viernes, septiembre 13, 2013

A LATE QUARTET, EL ÚLTIMO CONCIERTO


Amo la música, amo la poesía, amo el cine. Cuando los años avanzan y se van sedimentando las capas de decepción, de soledad, de ausencia, me han permanecido fieles, desvelando a cada nueva vivencia pliegues más hondos en los que buscar refugio y aprender, otra vez, la maravilla. Pensaba escribir regalando en lugar de desvelando , pero hubiera sido una palabra mentirosa. El encuentro con la música, el encuentro con la literatura, mis dos mayores pasiones, en menor medida el encuentro con el cine, han sido citas laboriosas, fruto de muchas horas invertidas, de mucho esfuerzo a veces, de una decisión constante de superar pruebas y continuar siempre adelante.

Por eso el cine que me interesa, que me interesa más, lo mismo que la música y la literatura, no es aquel de consumo fácil y masivo, sino aquel que me permite establecer un diálogo íntimo y emocionante, una aventura personal escrita con letra pequeña que de pronto se ve reflejada a veces, a veces cuestionada, en la pantalla. No voy a decir que una película me vaya a hacer mejor o peor persona, nada de eso, pero sí que algunas  películas me han ofrecido un espejo hermoso o terrible sobre el que construir una parte de mi propia identidad, que me han preguntado de forma pertinente y me han empujado a buscar las respuestas.

El último concierto, mala traducción que renuncia a los matices y polisemias del original A late quartet, es sin más una historia humana, demasiado humana. Un cuarteto de cuerda famoso, eficaz y de largo recorrido común, un violonchelista enfermo al que el diagnóstico de Parkinson obliga a abandonar la escena, desatando todo un contenido torrente de viejas vanidades, de rincones oscuros, en las relaciones de esos cuatro personajes condenados a ser, gracias a la música, uno solo. La música tiene, claro, una presencia protagonista, articulada sobre todo en torno al maravilloso Cuarteto Op 131 de Beethoven, pero también en torno a los diálogos, los ensayos, las vivencias, las clases magistrales, la propia vida de cuatro personas que no encontrarían sentido sin ella. La poesía se hace presente a través de diálogos contenidos, precisos, exactos, afilados ... necesarios. Y también de los silencios que acompañan a la cámara cuando se recrea en los gestos maduros y prudentes de los actores en esos siempre arriesgados primeros planos en los que un mero movimiento de cejas, una simple mirada, puede conmovernos. La poesía se hace presente en las interpretaciones magistrales, contenidas y exactas de Philip Seymour Hoffman y de Mark Ivanir, que rondan el milagro en el violonchelista de Christopher Walken y la viola/madre/esposa/amiga creada por Catherine Keener.

He llorado durante la película. He llorado sonriendo mientras reconocía mis propios miedos, mis propias pasiones, mis propias ausencias en la vida narrada de los cuatro personajes. He viajado con ellos hacia esa madurez que descubre lo esencial, que se enfrenta a la muerte, a la enfermedad, al misterio, al cansancio, también a la autenticidad y a la sabiduría simbolizadas por ese gesto de cerrar la partitura y tocar de memoria, sin red ni guías para la memoria y para el sentimiento. Más allá de la eficacia, del oropel, de la técnica, justo ante ese abismo al que sólo quienes viven con furia saltan.

Amo la música, amo la poesía, amo el cine. No sé cómo podría enfrentarme a mis fantasmas y a mis ya escasísimos sueños sin apoyarme en el alma poderosa de las artes como metáfora y ejemplo.Y por eso he amado de noche, de pronto, desde los primeros segundos, El último concierto. Porque me ha abierto puertas y silencios por los que he transitado hacia esa serenidad que de alguna manera está llegando.

Os dejo con la Canción de Marietta, de La ciudad muerta de Korngold. Un bello ejemplo de música y de poesía que en El último concierto  se hacía cine también, en esta misma hermosa voz, la de Anne Sofie von Otter.

http://www.youtube.com/watch?v=WN_vsAUEE8s

1 comentario:

Amélie dijo...

Con esta entrada tan apasionada sólo nos queda aprovechar el fin de semana para ir a ver la película.He visto que la ponen en la filmoteca...además me encanta la actriz Catherine Keener.

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