De aquellos terribles días del otoño de 2010 creo que voy a tener siempre una memoria precisa y una gratitud grande. Recuerdo por ejemplo que aquel tipo desnortado, incapaz, estupefacto en el que me había convertido llamó por teléfono a Carmen Uriarte para darle la noticia de que Leo había muerto, y le preguntaba si podía hablar con Alberto Pico y con las monjas del Pesquero para poder celebrar allí un rito en su memoria. Frente a mi parálisis, en menos de media hora Carmen se había arreglado para salir a la calle, había hablado con monjas y cura y tenía todo, absolutamente todo listo y me preguntaba a dónde tenía que ir de inmediato para encontrarse conmigo y llorar conmigo.Y es que si Carmen tiene algún defecto es el de vivir con un corazón demasiado grande, demasiado generoso.
La había conocido hacía algunos años, a poco de afiliarme al PSOE de Cantabria. Para los amigos que al final me habían convencido para incorporarme al partido, Carmen, como Ángela, como Clarita, era toda una institución. Hablar de ellas era hablar con cariño, admiración y respeto de mujeres luchadoras, comprometidas con las que siempre se podía contar. Y es que Carmen siempre estaba allí, allí cuando se torcían las cosas y había que echar un par de juramentos, allí cuando queríamos celebrar nuestra amistad, nuestro camino en común y algunas pequeñas victorias, estaba en las manifestaciones y en los duelos, estaba en la calle, en la organización de la estrategia. Sin renunciar nunca a estar también en la cocina, en la casa, en la familia, un poco como esa Teresa de Ávila que tenía tiempo también para tropezarse a Dios entre los pucheros.
Carmen es pura energía y pura bondad. Una mujer que tiene como principal orgullo y patrimonio el de ser hija y nieta de pescadores, el de ser una mujer de origen humilde y convicciones firmes y elevadas. El de ser esa luchadora que se marchó con Silvio a Alemania para buscar un futuro mejor, un trabajo mejor, y allí estuvo en asociaciones de inmigrantes españoles y trabajando en una fábrica siderúrgica. Cuando regresaron a España, a su Santander marinera, a su Barrio Pesquero, se echó a la calle con un compromiso total con el incipiente movimiento vecinal, y desde la Asociación de Vecinos de Los Arenales trabajó para ayudar a la gente, para mejorar las condiciones de esa zona llena de gente humilde y trabajadora que entonces era el Finisterre de la ciudad, y así ha estado, sin renunciar nunca a sus principios, sin humillarse nunca ni claudicar ante los poderosos, sin dejarse comprar, sabedora de que lo único que tenía para vender era su dignidad y no había precio que pudiera pagarla.
En estos días en que dicen que las ideologías no sirven, me reconforta saber que en las listas del PSOE para el ayuntamiento de Santander va como número cuatro una mujer de izquierdas, de esas izquierdas mamadas a golpe de vida y cocinadas a fuego de corazón, desde esa fe profunda en la igualdad, en la dignidad, en la solidaridad, en el compromiso por las personas y la rabia contra aquellos que no creen en nada que no sean su poder, sus intereses y sus bolsillos estén donde estén. En estos días en los que se crea tanta confusión sobre castas y descastadas, pensar en que puede llegar al ayuntamiento Carmen Uriarte, desde la calle, desde el esfuerzo cotidiano año tras año, llevando la voz de los trabajadores y de las trabajadoras, de las mujeres, de los vecinos, hace que me renazcan ilusiones adormecidas.
Carmen es fuerte, transparente, incendiaria a veces, acogedora otras. Sé que hará cuando llegue al ayuntamiento lo que siempre ha hecho, darlo todo. Y esa seguridad me hace pensar en lo distinto que sería todo con menos zánganos y más Mariuris en la política, en las instituciones.
Creo que era Bertold Brecht el que escribió aquello de que "Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años, y son muy buenos. Pero hay los que luchan toda la vida, esos son los imprescindibles". Creo también que si el poeta hubiera conocido a Carmen Uriarte, habría terminado diciendo "Hay mujeres que luchan toda la vida, esas son las imprescindibles".
Sí, claro que sí, claro que no albergo la menor duda: Carmen Uriarte sí me representa.
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