Hay una reflexión que tengo pendiente desde hace algunos meses. Supongo que en los tiempos que corren se pueda interpretar este post en clave electoral, aunque en realidad sea una lectura en clave personal la que guíe la escritura. No se trata, pues, de pedir el voto a nadie, ni siquiera de explicar o hacer explícito el mío, aunque de alguna manera esta segunda dimensión vaya implícita. Pero es frecuente que me pregunten qué hago yo en el PSOE, por qué no me voy, por qué no me fui en cierto momento en el que estuve francamente a punto. Así que allá vamos.
Nací en una familia tradicional, conservadora sin extremos, religiosa sin extremos. Así que no soy uno de esos que en el PSOE se autodenominan de pata negra y proclaman las varias generaciones de socialistas que corren por sus venas. Si bien es cierto que desde siempre me ha interesado la política, al PSOE llegué después de tiempo, de experiencias, de reconstrucción personal, desde la que fue mi primera aventura (de ella a lo mejor hay otro tiempo para hablar) y que fue la DC (anteriormente PDP) que nació de la desintegración de la UCD y que tuvo lugar cuando la DC era más demócrata cristiana que conservadora y hacía un fuerte énfasis en la justicia social, la dignidad personal, la sociedad como un gran pacto interpersonal. Llegué porque desde mis lecturas, vivencias, amistades, conversaciones, se fue gestando una construcción del mundo que se asentaba sobre valores que cada vez estaban más lejos de lo que conocemos como derecha y me hacían más cercano a una izquierda que en cierto modo también se estaba moviendo hacia ese punto de encuentro. Esos valores que para mí son esenciales tienen que ver con la defensa de la igualdad, entendida como ausencia de discriminación en el plano legal y por tanto con la apuesta por una sociedad diversa y dinámica, en continua transformación, por una sociedad que apuesta por el respeto y la dignidad de todos y cada uno de sus integrantes, pero también entendida como ausencia de obstáculos (supongo que para ser menos utópico habría que hablar de reducción de obstáculos) para que las personas puedan desarrollar en plenitud su plan de vida, sus opciones, sin que factores externos a su propio esfuerzo y decisión puedan frustrarlo. La defensa de los derechos humanos y de la dignidad de las personas, proclamados en tantos textos internacionales suscritos por España pero tantas veces olvidados y ninguneados en su profundo sentido, convertidos en mera palabrería. Valores como la solidaridad, la corresponsabilidad entre quienes formamos parte de un cuerpo social en sus diferentes escalas, local, nacional, internacional, y que obliga, me obliga, a abrir los ojos y a no permanecer indiferente.
Pues sí, al final estoy hablando de la afirmación contenida en la Constitución de 1978 de que España es un estado social y democrático de derecho. Ese modelo que está siendo descuartizado sin piedad por quienes curiosamente se autoerigen como garantes únicos de la norma fundamental y que están prostituyéndola al construir un sistema que poco tiene de democrático, casi nada de social y que hasta podría poner en cuestión el calitificativo de esto de derecho con normas con el gallardonazo o la ley mordaza que en el fondo sirven para dejar al ciudadano inerme ante los abusos y las desviaciones de poder.
En una concepción clásica, el partido, un partido, tendría que ser esa herramienta eficaz para transformar el mundo. Y en su momento entendí que era el PSOE esa herramienta útil para navegar hacia la concreción más alta posible de esos valores con los que esencialmente me identifico. Creo que lo ha sido, creo que el PSOE ha sido un activo importante en la transformación y mejora de la sociedad española, y que muchas de las mejores caras que nuestro país ha venido dibujando fueron pintadas con puños y rosas.
No niego, por supuesto que no, la importancia de los movimientos sociales (y eso incluso en una sociedad tan desmovilizada y paciente como es la española) en esas transformaciones, no niego la participación activa de otros partidos (no voy a renunciar a dejar expresa mi simpatía por los esfuerzos y la claridad de IU en tantas cuestiones importantes, su trascendencia como conciencia crítica) y otras instituciones. Pero al final, supongo que al contrario de lo que ocurre en mi vida personal, y al menos hasta hoy, el PSOE aportaba un plus de posibilidad, quizás no fuera la izquierda perfecta, ni la utópica, ni siquiera la izquierda más izquierda, pero era la que incorporaba opciones de acceso al gobierno, la que se mostraba abierta al diálogo y la construcción, asumiendo incluso algunas renuncias dolorosas para poder superar obstáculos. Era, es, una izquierda posible y responsable.
A estas alturas ya habréis dicho algunos "¿Ves cómo seguís sin hacer autocrítica?". Aquí y en otros foros he hecho autocrítica, la he visto también en el partido, he visto cambios, lentos, como lentos son los elefantes, pero cambios firmes que hablan de reconocimiento de fallos y de propósito de enmienda. Pero no voy a quedarme en la flagelación permanente. De acuerdo, el partido adoleció y todavía adolece de democracia interna, es necesario consolidar procesos como los de las primarias y aumentar el peso y la vida de las agrupaciones, reducir el exceso de presidencialismo. De acuerdo, hay que ser más transparentes y hay que explicar las decisiones más y sobre todo mejor, hablando para una ciudadanía adulta perfectamente capacitada para entender y decidir. De acuerdo, hay que subir un poco la luz del foco utópico, del valorativo, del de los principios, y bajar un poco también el que apunta a lo pragmático. Sobre todo hay que tener claro que ya no soportamos más, tampoco los militantes y afiliados, la estafa de la corrupción en todos sus niveles y venga de quien venga y exigimos claridad y resolución.
Me temo, sin embargo, que en algunas cuestiones recientes y difíciles, sigo pensando más en responsabilidad que en traición o dejación, sigo empeñado (estos testarudos tauro, qué le vamos a hacer) en que se actuó buscando el bien común y el mal menor en una crisis global en que los depredadores habían puesto el ojo en un país que no había sido capaz de solucionar todavía algunas debilidades endémicas que le hacían frágil. Estoy seguro de que con el paso de cierto tiempo, habrá una revisión de ciertas decisiones y de cuáles fueron sus causas y consecuencias más objetiva, menos pasional. En la que a lo mejor se me tiene que caer a mí la venda, pero en la que a lo mejor las que quedan maltrechas son algunas vendas ajenas.
A día de hoy, siempre desde una posición crítica y a pesar de muchas decepciones, sigo viendo en el PSOE la herramienta mejor, más solvente y más práctica para trabajar por la sociedad y los valores que me implican. Creo que es ese partido abierto, con vocación de mayoría, integrador en el que caben diversas formulaciones de la izquierda democrática pero también permite sentirse cómodos a quienes vienen desde otras sensibilidades igualitarias, sociales, democráticasd, garantistas, que desde otras sensibilidades fundacionales quieren una sociedad inclusiva, llena de oportunidades, que proteja a quienes más lo necesitan y habilite caminos para todos. transformando y removiendo.
En el PSOE tengo cerca a personas comprometidas que empeñan cada día tiempo, esfuerzo, vida en la construcción de esa sociedad, personas honestas y cercanas, que pisan suelo y que hablan el mismo idioma que se habla en la calle, atentas y eficaces, entre las que me siento cómodo.
Así que sí, concluyo en que desde mis posiciones personales, desde mi apreciación concreta, cuando regulo el fiel de la balanza y cargo los platos con los debes y los haberes, el PSOE sigue inclinándose en la dirección correcta. Y por supuesto, el fiel lo regulo yo, la carga de los platos la decido yo, porque estoy hablando de mi compromiso y de mis decisiones, entiendo que igual de legítimas que las vuestras, que habéis situado platos y fieles en otras medidas y concluyendo de otra forma. Si llega un día en que lo que pienso, lo que creo y lo que siento se ven traicionados, no lo dudéis, ese día no estaré con el PSOE. Por el momento, sigo prefiriéndolo a otras opciones, sigo apostando por su modelo que es tan parecido al mío, sigo pensando, en los aspectos que me pesan, que otro PSOE es posible, pero que esa posibilidad solo puede darse empujando desde dentro.
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