Y aquí llega la segunda parte del poema de poemas que titulé "Historia del Ebro". Otros cinco, que siguen dedicados a la Frantic, claro. Y en los que volveréis a encontraros con Leo y con mi padre. Y de paso con Jorge Manrique. Del nacimiento al delta, el río como metáfora de la vida.
A la diestra el Daroca, el Iregua, el Jalón…
Los años eran cortos, los afluentes tantos,
tan diversas las aguas que manaban de rocas
lejanas e ignoradas y surcaban los pueblos
que nunca conocimos, que daban forma al vino
y al color de otras huertas, lavaban otras manos…
bajo la luz brillante de aquella estrella roja,
concebir otro mundo, un cruce de caminos
en el que los reflejos de nuestros rostros blancos
habrían de aprenderse en otros rostros blancos
al fundirse las aguas suavemente en las aguas
de otros dulces lenguajes de soledad y ausencia.
A la diestra el Alhama, el Huerva, el Guadalope…
la que entraba en el agua para arañar el légamo y los cantos
hasta arrancar de cuajo las raíces de las algas del río.
la que encontraba alivio en la piedad del agua dulce,
la que lava los cuerpos y los limpia. La que tal vez los salva.
Porque tu mano nunca se aproximó a este río
en el que yo bebí la vida de la tierra.
VIII. (Caudal)
buscan los hombres abrigo a tus orillas.
Bebes las sombras de sus casas de barro,
la altanería de sus muros de piedra,
sus herraduras de estuco delicado.
Bebes despacio las torres de sus dioses,
bebes la sangre de tantas tristes guerras.
la transparencia de la fuente primera
madura ahora, roja, marrón y verde.
IX. (Delta)
desde que el agua fría fuera urgencia
que parece imposible esta agua sabia
donde la vida vierte entre arrozales
una pereza tibia, la salada
mansedumbre de las aves que anidan
en los cañaverales del invierno.
el río despedirse de la tierra.
que va a dar en la mar, que es el morir,
lo aprendimos, hace ya tanto tiempo,
en los pliegos gastados de un poeta
de solar castellano y verso triste.
este caudal de azúcar con las ondas
templadas y saladas del mar viejo
que se inventara el pan y los olivos,
que se inventara el vino y la cerveza,
que inventara la sangre y con la sangre
fertilizara el suelo y diera fruto.
mi padre en este límite,
que contempló la muerte de este río
sagrado que aplacó su sed de fuego,
que lamió los sillares
de su estirpe dormida entre blasones
areniscos destinados al musgo.
los dos. Los dos se han ido.
Sumergiendo su furia en la implacable
certeza de la niebla, en la memoria,
en la mar de palabras que devora
cada noche sus cuerpos.
Tan callando.
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