Me pregunto qué cantidad de dolor, qué porcentaje de decepción aceptan nuestras vidas para seguir fluyendo. Qué puede hacer que una persona joven y llena de futuro decida no luchar cuando la enfermedad se suma a sabe dios qué lista de pequeñas tragedias cotidianas.
Me dieron la noticia ayer de que un amigo, uno de esos que no son íntimos pero que durante bastante tiempo forman parte de nuestro entorno cercano, uno de esos a los que aprecias pero con los que no llegas a trabar una cercanía creadora, había muerto. Al parecer le habían dado la noticia de que era seropositivo y había decidido no enfrentarse a la enfermedad, dejar de luchar. Así que el vih dio lugar a la enfermedad, y con ella a la acumulación de otros problemas de salud que le fueron derrotando. O con más exactitud que se fueron adueñando de un cuerpo y un espíritu que ya se habían rendido.
De forma cariñosa lo llamábamos Tía Ágata, desde que uno del grupo comentó que tenía cierto parecido con el personaje del Cluedo. Y en esos momentos en que estuvimos más cerca, supe bastante de algunas frustraciones amorosas, que acabaron sustituidas por una pérdida de estima y algunos excesos que maquillaban la realidad. También de sus dificultades para abrirse camino en el ámbito laboral. Creo que renunció también a su vocación docente después de la segunda vez que le rescindieron un contrato ... ¡por ser homosexual! (siempre de forma ladina y camuflada, claro).
En un momento determinado había desaparecido. Y como los guadianas personales han sido habituales en ciertos entornos, en algunas de mis redes sociales, no le di demasiada importancia. Ahora pienso que tal vez no supe, no supimos, darle el apoyo que no sabíamos que necesitaba. Que quizás nunca conseguimos atravesar algunas murallas para encontrarnos con la verdadera cara de Tía Ágata, hacerle sentirse querido y entrañable como en realidad lo era.
Anoche un sms me dio la noticia y algunas de sus circunstancias, varios meses después de que ocurriera. Y desde entonces no he dejado de sentir la sangre fría.
Ojalá que la tierra le sea más amable de lo que le resultó la vida.
2 comentarios:
Comentas un caso duro, de esos que la vida que lanza a la cara y que te obligan a preguntarte ¿cual sería mi actitud ante una situación semejante?
Ojalá que la tierra le sea más amable de lo que le resultó la vida.
Ojalá.
Omar Riverprié
Publicar un comentario