen nuestros paisajes, nuestras leyes y nuestra sociedad menos casposa.
Ahora yo, que estoy muy de acuerdo con que así sea, solo espero que sea reconocido por todos los beneficiarios de las medidas adoptadas por el gobierno actual. Y vayan a votar. No vayan a creer que todo esto fué fruto de una pastoral de la conferencia episcopal o del desgobierno de Aznar o de la "ciencia" de la Botella. Que a pesar de las burradas que dicen, han dicho y dirán, tienen su propio "colectivo" dentro del partido popular. En fin.

Rukaegos dijo...

Caverna y Elena, estoy de acuerdo con vosotros. Claro que España ha cambiado, a mejor; claro que España es hoy uno de los países donde resulta más fácil (o todavía menos difícil) ser gay o lesbiana. Cuando he planteado mi cansancio, me refería más bien a que entiendo que antes de la elaboración de una ley que se refiere a los derechos de las personas haya polémicas y los distintos actores sociales intenten arrimar el ascua a su sardina. Pero después debería calmarse la cuestión.
Lo que me cansa es, cuatro años después, volver a leer y escuchar exactamente los mismos argumentos, y tener que rebatirlos de nuevo en foros, debates y charlas de café, como si no hubiera servido de nada el debate social anterior.
España fue, es, una gran noticia para la comunidad LGTB internacional. Pero la crispación permanente ayuda poco a una normalización más o menos definitiva.
Ágata, Alfonso: sí es verdad que contra el muro sordo de la homofobia es agotador actuar. Pero no podemos dejar que sólo se les escuche a ellos.

Un saludo a los cuatro y gracias por estar por aquí :)

Elena dijo...

Por supuesto, Rukaegos, que es legítima -y saludable, necesaria e inteligente- la indignación ante los discursos que se repiten año tras año... Pero un año de estos aprenderán, o al menos sus hijos aprenderán. Pero sí, tener que oír determinadas tonterías de nuevo enerva y entristece, y supongo que todavía os tenéis que enfrentar, no sé si diariamente, a miradas y comentarios inaceptables.

Naturalmente "no podemos dejar que sólo se les escuche a ellos", que, además, no suenan a Monteverdi precisamente ;-)

Unknown dijo...

La normalidad, cuanto ha cambiado ese término desde que salí de armario, donde fui dejando poco a poco prejuicios (“y valores”) tradicionales, insertados en mi mente de una manera subliminal por libros de texto, películas, cuentos, televisión y otros medios. Valores tradicionales que divulgan un modelo a seguir, un modelo correcto y que fuera de ellos solo hay un abismo donde se haya lo desconocido y lo malo.

Como decía un profesor mío de filosofía, desde pequeños somos educados, programados, se nos insertan todo tipo de valores, que van calando en nuestro subconsciente hasta formar parte de nuestra esencia, valores que hemos aceptados como buenos, sin ni siquiera someterlos a la duda.

Y que en mi caso, como en el de otros muchos, solo nos conducen a un abismo, a ese punto donde después de ver que no encajamos en los modelos propuestos por la sociedad, nuestra mente busca hasta descubrir que eso que sientes no solo no entra dentro de los valores sociales sino que además “no es normal”, “no es natural” como a muchos les gusta decir.

Así que estos discursos que dicen “no a la adopción”, “que no se llame matrimonio” me llevan al pasado, a recordar cuando todos esos comentarios me angustiaban.
Menos mal, que la cosa esta cambiando poco a poco, y que gracias a gente que proclama y difunde estos nuevos modelos, que critica e incita a someter a la duda todos esos viejos valores aceptados por buenos o únicos, proclama también un mensaje de libertad, de libertad mental, donde todo el mundo sea libre para plantearse los valores que al le sirven y los que no.

(Ahora encuentro sentido a las clases de filosofía en todos los bachilleres y no solo en el de letras)

Termino diciendo, gracias rucegos por someter a la duda todos esos prejuicios que tenia, como el de demostrar el afecto en público, o el de las diferencias de edad.

Conclusión 1: “No vivir pensando en qué pensarán los demás”

Conclusión 2: “Desde la libertad de pensamiento, elijo no dar cancha a aquellos que quieren privarme de mis libertades y derechos, ya que su libertad termina donde empieza la mia”

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