lunes, junio 23, 2008

COLORES EN EL AIRE

Durante algún tiempo mi padre anduvo en busca de la piedra filosofal. Solía haber canarios en casa y como en tantas otras ocasiones, cuando llegaba el tiempo de la cría, los ojos de mi padre regresaban a la niñez y ponía todo su empeño en criar en la cocina de casa algunos pajaruelos. Hay que decir que sin demasiada maña, ya que sólo recuerdo un canario, de color amarillo pardusco, que sobreviviera de entre todas las nidadas caseras.
De vez en cuando salíamos a pasar las tardes soleadas de mayo y junio por las praderías campurrianas a recoger moras, setas, manzanillas, andrinas, avellanas ... Y a colocar una pequeña trampa para atrapar jilgueros, cuando la posibilidad de cruzar un jilguero silvestre con una de nuestras canarias se había convertido en el máximo sueño científico de mi padre. Todavía hoy pensar en el más hermoso canto de los pájaros supone evocar sus palabras sobre el mágico instrumento con que al parecer la hibridación dotaba al pajarillo resultante. Una canción frágil, dulce e insistente que algún día habría de hipnotizarnos.
Sólo una vez cayó un jilguero en la trampa. Y sólo una vez mi padre renunció a su sueño, abriendo la jaula y dejando que escapara el pequeño colorín alegando que sería una hembra.
Al mediodía, bajo el sol, entre las hortensias que señalan las pindias escaleras a mi portal, revoloteaban dos jilgueros. Nunca los había visto en Santander. Nunca los había tenido tan cerca. Nunca había experimentado ante dos pajarillos juguetones esa sensación de maravilla.
Por un momento, me sumergí en la infancia. Me olvidé del asfalto y las prisas y los humos. De política y políticos, de tristezas y cabreos. Y me detuve unos segundos junto a las flores, contemplando embobado el revoltoso aleteo de los dos colorines hasta que al fin cogieron impulso y reemprendieron sabe dios qué camino.
Y es que hasta en Santander algunas veces la belleza nos rompe.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Reconforta de vez en cuando hacer una pausa para contemplar la belleza de lo más efímero.
Abrazos

Alfonso Saborido dijo...

Qué post más bonito, a mi una vez si por poco me pegan un tiro por defender a un gorrión, algún día lo contaré.
Me has recordado a Joselito, un canario que tenemos en la radio, pero me da una pena verlo ahí metido en su jaula.. ajú

Rukaegos dijo...

Los jilgueros del post deben de ser bloggers, porque creo que han plantado el nido al lado de casa: ahora los veo (y escucho) todos los días :D

Anónimo dijo...

Es difícil lograr que un colorín (o sietecolores, que también así se les denomina en Cantabria) se las apañe con una canaria, o viceversa, porque, según tengo entendido, unos copulan en el aire y otros sobre firme (o sobre las ramas de los árboles, que no son tan firmes cuando las mece el viento). No sé lo que tendrá de verdad, a mí me lo contaron de pequeño. Conseguir un mixto es una especie de quimera al alcance de criadores que inseminan a unas u otras.

Saludos,

serrón

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