miércoles, febrero 06, 2013

ALGO HUELE A PODRIDO EN DINAMARCA


Saturados. Al borde de la muerte por asco. Al límite.

Resulta difícil hablar de la burbuja de porquería que ha estallado, parece que por fin ha estallado. Y ojalá que este estallido público pueda servir para iniciar un camino diferente, para que una sociedad que ha estado demasiado callada, unos ciudadanos que hemos estado demasiado callados, y que tantas veces, por no decir todas, hemos mirado a otro lado, consentido, votado a los peores, a los más sucios. Y hasta hemos calificado de imbécil al político que se retiraba a su casa sin constancia de robos. Aunque soy pesimista, y me temo que en el país de Lázaro de Tormes si al fin hay una reacción será gatopardesca: que todo cambie para que todo siga igual.

Sorprenden, o no, ciertos mohínes de ursulina escandalizada, como si la corrupción nos hubiera pillado por sorpresa, un poco con el gesto de aquella brillante Marlene Dietrich en Vencedores o vencidos proclamando ante Spencer Tracy el mantra sanador "No lo sabíamos". Sí lo sabíamos. Ni siquiera lo sospechábamos: lo sabíamos. ¿Es que no veíamos los fajos de dinero que circulaban a nuestro alrededor sin explicación, no contemplábamos la especulación y el enriquecimiento veloz de tantos, no presenciábamos recalificaciones, adjudicaciones, oposiciones, tratos de favor, comidas en malas compañías, privilegios?. ¿Es que nunca hemos preguntado por algún conocido en un tribunal público, en una lista de espera, en un negociado? Hemos tolerado la corrupción, como una especie de mal obligatorio, justificándola con silencios y con discursos. Lo hemos hecho cuando las cosas iban bien y cuando tal vez muchos, secretamente o no tanto, esperábamos que algún día la varita mágica nos tocara cargada de dineros sucios bastantes para varias generaciones de los nuestros.

Me escandaliza ese otro mantra al que nos han querido acostumbrar, ese de que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades. No es cierto para una gran mayoría. Pero sí lo es que hemos consentido que quienes han tomado el poder, los poderes, al asalto, como si dieran rienda a una decisión divina y sin más mérito que ese, vivieran más allá de los límites de la decencia. Y los hemos admirado y premiado por ello.

Pero hoy, ante la dura realidad de una crisis que han provocado ellos con sus propias miserias, trampas y robos parece que empezamos a reaccionar en el lugar que nos gusta para nuestras proclamas más intensas: en las barras de las cafeterías, los transportes públicos y los mostradores ¡oh, sacra eficiencia hispana! Y aunque continuamos empeñados en el "Yo no" (y hasta puede que en algunos casos sea cierto), en el "Nosotros no" y en un pestilente "Los míos no", sean los míos compañeros de partido, de asociación, de calle, de profesión, parece que una cierta conciencia del desastre, del escándalo, se va abriendo camino.

Cierto, más allá de esa sociedad ausente y consentidora, hay responsabilidades concretas por hechos concretos. Muchos, comunes, demasiado normales y demasiado aceptados, pero no universales. Puede que ni siquiera mayoritarios. Y no es justo, tampoco es justo aunque forme parte también de la idiosincrasia nacional, la descalificación global en la que nos llevamos a todos y a todo por delante. ¿Vamos a dejar que sean la melancolía, la rabia, la desafección el único horizonte? ¿qué peligrosas puertas vamos a abrir, a qué peligrosas bestias vamos a llamar con ese nuevo reclamo?

En todos los niveles, en todos los espacios sociales y políticos, España se encuentra hoy en una encrucijada bien delicada. Hay salidas, hay capacidad para reaccionar, opciones para corregir el rumbo. Aunque puede que quienes hoy detentan el poder, los poderes, prefieran no darse por enterados, esperar a que amaine un chaparrón que tal vez, ojalá, no lo haga. No darse por interpelados y optar por mirar sus cómodos ombligos, vivir en sus círculos cerrados y autorreferenciales, permanecer sordos y ciegos ante la realidad. Responsabilidad especialmente suya es lo que está ocurriendo. Responsabilidad suya, exclusivamente suya, será lo que venga si no hay una voluntad clara, severa, me atrevería a decir puritana, de arrojar lejos la apestosa fruta podrida que nos ahoga, de abrir las ventanas y dejar que corra el aire, de establecer marcos claros, limpios y transparentes.

Nunca deberíamos haber llegado hasta aquí. Pero es lo que ahora tenemos, lo que ahora tenemos que enfrentar con la cabeza fría y sin temblor en las manos. Cirugía. Ya. Nos estamos jugando tanto que no quedan más opciones: Tiene que llover a cántaros.

6 comentarios:

BRUNO dijo...

Ya solo queda el exilio.

Rukaegos dijo...

Definitivamente. Exterior o interior.

BRUNO dijo...

El interior hace mucho que lo siento.
Solo lamento no ser más jóven para largarme cuanto antes.

Maria1462 dijo...

Hace ya 3 años largos, que mi hijo cursando 2 año de las carreras de filología inglesa y traducción e interpretación en la universidad de Salamanca, dio un giro y se exilio a Londres a estudiar una nueva carrera, con gran disgusto por mi parte, hoy tiene un trabajo estable allí y próximamente se graduara en la universidad Brunel. Si se hubiera quedado en España, estaría con 23 años engrosando las listas del paro o aumentando su formación que no siempre es lo mejor. Hoy le tengo que dar la razón que en su momento le negué, pensando que era un error.

BRUNO dijo...

María 1462:
Fué inteligente en esa decisión, por dolorosa que fuera.
Yo no volvería ni de vacaciones.

Rukaegos dijo...

Volver ... ¿para qué? En este preciso momento de mi vida no estoy seguro de si tengo edad ya para liberarme de ataduras y marcharme de aquí, sé que si no logro hacerlo o no soy capaz de tomar la decisión, al menos un día mis cenizas se esparzan muy muy lejos de aquí.

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