Lleva algunos años la Sociología Clínico-paranoide entregada al estudio del microbicho bautizado por el desprestigioso investigador de la Universidad de Jarvar-Cete, Epitelio Martínez como Toxina Infinita Socio Infecciosa Sucia (T.I.S.I.S.), de aspecto y costumbres similares a la Porculera Común, la Mamarracha Atroz y, sin duda, a la Rencorosa Parásita Tropical.
La intensidad del estudio desde que se consiguió identificar y catalogar una cepa especialmente rabiosa de TISIS en una Comunidad de Vecinos de Tallahassee y otra un poco menos violenta alojada en el Club Náutico de Torrelodones ha producido avances tan destacados como preocupantes, una vez enunciado el Primer Principio Etológico de la Toxina, conocido también como Ley Universal de la Toxina: Allí donde hay una organización social, habita un número de toxinas directamente proporcional al número de componentes de la misma e inversamente proporcional a la cantidad de neuronas activas de los miembros. Por su tendencia volátil y sinsustancia, y gracias al Segundo Principio, el de Volatilidad Ascendente de la Toxina, tienden a vivir como vecinas pelmas de la dirección, al tiempo que sueñan (Principio de Iznoguz) en ser dirección en vez de la dirección.
Puesto que sus contenidos cerebrales tienden al conjunto vacío, se ven a sí mismas como salvadoras de la humanidad, puesto que desmiente su comportamiento de rémora pegajosa con el poder, para ver qué atrapa más allá de sus posibilidades. O sea, cualquier cosa.
En la defensa de su mamandurria nutricional, tienden a erigirse en guardia pretoriana arrugada del jefe o de la jefa, mientras con las patas de atrás afilan los cuchillos para cargarse al jefe, o a la jefa, y pegajosearse al sucesor. O a la sucesora. de la misma manera, gruñen a diestra y a siniestra, enseñan los dientes y , muy democráticas ellas, te consideran majete si piensas lo mismo que ellas, que a su vez piensan lo que la superioridad diga que piensen, y tratarán de echarte todas las zancadillas del mundo por si te arrimas demasiado a sus territorios de caza y les arrebatas la prebenda en curso. Si por el contrario, no piensas lo que la superioridad manda que piensen, tratará de morderte hasta hacer sangre, con técnicas depuradas y diversas: Si criticas a la superioridad serás traidor fementido, te acusarán de no ser demócrata y de no asimilar los resultados electorales que correspondan; si por el contrario, a pesar de ser crítico con la amada superioridad aplaudes alguna decisión o gesto que te satisfaga, serás un trepa, un hipócrita y sobre todo de los sobre todos un adulador, con tonos melodramáticos demodés y desaforados a lo Pola Negri, pero en feo.
La lucha contra la T.I.S.I.S., pues, y siempre según el doctor Epitelio, exige hoy cursos de salud pública, rogativas a Santa Hildegarda del Palomar y sobre todo paciencia, mucha paciencia. Asco, mucho asco. Y sobre todo risas, muchas risas.
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