Hay ciertas edades a las que todos estamos (estuvimos, ay) de coge pan y moja que trisca, así que al final no va a tener tanto mérito que la alegre muchachada veinteañera y esportiva que lleva ya unas semanas pululando por mi barrio y por mis zonas de operativo habitual santanderino esté tan requetellamativa. Pero no por no tener mérito va a alegrarnos menos la vista.
Y es que con motivo del Mundial de Vela 2014 que se inaugura oficialmente mañana, hemos recibido en la capital cántabra a lo más selecto de lo más selecto de las diversas especialidades, y por aquí andan entrenando, paseando en patinete o en bicicleta, desayunando, comiendo y cenando en mis cafeterías de cámara del Siboney y Casimira, repasándose las mechas rubias y luciendo palmito, lisura y desenfado como sólo la alegre muchachada sabe hacerlo.
No es que se haya caído el sistema del Grindr a nivel local como ocurriera en London 2012 (aunque algunas fotos se han visto por esas pecaminosas redes de maricontactos con tersos abominables sin rostro con puntitas de vela y azules oleajes como fondo), pero está resultando claro que algo tendrán que ver los recién allegados con este calor que va a acabar con nosotros antes del fin de septiembre. Desayuna uno cerca de los polacos y enfrente de los italianos, come algo ligerito al mediodía con mejicanos a la diestra, argentinos a la siniestra y australianos al otro lado de la luna que da a la terraza. Por la noche más italianos, junto a griegos, australianos, noruegos y daneses, para terminar con un paseo a los perros con vistas al equipo británico que ha recalado por mis alrededores.
Uno está aprendiendo mucho. Que hay deportistas de elite que necesitan barco grande porque fofean más que triscan. Que la pasta es megasaludable y trajinan espaguetis como posesos. Que usan todos el mismo número de tinte y frecuentan al mismo peluquero, todos menos los noruegos que son los únicos que llevan recortadito el pelamen y tienen pinta de amarillo natural. Les apasionan patinetes y bicicletas y al contrario de lo que tengo testado con alegres muchachadas de futbolistas y ciclistas, casi es imposible encontrar alguno interesado en los perros, ni siquiera en los de agua. Adivina uno también que o se embadurnan bien embadurnados o en unos años habrá más de un cáncer de piel, deliciosa y crujiente piel. Ah, y que Barney Stinson tenía razón con su teoría del efecto animadora y a veces las individualidades son menos apetitosas a mano que el conjunto en pájaro volando.
Como fuere, ahora que sabemos que nos espera un tedioso otoño-invierno en que la carne disponible tendrá más de carne picada y lomo adobado que otra cosa, por fin hay que agradecer a Pavisoso esta alegría de la vista. Que aunque agua que no has de beber, déjala regatear, tiene su gracia pecar y pecar con los ojos ante la evidencia epifánica y extática de tanto solomillo. Náutico y a vela.
3 comentarios:
Enhorabuena a las santanderina.
Jajaja, muy buen post, Regino. Es cierto que con el verano que ha vuelto da gusto pasearse por la zona del Dique de Gamazo.
Un abrazo.
Jajajaja ma dhérie, es que nos estamos dando unas raciones de mirar que vamos a acabar con otro michelín :-)
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