Si es lo que yo les digo siempre a las maritímidas que siempre se ruborizan ante la simple idea de hacer un poco de manifiesting de fin de semana para añadir unas gotitas de sudor propio a las mareas ajenas y diversas que recorren los Madriles con motivo del Orgullo lgtb. "Pero, a ver cari, ¿te crees tú que las televisiones y los fotógrafos no tienen nada mejor que hacer que buscarte a ti, precisamente a ti, para convertirte en portada entre el millón de chulazos y chulacísimos profesionales que se esperan?".
Y claro, uno es que tiene amigos estupendos y monísimos y comprometidísimos (y todo hay que decirlo avergonzadísimos y con unos armarios de IKEA de super-design pero cerrados a cal y canto). Pero también es verdad que incluso los tirando a monos, que los hay, y hasta los que empezaron hace cinco minutos a ir al gym del barrio y se encuentran en periodo pre-chulazo tienen poco que hacer en dura competencia con los duros maromos orgullosos que lucen poderío de carroza en carroza y que tanto molestan a los cretinos de Intereconosuya y a la López-Michelines. Y es que la prensa, tan objetiva siempre ella, tiene la costumbre de pasar de largo entre las pancartas y los colectivos, y cual mediáticos salmónidos remar corriente humana arriba hasta llegar al primer culo pajarero que localicen, y allí, de entre el millón de asistentes y asistentas (por si va Bibiana en la pancarta hay que tener cuidado con este momento) vestiditos de verano pero corrientuchos, con sus camisitas y sus canesúes, ponerse ciegos a tetonas siliconadas de trans brasilera, tetonas siliconadas de chulo musculoca y tetonas no siliconadas pero igualmente oxigenadas de bollo militar. Que es lo que les gusta. No van a dejar que un río de normalidad les destroce el escándalo ... ¿o sí?
Así que si mis mariaconsejadas tienen miedo de que amigos y familiares se enteren de lo que sin duda ya saben hace muchos muuchos años, no hay cuidado. La manifestación del Orgullo es un lugar seguro en el que perderse para gritar consignas, reivindicar derechos, bailotear a gusto y soltar el cuerpo sin que nadie se entere. Mucho más segura, dónde va a parar, que las noches en el Colilla, el Dragón o el Trovador, donde seguro que al entrar o salir hay una vecina fisgona e impertinente recién salida de la adoración nocturna a la que le falta tiempo para decirle a mamá al día siguiente, en mitad de la partida de cinquillo, "Ay, Cuquina, que ya vi ayer a tu niño metiendo mano a un morenazo con pinta de macarra rumano delante de un sitio de esos de ya sabes, bueno de gueises o como se diga, de maricones que eran en mi tiempo vamos. Qué gusto que por fin haya salido del chiffonier o del armario o de donde tenga que salir. Estarás orgullosa, Cuquina, no es para menos". Mientras Cuquina se va poniendo por momentos de cada color del arco iris y destilando veneno por la boca, intentando no decir a la santa informadora que no sabía nada de los gustos del niño, como la vecina seguro que no sabe que a su hija se la trajinó el mes pasado todo un barco de la OTAN que la confundió con un campo de maniobras.
Y no van a salir en los medios por chulas y menos por militantas. ¿O sí?
El caso es que Rukaegos pisó su primer Orgullo mediados los 90. Cuando todavía andaba medio cortadillo y pendiente de autointegración controlada. Pero como la manifestación y él coincidieron por la Calle de Alcalá, llena de nardos enhiestos y almidonados, cuando andaba por la capi para asistir a un Curso de Verano en El Escorial titulado (lo juro) "El sexo en la boca del poeta", destinado a analizar tradiciones y modernidades en aquello de la poesía erótica, pues no quedó otro remedio que fraguar el encuentro.
No se vayan a creer, los orgullos de entonces no eran como los de ahora. Cinco o seis mil personas sin carrozas y con carrocerías bastante más discretas, con batukada rítmica, eso sí, que terminanban en la Puerta del Sol con besada de protesta. Pero como me pillaba a mano, me introduje con cuidado delante de la batukada y empecé a mover caderamen hasta finalizar el recorrido.
Llegó el turno de la besada y yo, que había ido solo, fané y descangashado, me dispuse a esperar y aplaudir mientras varios miles de labios recalentados y comprometidos se buscaban a mi alrededor. De pronto apareció él, con su aroma viril de Patrichs, un tiarro de unos 30, guapo hasta la extenuación, hermoso y rubio como la cerveza, y tan desparejado como el menda. Se acercó sonriendo, me agarró del caderamen y me plantó un largo beso militante. Terminada la acción me guiñó el ojo, me dijo "Gracias, pensé que mi iba a tener que marchar sin darle el beso a nadie" y desapareció entre la multitud.
Me levanté a la mañana siguiente sospechando que todo habría sido un sueño. Hasta que al llegar al Escorial un poeta amigo con quien había quedado para el curso me espera Diario 16 en ristre y cara de sorna diciendo "vaya que no pierdes el tiempo tú ehhhh". Y es que allí estaba yo, comiéndole los morros al rubio en plena página seis a tres columnas, ilustrando el final de la besada y con él, de la manifestación. Menos mal que mi madre por entonces leía el Diario Montañés.
Años más tarde, allá por el 2000, mucho más suelto y visible para horror de la madre lectora del Diario Montañés que, por suerte, tampoco veía las noticias de Antena 3, recibí una llamada al móvil (en cántabro telefonucu) de mi hermana Pequeño Monstruo. "Oye, Rukaegos, ¿por casualidad no estarás en Madrid, verdad?", "Pues sí, Pekemonster, ¿por?" "Pues por nada, que le estaba diciendo yo a mi novia Brutus que el de la camiseta verde que está ahora en primer plano en las noticias de Antena 3 eras tú, pero cuando te llamé y cogisteis los dos al tiempo ya no nos quedó duda. Por cierto, el morenazo sin camisa que te tiene tan agarrado del caderamen no es de Santander, ¿verdad?".
Fue el 2004, cuando mi madre ya leía El Mundo (hijo ilegítimo del Diario 16 de Pedrojeta) y veía los informativos de Antena 3 porque todos los demás eran un nido de rojos, el año que tuve que dar gracias por que mi madre no leyera habitualmente La Vanguardia. Había estado Rukaegos en el Orgullo 2003 con una camiseta sin mangas monísima (qué bien me estaba sentando lo de los dos años de corrido al gym, señor de los espacios infinitos) de una marimarca más bien transgresora, AYOR, y unos piratas fresquitos y estupendos para no pasar demasiado calor bajo el plomizo sol de julio, cuando decidió acercarse con el veinteañero colombiano canela y sabrosón que se le había acercado la noche anterior en quién sabe qué antro a la interminable bandera de los seis colores que hacía falta levantar. Y allí levantar por las puntas el principio del color azul y con el colombiano detrás listo para colaborar en el orgulloso vaivén.
Nada fuera de lo normal. Si no fuera porque el enero siguiente, La Vanguardia decidió publicar antes de las erecciones generales una serie de reportajes sobre las cuestiones pendientes en la agenda política tras ocho años con el Aznar pegado a la Botella. Y entre las pendientes, claro, una titulaba "Los derechos de los gays" (qué manía tienen los periódicos de olvidarse de las lesbianas, coño). Supongo que a estas alturas ya estarán suponiendo quién ocupaba en exclusiva (con unos brazos de cumbia por detrás) el plano corporal de la foto con la que se ilustraba el tal reportaje.
Pero yo a las maritímidas del principio les sigo diciendo que es totalmente, pero TO-TAL-MEN-TE imposible que nadie se entere de que están en la manifestación del Orgullo si no dicen nada en casa. Al fin y al cabo yo he estado cinco años y sólo he sido portada en tres.
Feliz y TRANSformador Orgullo LGTB 2010 para todas y para todos (que sí que estuvo Bibiana).
1 comentario:
Ya veo cómo te lo pasas entre reivindicación y reivindicación.
Me gusta la rumba del video.
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