martes, octubre 28, 2014

CUATRO AÑOS SIN LEO


No sé quién fue el que dijo aquello de que nadie muere mientras se le recuerda, así que de alguna manera Leo se ha convertido en un ejercicio de memoria, una presencia constante que aflora cada día en sus fotos, en sus sonrisas, en la ropa que continúa en los cajones, en su lado de la cama, en las canciones que lo recuerdan bailando en algún pub y en las que después de su muerte asocié con el vacío.

Muchas veces he tenido la sensación de haberle fallado. De que podría haberle ahorrado uno o dos disgustos, de que tal vez hubiera sido posible evitar o retrasar lo que resultó al final inevitable. Podría haberle dicho más veces "te quiero", quizás podría haber adelantado el viaje a Roma para que otro sueño llevara la muesca de "cumplido". Y hasta ahora, en este ejercicio sofocante a veces de memoria que no ha llegado a ser ese abismo de la depresión pero lo ha rondado tanto tiempo en ese estado que yo mismo he intentado definir como "tristeza de baja intensidad", tengo la sensación de fallar, de no ser capaz de asentar con suficiente fuerza el recuerdo. ¡Si hasta me he equivocado este año y he pensado que Leo había muerto hacía tres años cuando en realidad fue hace cuatro, como si no fuera capaz de alejar de mí aquel momento terrible en el que colapsó entre mis brazos más o menos a las cinco de la mañana de ese 27 de octubre de 2010!

La vida sigue. De vez en cuando hasta brilla. A veces se transforma en palabras que acabo llevando hacia un poema, otras veces en recuerdos felices de caricias y momentos. Algunos días reina en mis pensamientos el agradecimiento hacia quienes hicieron posible que Leo y yo estuviéramos juntos; otros, sin embargo, el rencor y el enfado que nunca se morirá acerca de quienes nos engañaron o se rieron o nos dejaron de lado, de quienes pusieron cara a la xenofobia y la intolerancia. Siempre los primeros besos, la primera comunión de los cuerpos, ese viaje soñado a París que tanto anhelaba.

¿Qué importará a nadie este dolor tan pequeño, tan insignificante, en medio del dolor del mundo? Seguro que muchos o sol estaréis preguntando. Probablemente tendréis razón. Pero si pierdo este inútil trabajo de quererle que ya no necesita … ¿para qué sirvo?

4 comentarios:

DANDOESTOPA dijo...

Precioso y triste.... pero como tu bien dices...:"Nadie muere mientras se le recuerda", y también:"La vida sigue. De vez en cuando hasta brilla. A veces se transforma en palabras que acabo llevando hacia un poema, otras veces en recuerdos felices de caricias y momentos." Seguramente LEO te esta cuidando a ti desde donde quiera que este.... nunca le olvides... disfruta de los maravillosos momentos que compartisteis... un abrazo muy fuerte y mucho ánimo!!!!

Alfonso Saborido dijo...

Leo vive, tú te encargaste de darnos a conocer. Compartimos aquellos malos momentos, pero también compartimos buenos. Yo también me lío con las fechas, en el fondo, siempre me parece ayer. Me niego a que el tiempo me borre los detalles de los recuerdos. Abrazoooos

Mabel dijo...

Me quedé con las lágrimas corriendo por mis mejillas cuando leí este post y me fuí hasta ese 2010, recorriendo desde Diciembre donde haces un balance hasta Octubre que falleció Leo y te comprendo tanto, porque yo perdí a mi amado esposo muy joven, pero me quedaron dos hijos que me dieron mucha fuerza. No dejes nunca de recordarlo. También leí los comentarios donde alguien te cuestiona porque escribes ni bien Leo partió. Para mi también la escritura es terapia y es liberadora y cada uno pasa su duelo a su manera, lo bueno que hayas encontrado la forma de ocupar tu tiempo y tu mente.Recuerdas que soy Argentina?, cuentas que a Leo le gustaba Nacha Guevara, que bueno!!! . Creo que él ocupa un lugar importante en tu corazón, fue parte de tu vida y aunque el tiempo traiga nuevas voces, nuevas personas, él siempre estará ahí y cobrará vida cada vez que lo recuerdes. La confusión con las fechas nos pasa a todos.
Abrazo enorme con mucho amor y calor de mamá.
Mabel

Luis Jorde dijo...

Como siempre, pongo el toque petardo...yo sabía que eran cuatro años, pero mi infinita discreción me impedía corregirte.
Tú tranquilo, que si te hemos soportado cuatro años con esa "tristeza de baja intensidad", lo haremos hasta que dentro de cuarenta estés de subidón por las pastillas para los achaques que ya toquen, y Leo siga vivo porque a él sí le recuerdas, aunque ya no te acuerdes ni dónde tienes que ponerte los calcetines.

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