He tenido que estar bastante al tanto de lo que se iba publicando sobre la Doctrina Parot y leerme las sentencias para resistir en las redes a ese tsunami de ira colectiva que en diversos tonos pasaba de mostrar su desconcierto, irritación o ira a arremeter con todo un bonito surtido de calificativos a quienes hemos tratado de comprender y de defender la resolución del Tribunal Europeo de Derechos Humanos sobre el recurso presentado por la asesina etarra inés del río . Pero al final creo que prefiero escribir en un tono más personal y menos analítico.
Vaya por delante mi más absoluto desprecio por esa criminal llamada inés del río y la más profunda repulsa ante quien es y ante lo que ha hecho. De la misma manera, vaya también por delante mi comprensión ante el dolor y ante el enfado de las víctimas. Pero ni el desprecio ni la comprensión, en tanto categorías morales y, por así decirlo, viscerales, bastan para modificar lo que pienso de la Doctrina Parot y de la sentencia que ha dado un tirón de orejas internacional al Reino de España.
Quizá mi primera reflexión es que me gusta que los derechos humanos sigan resultando incómodos. Porque esa incomodidad del poder y de todos los tentáculos a los que puedan llegar sus manipulaciones nos demuestran que esa esencial conquista del espíritu humano sigue retándonos, sigue interrogándonos, sigue siendo en cierto modo profética y certera. Derechos humanos, derechos de todas y de todos, grandes principios y valores que pese a quien pese (y pesa a muchos) no se reconocen de forma selectiva ni discriminatoria, no se dejan manejar a la carta, no sirven a tales o cuáles intereses. Y precisamente por eso continúan siendo el gran referente de la ética civil universal.
¿Para qué nos sirven? se preguntan hoy en España muchos, agitados por discursos políticos y mediáticos que de año en año han ido trazando una clara línea interpretativa en la que apelando a las tripas más inmediatas se planteaba que si se hablaba de derechos, de garantías, de seguridades, no debía incluirse en esos límites a la arbitrariedad del poder a terroristas sobre todo, violadores también. Quién sabe si en el futuro otros serán incorporados a la lista. Ya ha quedado escrito, nos sirven como límites a la arbitrariedad del poder, como espacios de inmunidad personal, familiar, grupal, como faros que determinan nuestra capacidad para determinar nuestro propio proyecto de vida y para caminar en pos de la felicidad, como formularan inocentemente como un derecho más los revolucionarios franceses.
Claro, al poder no le gusta que se le limite, a ningún poder. Al poder le gusta de alguna manera actuar con las manos libres, poder tomar las decisiones a su aire y según sus conveniencias ... que rara vez son las de los ciudadanos. Así como el control, el límite le incomoda, en las aguas de la arbitrariedad nada a su capricho. Y nada más fácil que utilizar los viejos y ya bien conocidos métodos de la propaganda para crear estados de conciencia social que justificarian cualquier cosa, o casi cualquier cosa, al son de la música que les toquen. Los judíos en alemania eran monos, animales, no iban con ellos los derechos humanos. Los burgueses y antirrevolucionarios ante Stalin eran degenerados, infrahumanos. Por no seguir siempre con los viejos ejemplos, los tutsis, en las masacres de Ruanda, eran cucarachas. Qué fácil para el discurso dominante convertir a quien desee en una categoría que no merece protección de la ley, de la sociedad, de las instituciones.
Pero el grave problema es que si aceptamos el comportamiento arbitrario de las decisiones del poder, del que sea, me da igual económico, judicial, ejecutivo, legislativo, si aceptamos que esas decisiones pueden saltarse o bordear la legalidad, atentar contra esa seguridad jurídica que nos dice qué podemos hacer, qué debemos hacer, qué podemos esperar de nuestras conductas, si decidimos que no importa que nuestros compromisos nacionales e internacionales con el código ético básico de los derechos humanos se quebranten a capricho del de turno, entonces ... ¿dónde y cómo vamos a poner el freno, dónde los límites? ¿Vamos a volver a hablar de ciuadanos de bien y malvados, vamos a volver a afirmar como en los peores episodios de la historia de la humanidad o de la historia patria que si no te metes en problemas no pasa nada, vamos a volver a recitar aquello de "Primero vinieron a por los judíos pero yo no lo era"? No. Cuando abrimos la puerta a la degradación de las garantías abrimos una compuerta peligrosa para todos.
Sí, para todos. Los derechos humanos nos protegen a todos, también a los violadores, a los asesinos y a los terroristas. La quiebra de los derechos humanos nos deja inermes a todos, también a nosotros, también a quienes pretendemos ser ciudadanos de bien que no nos hemos metido en problemas. ¿Admitimos que quiebre el principio de irretroactividad de la ley penal? Vale, pero entonces nadie podrá garantizarnos que en el futuro se nos condene por sorpresa quién sabe por qué acción del pasado que en el pasado era correcta. Lo mismo si admitimos que se pueda cambiar al gusto las condenas y el régimen de esas condenas, lo mismo si olvidamos que la pena no sólo tiene un elemento de venganza social, tiene otro de reeducación, de apartamiento de la sociedad durante un tiempo que debe ser de transformación y de cambio.
Eso es lo que se discutía con la Doctrina Parot. Si principios esenciales para la seguridad jurídica de todos, como el derecho a tener una información clara y precisa sobre nuestros actos y sus consecuencias, sobre los procesos en los que podamos vernos inmersos, si la irretroactividad de las leyes penales, recogida con claridad en los convenios internacionales de defensa de los derechos humanos suscritos por España pero también en nuestro derecho interno son valores importantes o no lo son y quiebran ante algo tan peligroso como el clamor social por una venganza que probablemente no tendría fin. Las interpretaciones del Supremo y el Constitucional (bastante cuestionadas por cierto en el seno del Constituional, con relevantes votos particulares) que dieron origen al problema bordeaban el principio de legalidad, estiraban y forzaban en busca de una decisión que saciara a los justicieros de a pie y, por qué no, a los propios deseos de los magistrados. Pero desde el primer momento fueron muchas las voces lúcidas y preparadas en este país que advirtieron del peligro. Advirtieron también de que esa doctrina no tenía pase ante las instituciones internacionales y que se corría el grave riesgo, así ha sido, de que fueran denunciadas por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos y se pudieran utilizar como una victoria por los asesinos y sus amigos. Así como ha sido.
Termino. Escuché hace mucho que la gran utopía de Platón no era La República sino Las Leyes. Puede que esa sea hoy también nuestra gran utopía, ser capaces de sostener un sistema de reglas claras, respetuosas con la dignidad humana, fiduciarias de ese gran patrimonio internacional que son los derechos humanos. Y que sostener ese sistema sea hacerlo vivo y respetado en una sociedad educada, capaz de entender el funcionamiento de los mecanismos legales y judiciales, de respetar (con toda la crítica que se quiera) las decisiones adoptadas conforme a las reglas y combatir las que se desvíen de las mismas. Incluso cuando duela hacerlo, incluso cuando supongan que alguien como inés del río (ya os habréis dado cuenta de que uso las minúsculas en su nombre con toda la intención) pueda ser de alguna manera beneficiado. Porque también en la humanidad de inés del río está la nuestra, porque también garantizar sus derechos es garantizar los nuestros, porque de verdad nos creemos que los derechos humanos son importantes, esenciales, vitales y que sin ellos nuestras propias vidas podrían estar en riesgo en cualquier momento.
Así que sí. No me voy a felicitar por que inés del río esté de camino a la calle, no me voy a felicitar por el sentimiento de humillación que hoy podrían estar sintiendo muchas víctimas. Pero sí me voy a felicitar por comprobar de nuevo que en este tiempo de incertidumbres en el que a veces me siento tan desolado, los derechos humanos siguen iluminando el camino, sostenidos con criterio, rigor y pasión por quienes son sus custodios.
NOTA. Por mínimos comentarios en esta línea ya me han llamado pedófilo, asesino, fascista, rojo, intolerante, imbécil en las redes, ya han deseado que violen y maten a mis familiares para que yo sepa lo que es bueno, así que no os molestéis en seguir por ese camino. Mis convicciones son fuertes, mis ideas claras, y mi compromiso con los derechos humanos y su defensa no se va a resentir ni siquiera con las amenzas, que también alguna (cobardona y anónima) ha caído. Irretroactividad de las leyes. Seguridad Jurídica. Derecho al Proceso Informado. Etc. Exactamente eso. Y tanto más.
6 comentarios:
Estupendo artículo y acertado según nuestra opinión.
Ah, y de muy agradable lectura, cosa nada fácil de conseguir en tan áspero tema.
Muchas gracias. Tema áspero, en efecto, pero me sentía obligado a tratarlo en el blog.
Muy de acuerdo con lo escrito y con el comentario de "anónimo".
Asombroso (o no tanto) el tratamiento que da tanto FAES como la prensa cavernaria del tema.
Simplemente odiosas.
Y del "No tanto" pasaría al previsible. Además, tienen que agitar para la manifestación contra el Tribunal Europeo de Derechos Humanos ... en fin.
Regino, querido amigo, he leído tu artículo mientras desayunaba con unos mates. Su sabor amargo acompañaba perfectamente el contraste entre el disfrute de leerte y la desazón al contemplar la indignación ciudadana ante aquello que precisamente lo protege.
Creen que los derechos humanos aparecen sólo para estos casos, pero no, están ahí, como dices tú, poniendo límites que preservan a todos. Esos mismos derechos humanos que tanto indignan ahora, son los que los protegen a ellos, a "los buenos", y hacen que casos como el del ciudadano que murió luego de recibir una golpiza de los Mossos d'Esquadra sean investigados y se constituyan en noticia porque, afortunadamente, son la excepción (gracias a esos derechos humanos tan criticados).
Gracias por tu compromiso y por no callarte.
Pues muy atinado, como siempre...y sigo saliendo anónima también como siempre....:-)) soy tu Atlante favorita, cari...
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