jueves, septiembre 05, 2013

A LONG WALK TO SANTANDER



Hace ya algunos meses me tropecé de forma casual con LONG WALK, un CD publicado por la Deutsche Grammphon en el que sobre un fondo oscuro despuntaba el primer plano de un joven realmente atractivo que prometía, haciendo caso de las letras amarillas, un programa integrado por obras de Bach, Buxtehude y el propio intérprete. Puesto que Bach y Buxtehude son dos autores por los que siento una pasión especial, y porque como dijo con la lengua afilada una amiga me atraía tanto el intérprete como los compositores, eché un vistazo al disco.

La propuesta, recrear aquel largo viaje de Johann Sebastian Bach en busca de LA MÚSICA, en busca, como si se tratara de una gruppie actual, de la maravilla que sería poder escuchar a su ídolo, a Dietrich Buxtehude, al teclado de su órgano de Lübeck.  La propuesta incorpora algunos matices que la hacen especialmente interesante, habla de la utilización no sólo del piano sino también de diversos elementos y recursos electrónicos y de la incorporación de obras concebidas por el propio artista, Francesco Tristano, inspiradas por la poderoso imagen del viaje del joven maestro al viejo maestro que ya hemos soñado otras veces (¿Recordáis esa preciosa película francesa, Tous les matins du monde, en la que se nos narra el encuentro entre el joven Marin Marais y el Señor de Sainte-Colombe?).

Lo compré. Y tengo que confesar que me robó la atención desde los primeros compases, en el mismo momento en el que lo acoplé al reproductor. Uno tiene cierta predilección por las interpretaciones de corte historicista pero ante todo ama la música. Y Francesco Tristano mostraba musicalidad, dominio técnico, una comprensión lírica de frases, contrapuntos y ornamentos, a las que acompañaba de un perfume arrebatador a libertad, a capricho. Ese mismo perfume que uno percibe en las grabaciones de Glenn Gould. Ese perfume que da sentido al encuentro entre el Barroco, el Jazz y la Performance electrónica, estilos marcados en buena medida por la necesidad de improvisar, de recibir la aportación del intérprete y de la atmósfera definida por su comunicación con el público a los viejos pentagramas académicos. 

Me gustó mucho, y fue toda una sorpresa encontrar ese nombre, Francesco Tristano, en la programación de las actividades culturales previstas por la Universidad Internacional Menéndez Pelayo para su verano de 2013. 

Confirmé en el concierto todo lo que ya había aprendido acerca del joven músico luxemburgués. Aprendí su naturalidad, su desparpajo, su capacidad para integrar rituales y liturgias desde la propia puesta en escena. Así, a la vetusta imagen del teatro de CASYC y la soberbia estampa del Bösendorfer de la casa, la incorporación de sintetizadores y ordenadores portátiles o la propia vestimenta de Tristano, vaqueros, camiseta y americana, que le aproximaban vagamente a la idea de un modelo de Prada mejor que a la de un pianista de la vieja escuela. La ritualidad mezcló tres sensaciones, la del estudio de grabación en el que explorar sonoridades, la de la discoteca en la que provocar ritmos  y músicas capaces de despertar la emocionalidad salvaje del auditorio, la del concierto clásico en el que la dicción perfecta de los dedos de Tristano desgranando, una vez más, la compleja serenidad de Buxtehude y de Bach, nos invitaba a reflexionar y a sentir.

Siento gratitud por este concierto. Fue el milagro de la música en ebullición el que una noche, hace ya muchos muchos años me devoró en Reinosa y me abrió la puerta de un universo de placeres infinitos. Y es el milagro de la música el que cada cierto tiempo vuelve a morderme, me arranca otra vez el voto de la fidelidad a la música, a la Gran Música, tenga la forma que tenga, tenga el estilo que tenga, me recuerda que el sonido te puede acelerar el corazón, te puede invitar al recogimiento, es capaz de arrebatarte lágrimas. Que la Música te ayuda a vivir, te obliga a vivir, te invita a celebrar la vida. Y fue ese milagro, ese pacto, esa intensidad la que viví tecla a tecla, minuto a minuto, en el largo concierto en el que Francesco Tristano ejerció como Sumo Sacerdote de La Maravilla.

3 comentarios:

Amélie dijo...

Muy interesante entrada, Regino. Sentí curiosidad por Francesco Tristano y me metí en Youtube. Encontré una entrevista donde presentaba su disco Long Walk, y tengo que decirte que el chico no deja indiferente, brillante y sencillo a la vez. Añado que la misma entrevista la hizo con la misma naturalidad en francés, inglés y alemán... ¡una maravilla! y además guapo...lo tiene todo.
Un abrazo.

Rukaegos dijo...

Muchas gracias, Amélie. La verdad es que el disco me pareció magnífico. En cuanto al concierto, tenía muchas esperanzas puestas en el mismo y desbordó todas, una velada excitante.
Por cierto, también habla español :-)

Amélie dijo...

Ja,ja,ja, seguro que también italiano, con ese nombre.

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