Seguro que fue don Tomás de Iriarte, como buen ilustrado, partidario de la música y las artes plásticas, seguro que fue como buen ilustrado partidario de una educación excelente capaz de aportar al educando la mayor altura intelectual, racional, cultural, moral. Vamos, que justo lo contrario de José Ignacio Wert, me dice mi amiga La Rulos, que parece sentir todo un rencor acumulado contra los saberes todos y en especial contra los artísticos, prueba de que además de pezuña de asno para pintar suma pata de gorrino para danzar y voz de grajo para el canto, con perdón, me dice la amiga, de tan egregios animales que bastante tienen con lo que tienen.
Y ni corta ni perezosa, segura de que a don Tomás no habría de molestarle que se tomaran sus versos como base para unos dulces hexasílabos en loor de Wert, procedió como sigue:
EL BURRO MINISTRO
Nombró el vil gobierno
que hay en el lugar
de ministro a un burro…
por casualidad.
Sin saber en qué cosas
poderle ocupar
le tocó la escuela…
por casualidad.
Contento el jumento
dio rebuzno tal
que se oyó hasta en Londres…
por casualidad.
"¡Qué dulce es mi canto,
qué do natural!
¡Resulté ser músico…
por casualidad!
Si así y de repente
tan bien sé afinar
mejor que el Esfuerzo
es Casualidad.
Las horas de estudio
podré recortar
y haré unos ahorrillos…
por casualidad.
Y así en el futuro
los niños serán
burros y ministros…
por casualidad".
Ni dulces traversos
ni flautas de pan:
no hay flautas que suenen
por casualidad.
Así que, ministro,
vuelva a su pajar.
Y así doña Euterpe
vuelva a bien sonar.
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