Pereza a esgaya me está dando el Caso Barneda. Y es que basta una meliflua parrafada de una señora a la que yo no conocía de nada y que por lo visto es presentadora de televisión en la que abunda en topicazos desmovilizadores y vergonzantes, en la que ha sacado del armario un dedo del pie izquierdo, parte de una oreja y dos rizos lateral-cabelleros para que vuelvan a redes y foros algunos clichés que uno piensa relativamente superados pero emboscados en esa mente social que "una voz, como Lázaro, espera que le diga Levántate y anda".
Uno de los manteas que más he leído estos días es el clásico "Yo no voy por ahí diciendo que soy heterosexual. ¿Por qué tenéis que ir por ahí exhibiendo con quién os metéis en la cama?" (Esto en múltiples versiones, algunas agresivas, otras desconcertadas, otras …).
Vayamos con el primer término del mantra, esa suposición de que los heterosexuales no van por ahí explicando su orientación sexual. ¿De verdad todavía hay quienes no se han dado cuenta de que incluso las más abiertas de nuestras sociedades, el más tolerante e integrador de nuestros entornos dan por sentado que todos somos heterosexuales? Me llama una amiga para anunciarme que se casa con su novio; voy al cine a ver una película romántica americana en la que Patrick se enamora locamente de Linda a pesar de que Linda está enamorada de Sean, Sean de Rachel y Rachel claro de Patrick, a ver una peli romántica francesa en la que Claude duda entre Marie y Greta, una italiana en la que Guido pone los cuernos a Rita con Sofia. Salgo a pasear a los perros y me encuentro al matrimonio del tercero izquierda del brazo por el sol y sin apuros. Recibo una llamada comercial en la que me preguntan amablemente si se puede poner al teléfono la Señora Mateo. Tropiezo con Tía Josefina que vuelve a preguntarme si ya tengo novia, a mi edad, mientras Tío Celestino ríe diciendo que para qué una novia, si seguro que tengo una morena, otra rubia y hasta una pelirroja por ahí. Voy a una conferencia con un amigo (joven) y una de las organizadoras me dice que no sabía que tuviera hijos tan crecidos. Etcétera. Y no es que yo vaya por ahí presumiendo de heterosexual, se lo juro. Pero nuestra sociedad es como es, y en ella se da por sentado que un chico, que una chica, son "normales", algo que no quiere decir que tengan dos ojos, o dos piernas, sino que son heterosexuales. Y esa presunción significa que a pesar de tantas cosas, y de tantos avances, las personas lgtb seguimos ausentes casi de forma absoluta en la educación, en los medios, en la calle, en las comunidades de vecinos, en el trabajo. Con la excepción de espacios-refugio en los que sí estamos presentes, omnipresentes, y a los que se acusa de ghettos, y pintorescas y ocasionales presencias en cine, televisión o literatura que obligarán a alguno de esos que no presumen de su heterosexualidad a decir que ya cansa, que no puedes ver la televisión sin ver maricones. Será que su aparato sólo sintoniza Mari-Channel 3. Porque yo pongo la tele y sólo veo heterosexuales hasta cuando veo a Hilario Pino.
Quiero decir que los heterosexuales no tienen conflicto alguno con su realidad y por tanto actúan con una naturalidad que niegan a los demás. Y que me parece estupenda, oye, pero de ahí a tener que reírles la gracia de "Yo no voy presumiendo por ahí de hetera" media un año luz. Vamos, que se exhiben tanto y entre tantos y por tanto tiempo que ya ni siquiera son conscientes de que lo hacen.
¿El segundo punto? Hace ya bastante tiempo que no me meto con nadie en la cama, así que no acabo de entender por qué si digo que soy gay o que un chico me parece atractivo la gente entiende que estoy enarbolando una bandera de mi vida sexual. El caso es que a pesar de tan alarmante inactividad, sigo definiéndome como gay y no como, por ejemplo, ameba. Y sigo insistiendo en la definición, porque no se trata de que presuma de cuántos chulazos me he trajinado y qué maromo me trajino ahora, sino que se trata de quién soy, de cómo siento, del valor que doy a mis emociones y a mis percepciones, del derecho ganado a lo largo de mucho tiempo de lucha, contra mí mismo y contra los demás, a decir sin tapujos ni eufemismos cómo quiero y a quién quiero. Y cuando la amable comercial me pregunta si se puede poner la señora de Mateo al teléfono decido a veces que no quiero seguir encerrado en el silencio letal que tanta veces nos envuelve y digo en voz alta "Javi, ¿quién de los dos es la señora? … Sí señorita, me dice mi marido que la señora soy yo. ¿Qué deseaba?". No, no quiero reírme de ella, no quiero escandalizarla, y hasta asumo que se limita a leer un protocolo dado por su empresa, pero a veces me apetece existir también durante un ratito, ya que tan a menudo me niegan y que a veces no me queda más remedio que negarme, aunque sólo sea por cansancio y me limite a decir "No, tía, no tengo novia".
(Continuará)
4 comentarios:
Uau! me ha gustado mucho!!
Te he conocido a través de Leopold Estapé.
Con tu permiso te voy a seguir.
Guauuuu, 1ro))me encantó como lo planteas y cuanta razón tienes!!!, 2do)acabo de leerte en Facebook gracias a un amigo de Galicia (yo vivo en Argentina), 3ro) me hiciste reir mucho, 4to) te sigo. Las sorpresas que te puedes llevar con la gente es infinita, hay quienes me conocen porque soy "mamá de un hijo gay" yo pensé que simplemente soy mamá...a lo sumo de dos hijos.
Abrazo gigante desde Argentina
Jaume, Mabel, encantado de encontraros por el blog que es vuestra casa siempre que lo queráis. Leopold como presentación es la mejor carta posible, y seguro que el amigo gallego también :-)
Un abrazo y nos vemos por las redes.
Publicar un comentario