martes, enero 26, 2010

EL NIÑO CON EL PIJAMA DE RAYAS Y EL HOLOCAUSTO POP


¿Es posible escribir poesía después de Auschwitz? Esta reflexión de Adorno formulada en clave de pregunta me ha resultado siempre una cuestión abierta y sugerente. Una pregunta a la que yo contestaría con otra: ¿Cómo será posible hablar de Auschwitz si no es a través de la poesía?

El arte como acumulación de símbolos, de dobles sentidos, de misterio, de gracia. La poesía, en cualquier formulación artística, como único medio para contar aquello que no se puede contar.

Cultura contra el horror. Cultura como consciencia del horror. Cultura para decir Auschwitz, en en Auschwitz reconocer todo genocidio, toda masacre, toda violación brutal de la dignidad humana. Porque Auschwitz es también My Lay, es también el Hipercor de Barcelona, es la suma de las Torres Gemelas y los trenes de Madrid, es el genocidio del pueblo armenio, es Ruanda. Es Gaza.

La novelita "El niño con el pijama de rayas" centró hace ya muchos meses un encendido debate en mis clases de literatura en las Aulas de la Tercera Edad de Santander. La película, simplemente no tuve interés alguno en verla.

El eje del debate tenía que ver con la trivialización del Holocausto, con su conversión en una fabulita que jugando a ser cuento infantil y por lo mismo inocencia, dejaba traslucir toda una relativización del horror. Como seguro que imagináis si habéis seguido mi blog, la enfermedad moral de la Europa de Entreguerras que permitió el Nazismo pero también la simpatía con que fue acogido en muchos países fuera de Alemania (aunque en Francia y Polonia sigan mirando hacia otro lado sobre sus propias responsabilidades), la conversión de una sociedad en un engranaje al servicio de la locura, la justificación del asesinato de millones de personas a las que se animaliza, se despersonaliza por el mero hecho de ser judíos. Pero también de ser socialistas, o gitanos, u homosexuales, o ... es un período histórico que me fascina.

Y por eso he seguido a través de esos lenguajes que también me fascinan y que han tratado de decirnos Auschwitz desde la mirada poética cómo el ser humano ha sido capaz desde la entereza de su espíritu de estremecernos ante la brutalidad inexplicable de la Shoah, de empaparnos de una mínima parte de su intemperie y dejarnos en silencio.

Podemos escuchar la cantata de Schönberg "El superviviente del Ghetto de Varsovia" o el "Cuarteto para el fin de los tiempos de Messiaen". Podemos sumergirnos en las miradas desoladas de "Shoah", en esas nueve horas de película de Lanzmann. Podemos viajar desde el ascenso del nazismo, apenas presente aún en "Cuando Hitler robó el conejo rosa" de Judith Kerr (también un cuento puede explicarnos) o en "Reencuentro" de Ullmann. Presenciar las esquirlas de muerte y de dolor que nos iluminan Polanski o Spielberg. Viajar con la película "El último tren a Auschwitz" o penetrar en los fríos documentos llenos de preguntas en las crónicas de Hanna Arendt "Eichmann en Jerusalén". Leer las memorias de grandes escritores que sobrevivieron al infierno para contarlo, las de Primo Levi o las de Imre Kertesz. Y también los poemas de quienes sobrevivieron sólo para no poder regresar al mundo y tras regalarnos poemas de belleza brutal eligieron el suicidio, como Celan. Dejarno invadir por la enormidad escultórica de la serie "Campos de Ceniza" de Anselm Kiefer, precisamente inspirada en los textos de Celan. O hasta servirnos del pop por excelencia, la televisión, para seguir series como "Holocausto", "Música para sobrevivir" y hasta "El cónsul Perlasca".

Pero no podemos, no debemos, transformar este capítulo fundamental de la vergüenza humana en una aventura de Los Cinco, en un librito pop pensado para vender millones de ejemplares en busca de una lágrima fácil que se conmueve ante la particular amistad de dos niños (cuánto juego sentimentaloide puede dar la infancia) pero que tal vez no brotaría ante la muerte de un hombre o de una anciana.

Porque la poesía nos permite iluminar la sombra parcial, fugazmente. Y nos permite aproximarnos a la comprensión de Auschwitz. El pop no sirve para hablar de Auschwitz; sólo para convertirlo en una anécdota irrelevante.

Mañana, 27 de enero, Día del Holocausto, este blog permanecerá en silencio en recuerdo de todas las víctimas de la barbarie nazi. Y de todas las víctimas del racismo, la xenofobia, el machismo, la homofobia, la intolerancia, la estupidez, la guerra, el terrorismo, el imperialismo, que han llenado de muertos nuestra historia.

4 comentarios:

Diana. dijo...

Maus, de Art Spiegelman...
A mi tb me apasiona este tema (quién dice que es más normal haber visto "lo que el viento se llevo" más veces que "Shoah"?) y supongo que la tarea (y el logro) de cada uno es pasar lo visto-leído-escuchado por su propio tamiz. Ví la película en San SEbastián y me gustó, me la había imaginado, como tú dices, más pop. El libro me lo han recomendado, pero prefiero lo verídico. POr cierto, retrospectiva de Lanzman en el Circulo de Bellas ARtes hasta el 2 de febrero.Mañana: Shoah

Rukaegos dijo...

¡Maus! Diana, gracias, nunca me perdonaré haberme olvidado de esa pequeña joya.

Agata dijo...

Mañana yo también permaneceré en silencio...Por esos que no han tenido ni tendrán defensa.

jcabezon dijo...

He leido con cierta emoción tu comentario de homenaje a las víctimas de la sinrazón y la barbarie más cruel.
Escéptico

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