El próximo lunes, 4 de agosto, inicia su andadura el 63º Festival Internacional de Santander, con la presencia en la Sala Argenta del Palacio de Festivales de Cantabria de John Eliot Gardiner dirigiendo a sus míticos conjuntos English Baroque Soloists y el Monteverdi Choir y un precioso programa que incluirá la cantata de Bach Christ lag in Todesbanden BWV 4 , el Stabat Mater de Domenico Scarlatti y ese salmo espectacular, vibrante y bellísimo de Händel que es el Dixit Dominus.
Atrás queda, va quedando, ese momento en el que las mismas autoridades y poderes que consintieron, sustentaron y justificaron una dirección errática que a punto estuvo de acabar con el evento decidieron el relevo. Atrás su pueril convencimiento de que la transición se haría de manera elegante y pacífica, sin que El Fraile Infinito organizará alguna de sus viejas marrullerías para intentar perpetuarse hasta el segundo advenimiento. Atrás van quedando también las polémicas impresentables del año pasado, los rifirrafes sobre cancelaciones, impagos, responsabilidades, desapariciones carpetovetónicas (carpatovetónicas más bien). Atrás las acusaciones cruzadas y las amenazas de demandas judiciales de las que tantos queremos saber y nada se sabe. Ni siquiera si llegaron a presentarse, supongo que en un ejercicio de ejemplar transparencia pública.
Y llega, tocado por la vieja desastrosa gestión, la inicia pública y los recortes justificados en la crisis (y en que a la cultura de verdad, la de las torturas de toros, no se le puede tocar ni medio céntimo), pero no hundido y hasta portando por fin algunas luces de esperanza, el segundo festival dirigido por el flautista y director Jaime Martín, que sin duda nos mantendrá atentos y ocupados durante cuatro semanas.
Ya desde los primeros avances de la programación confieso haber sentido una sensación en cierto modo agridulce. La parte que menos me convence, la sensación de que no hay un proyecto claro, personal, al menos no se ha presentado al público, que permita reverdecer laureles e individualizar de verdad y con fuerza Santander entre los grandes eventos culturales veraniegos. O lo que es lo mismo … aparte de la sempiterna afirmación de que se busca la excelencia y de nuevo la sensación de que se trata solo de rellenar fechas de forma aleatoria con las propuestas de artistas y agencias ¿qué es exactamente el Festival Internacional de Santander?
En todo caso, asumamos que el no proyecto siga el modelo tradicional y se trate simplemente de eso, de acumular conciertos y veladas a lo largo del mes de agosto buscando una calidad alta y unos repertorios más o menos habituales con guiños hacia estilos y repertorios excéntricos. Asumido esto, me encuentro al revisar la programación con una selección en la que por primera vez en años me siento cómodo (lo justo, eh, tampoco nos vayamos a pasar de optimismos). Encuentro conciertos y artistas que me apetece vivir en directo, solistas y conjuntos bien conocidos pero que nunca habían tocado Santander en aquellos años en los que la programación de cada año se parecía sospechosamente demasiado a la del año anterior, y a la del anterior, y a la del anterior.
Estoy hasta nervioso ante el concierto inaugural, son tantas las grabaciones que tengo en casa y tantas las horas pasadas en compañía de los English Baroque y del Monteverdi, que me parece mentira tenerlos por fin en directo en Santander. Además, casualidad, con la primera obra que ensayé (no llegamos a estrenarla) tras incorporarme a la Camerata Coral de la Universidad de Cantabria, el Dixit Dominus händeliano. Me siente esperanzado ante la nueva comparecencia de la Joven Orquesta de Cantabria, son tantas las ganas que tengo de renovar la excelente impresión que me causaron el pasado año, esta vez con la Décima de Shostakovich. La Akademie für alte Musik Berlin es otra de esas comparecencias seguras, con un grupo sólido, de amplia trayectoria y también nuevo en plaza, con músicas del Setecento veneciano en un año muy barroco.
Me interesan también, en repertorios más clásicos, los pianos de Horacio Lavandera, Pierre-Laurent Aimard y Emmanuel Ax con Bach, Beethoven y Brahms como compañeros. Y el privilegio de escuchar en directo a ese grandísimo violonchelista que es Truls Mørk en la anteclausura, con el concierto de Dvorak.
Muchas ganas, en fin, de reencontrarme con la Camerata Coral de la Universidad de Cantabria, esa vieja casa que dejé hace años pero que siempre reserva dulces sorpresas en las visitas. Y de conocer ese proyecto loco de una violinista de formación académica, estricta y soviética, una de las más brillantes de la actualidad, capaz de desafiarse a sí misma atacando un repertorio necesitado de capacidad de improvisación, flexibilidad, alegría, el repertorio de las músicas brasileras de Jobim, Veloso y Buarque, con su propuesta sorprendente "Stradivarius en Rio".
Esperan muchas noches de música estas semanas. Ojalá en septiembre tenga que contaros que fueron noches de placer, de felicidad, de descubrimientos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario