Como si fuera la primera vez que las palabras de Ramiro Pinilla se imponen a mis ojos, voy pasando las hojas con la avidez de quien quisiera apoderarse en un instante del mundo fabuloso que el escritor vizcaíno propone y con el temor de quien espera ese momento terrible que llegó tras un par de días esta misma mañana, el de cerrar el libro y seguir necesitándolo.
Frente al estilo deliberadamente descuidado de Pinilla, frente a su capacidad para construir personajes e historias de escala fabulosa, me siento como un adolescente inseguro, fascinado, al que los labios le tiemblan. Fue el primero el encuentro con la trilogía monumental "Verdes valles, colinas rojas", la saga que recorre con una mirada aguda e irónica a un tiempo todo un siglo de historia vasca a través de la experiencia, el sueño y la frustración de tres familias. Entre el conflicto perenne de lo nuevo y lo viejo, de las sacrosantas tradiciones que se perderían en la bruma del mito contra la arribada de nuevas personas, ideas, credos, Pinilla trata de explicar la construcción de un imaginario obrero y nacionalista que al fundirse podrían dar forma a la germinación de la violencia. Pero que desde luego va mucho más allá, hasta convertirse en uno de los grandes monumentos narrativos de la novela en español del S.XX.
Vino después la reedición de "Antonio B. El Ruso", la nueva entrega de "La higuera" como parábola feliz sobre la culpa, el libropueblo con "La gran guerra de Doña Toda" que me regalara el propio Pinilla. Y ahora, "Las ciegas hormigas", la novela que le valió el Nadal de 1960 y que por desavenencias e intrigas varias había estado secuestrado por Destino hasta la intervención redentora de un sello, Tusquets, que se ha convertido en la casa de papel de don Ramiro.
No ha perdido actualidad, frescura, esta historia terrible que se desarrolla junto a los acantilados de La Galea, en Getxo, y que nos habla de la decisión y de la miseria, de la furia y la fatalidad, de personajes ahogados por el peso de una realidad que no les permite crecer, vivir, más allá del afán cotidiano de la supervivencia desnuda. La tragedia de los Jauregui, la suma de episodios terribles que se van sumando en el breve espacio de unos pocos días, nos encadena a las páginas, nos conmueve a veces, nos aterra otras, nos deja sin respiración siempre, sin un momento para el descanso o el alivio a medida que las voces corales que van narrando el episodio van desvelándonos nuevas facetas del sacrificio. La dureza de la vida y el entorno de los Jauregui es tal que deseamos salir de allí, que por momentos nos obliga a aborrecer a los mismos personajes que sus prójimos de papel, los mismos que más habrán sufrido sus acciones exculparán o explicarán.
Sabas Jauregui como patriarca del clan rematará la novela explicando a Ismael la ciega determinación de las hormigas, que se resignan a superar cada osbtáculo, que desde su pequeñez saben que sus esfuerzos caerán en el vacío las más de las veces pero aun así son capaces de continuar trabajando con una furia inexorable que persevera en la lucha.
La muerte del desgraciado Fermín, la degeneración de Pedro, la tenacidad animal de Sabas, los ojos despiertos del Ismael que crece y abandona la dulzura adolescente, la pequeña Nerea que construye su propia tragedia privada al intentar salvar a tres gatitos de la muerte segura a la que la miseria familiar los ha condenado, la egoísta mirada de la abuela, la mirada seca de Josefa, las andanzas irresponsables de Bruno o el sacrificio pequeño pero no menos terrible de Cosme. Paisajes y experiencias que a través del papel van penetrándonos en la memoria y el alma hasta convertirse en parte de nuestra propia historia.
Sé que son muchas las experiencias felices que le debo a la Universidad Internacional Menéndez Pelayo. Pero seguramente una de las más grandes, puede que la mayor, fuera la oportunidad de conocer y acompañar a Ramiro Pinilla cuando impartió un seminario sobre su obra y compareció ante el público de los Martes Literarios. Porque la honestidad vital e intelectual de Pinilla, su compromiso loco y constante, la hermosura de sus libros forman parte de esas pocas luces que nunca dejan de brillar, de acompañarnos, en nuestro camino.
3 comentarios:
Sabía que Ramiro Pinilla era uno de tus autores más queridos.
Te confieso que es uno de los escritores a los que debo de acercarme más.
Será un buen momento de volver a "Las ciegas hormigas"
Te voy a hacer caso y voy a ir a la biblitoeca de Marcano a cogerme el libro. Y eso que has rozado el spoiler...
Como no me guste, prepárate.
Ya en clase nos habias creado el interés en la lectura de este y otros libros.
Me tienes como seguidora interesada en lo que tú tambien escribes y dices.
Felicito asimismo a quien pone las fotos que junto a los comentarios,son un añadido artistico.
Cultura y Arte. Bieeenn
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