A estas horas de la madrugada es ya 27 de enero en Santander.
Desde su nacimiento, este blog ha querido formar parte cada 27 de enero de esa memoria grande y conmocionada que vuelve a dejar latir en el universo la desolación que se dejó en el alma de la humanidad el Holocausto. El Holocausto, la Shoah, con sus millones de judíos arrasados de los viejos suelos de Europa. El Holocausto, el Porrajmos que robó el horizonte a centenares de miles de gitanos. El Holocausto, que arrancó de las sombras a centenares de miles de homosexuales.
Qué difícil es hoy sostener ese compromiso. Que me lleva de pronto a las palabras sin esperanza de Paul Celan. Y de sus palabras al Pont Mirabeau de París, desde el que saltó hacia la muerte. Y desde el Pont Mirabeau, otra vez hasta Leo.
Su primera foto en París, el primer contacto, temprano, bajo un cielo plomizo, con el Sena. A pocos metros del hotel, el Pont Mirabeau, precisamente.
Dentro de unas pocas horas, en la madrugada de este 27 de enero, serán ya tres meses. La memoria lleva la cuenta con la precisión de una maquinaria suiza, el cuerpo responde de pronto con una respiración entrecortada, con el cuerpo que se te queda frío. Con las lágrimas, que otra vez regresan.
Hace algunos años, conocí de cerca a esa vieja puta llamada depresión. Por eso sé que no estoy deprimido: puedo levantarme, aunque con dificultad, de la cama, y comenzar un nuevo día; no necesito pastillas para dormir; puedo resolver con más o menos éxito mis principales obligaciones. Y hasta puedo sonreír y bromear a lo largo del día, cuando no estoy solo y puedo fingir que todo va cicatrizando. No, no estoy deprimido. Sólo estoy triste, triste, triste.
Tres meses sin Leo, tres meses que han sido como un reloj roto, como un tiempo detenido en la flojera, en la desgana. Tres meses sin poder poner orden en casa, tres meses sin cocinar. Tres meses en los que llegar a casa significa sentarme delante del televisor, coger el ordenador y dejar la cabeza vacía para poder atravesar dos horas más sin contenido. Tres meses en los que cerrar los ojos es volver a ver su mirada ausente, sus últimas palabras, la parálisis del rostro amado en las últimas convulsiones, mientras se me moría en brazos.
Y no he estado solo, ni he parado. He recuperado algunas de esas pocas cosas que hoy todavía me hacen sentir que merecen la pena, como los grupos de lectura, las clases de literatura y de música, o las clases de español. No he querido encerrarme y he seguido en contacto real y virtual con vosotros, con mis amigos. Y hasta he dejado a Glenda volver a subir al colchón para no sentir la cama tan fría.
Pero me doy cuenta de que no sé caminar sin Leo. Que me resulta muy difícil caminar hacia un horizonte en el que, sinceramente, no veo nada.
6 comentarios:
Lamento, preocupada por ti como estaba, que este texto haya sido la prueba de vida que nos llegue (y también el siguiente, lo sé... Pero éste es más prueba de vida).
Será que últimamente ando falta de ideas propias e indigesta de las ajenas, pero, leyéndote sobre el recuerdo del holocausto y tu propio dolor, he pensado en aquella vieja canción "Hoy me deber era", tan tan bonita, y después, al terminar de leer y paladearte entero, un montón de impresiones litearias que cargo en estas semanas (gozosa e irrenunciable carga, aunque pesada)se me han agolpado en la mente formando un torbellino velocísimo en sus giros y en su avance.
El caso es que llevo unos quince días intesamente enredada en los románticos ingleses, conmovida con Wordsworth, estremecida con Keats, y hace un par de tardes, leyendo un trabajo muy fino sobre esa suicida y vital poética del amor Keatsiana, desemboqué, volando de pronto casi cien años, en un Yeats que me hizo irme a la cama, horas después, todavía trémula.
Y hasta aquí el vuelo: Inglaterra, Irlanda, Madrid, Santander... Para ti.
Were you but lying cold and dead,
and lights were paling out of the West,
you would come hither, and bend your head,
and I would lay my head on your breast;
and you would murmur tender words,
forgiving me, because you were dead:
nor would you rise and hasten away,
though you have the will of wild birds,
but you know your hair was bound and wound
about the stars and moon and sun.
O would, beloved, that you lay
under the dock-leaves in the ground,
while lights were paling one by one.
(Si tan sólo yacieras fría y muerta,
y las luces del Oeste se apagaran,
vendrías aquí, e inclinarías tu cabeza,
y yo reposaría la frente sobre tu pecho,
y tú murmurarías palabras de ternura,
perdonándome, pues ya estás muerta:
no te alzarías ni partirías presurosa,
aunque tengas voluntad de pájaro silvestre,
mas sabes tú que tu pelo es prisionero
en torno al sol, la luna y las estrella.
Quisiera, amada, que yacieras
en la tierra, bajo las hojas de bardana,
mientras las estrellas, una a una, se apagaran.
Gracias como siempre por estar ahí. Pronto me tocará el ataque de Yeats a mí, porque compré hace unos días la edición de sus poesías a cargo de un poeta amigo, y tengo pendiente entrar. Pero es soberbio el poema que citas. Soberbio y doloroso.
Estuve unos días perezoso, flojo. Y de alguna manera este texto intenta tener de nuevo algo de sanador, de ajuste de cuentas con la soledad. Pero poco a poco sé que habrá proyectos y días y tardes que volverán a merecer la pena.
Aunque sean necesariamente sin Leo.
Un beso.
Sí, valdrán la pena.
Lo que sigue no es tan bello como el poema que te manda Elena, pero también tiene el poder de calmar el dolor.
Une pâle lueur tombait d'une pâle fenêtre
J'avais les yeux d'une couleur facile à reconnaître
Celle de ces wagons éteints sur les voies de garage
Entrez dit-elle et venez vous abritez de l'orage
Je demandais est-ce que plus tard tout redevient solide?
Est-ce qu'on peut exister longtemps suspendu dans le vide
Dans ce vertige continu cet arrêt sur image?
Entrez dit-elle et venez vous abritez de l'orage.
Vous aurez d'autres aujourd'huis d'autres heures de peine
À la longue on se reconstruit sur des choses certaines
Le printemps après l'incendie, la planche qui surnage
Entrez dit-elle et venez vous abritez de l'orage.
Francis Cabrel:"S'abriter de l'orage"
Versión de la famosa canción de Bob Dylan:"Shelter from the storm"
Desde el afecto, ANIMO
Amelie, el francés siempre es hermoso y sanador. Y más si se trata de la nostalgia de Leo, que hubiera sido feliz viviendo a las orillas del Sena.
Un abrazo, Jesús.
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