miércoles, julio 30, 2014

CONSTRUYENDO EQUILIBRIOS


He recibido estos días varias broncas por el abandono del blog, supongo que hay ciclos de escritura compulsiva y ciclos en los que estás más pendiente de otros asuntos. No, no ha sido por falta de temas ni de ganas, aunque a lo mejor el enredo en las redes sociales me haya ocupado más tiempo del sensato y haya hecho más difícil encontrar tiempo para mi más querida criatura en red, esta vieja ya habitación desordenada. No ha sido el primer silencio largo pero … aquí estamos para romperlo y encontrar las energías que me permitan un nuevo año de escrituras y lecturas.

He estado pensando en estos últimos meses mucho acerca del PSOE. La crisis institucional generalizada, la propia crisis del partido y los ataques constantes a diestra y siniestra tienen efectos variopintos. Uno, sin duda, es el desaliento. El ánimo se te mina y te acabas cuestionando si no será mejor desaparecer, evitar que se te identifique con esa hoy monstruosa organización, hogar de Belial y causa de todo mal del mundo, amén. Sobrevivir al desaliento, pasar ese desierto que sin embargo deja un poso amargo y constante de escepticismo y hartazgo hacia dentro y hacia fuera, puede suponer también el recuerdo del verso de Hernández, "como el toro, me crezco en el castigo". Y empujarte con renovados bríos a la pelea (dialéctica). Intentando siempre buscar el argumento más que la descalificación, la reflexión antes que el lugar común. Aunque supongo que en el calor de la polémica sea inevitable no llevar siempre puestos los guantes blancos.

Una buena parte de ese desaliento y esa lucha acaban por enfrentarte contigo mismo. Buscando respuestas a la pregunta ¿por qué estoy aquí todavía? Confieso que en el punto álgido del desaliento anuncié mi baja del PSOE, aunque tras largas charlas y llamadas de amigos y notantos, compañeros de partido, revisé la decisión y de una manera un tanto resignada opté por continuar algún tiempo, disfrazado de cofrade de Nuestra Señora de la Esperanza, sobre todo por acompañar a quienes durante estos años han caminado a mi lado en los intentos de hacer un partido más responsable, más crítico, más plural y más habitable. Y a los que me enorgullezco de llamar hoy amigos. Pero ya que al final la opción fue la resistencia, mi propia salud mental me obligaba a darme algunas explicaciones. Explicaciones que iré compartiendo con los lectores del blog, recuperando su dinámica habitual y abriendo la puerta a un diálogo que hoy tanto como siempre y más que nunca me parece necesario.

Una primera reflexión es evidente per se. Milito en el PSOE, a pesar de tantas cosas, porque es el partido que mejor casa con mis ideas, con mi visión, acerca de lo que el mundo es y debería ser, porque suelo sentirme reflejado y representado por sus documentos, reflexiones, programas en una buena medida. Y también me siento identificado y corresponsable con buena parte de su acción de gobierno cuando le toca, aunque aquí sí que tendría más reservas y algún que otro berrinche. Si tengo que bajar a lo personal, pues algo parecido, siento que mi voz está en la de muchos compañeros y compañeras que tienen responsabilidades públicas y hacen uso de las mismas, aunque de nuevo tenga reservas con el protagonismo de otros compañeros que para mí tienen ya tiempos caducados o mochilas demasiado pesadas a las espaldas, corrupciones varias incluidas. En la balanza, el yin y el yang, el platillo que me gustaría ver con mucho más peso y decidiendo la balanza y el platillo que me gustaría ver cada día un poco más vacío.

En sentido negativo, ni a diestra ni a siniestra encuentro hoy opciones que me satisfagan en una medida equivalente cuando menos. No voy a negar mi simpatía por EQUO y mi cercanía a muchos discursos de IU, al fin y al cabo me definiría hoy como un hombre de izquierdas. Esa condición que se le niega al PSOE a mi juicio de manera injusta, pero si os vais a quedar más tranquilos, decir izquierda moderada tampoco me desagradaría. En todo caso, prefiero la primera opción, izquierdas, sin adjetivos pospuestos. No comparto una parte importante, muy importante, del discurso de UPyD o del de Ciudadanos y no comparto prácticamente nada de lo que proponen PP o VOX. Tampoco puedo compartir las propias esencias de opciones regionalistas y nacionalistas porque no lo soy. Con algunos grupos estaré de acuerdo en lo que tengan de propuestas izquierdistas, pero en lo esencial tenemos poca compatibilidad. Y en cuanto a Podemos, fenómeno hoy omnipresente, no me siento identificado ni con una buena parte de sus propuestas ideológicas (es inevitable coincidir con algunas), ni con sus planteamientos estratégicos y organizativos (iremos viendo hacia dónde van) ni siento empatía alguna con sus líderes conocidos. Aunque sí voy a decir que agradezco que por fin estallara una parte de ese malestar que se iba enquistado en nuestra sociedad y espero, como esperé inútilmente del 15M un rearme de una sociedad dormida, ausente, que venía haciendo dejación absoluta de sus responsabilidades públicas. De ese estallido tienen que venir, deberían venir, cambios profundos, cambios en las estructuras sociales y también cambios en organizaciones como el propio PSOE, dormidas en sus laureles, anquilosadas y alérgicas al cambio. De hecho, también veremos cómo evoluciona, creo que el PSOE ha iniciado esa transformación con una creo que ilusionaste apelación a una mayor democracia interna que necesariamente debería limitar influencia y poder de aparatos, baronías, fontanerías y chapucerías varias.

Del PSOE me he dado cuenta en estos días que me gusta especialmente su carácter de partido central (que no de centro) y responsable; esto es, su capacidad para el diálogo constructivo, su responsabilidad institucional, su apuesta por lo político, lo público, lo general incluso cuando esas decisiones puedan cuestionar o poner en riesgo sus pilares. Porque es cierto que en España, en la que yo conozco, tras la muerte del dictador, el PSOE ha formado parte siempre de las transformaciones sociales, ha sido generoso y positivo cuando estaba en la oposición, y ha liderado los cambios más abiertos en pro de la igualdad cívica y socioeconómica cuando le ha correspondido el gobierno. Seguro que parte de los problemas de hoy tienen su raíz en decisiones, incoherencias, errores y opacidad del PSOE, por desgracia gobernar es apostar, y las apuestas a veces salen mal.  Pero también una buena parte de lo mejor que hoy pueda tener este país, y tiene muchas cosas buenas aunque la crisis y la depresión colectiva que ha supuesto nos enturbien hoy la mirada, se debe a decisiones de gobiernos presididos y formados por mujeres y hombres socialistas. Al final me doy cuenta de que mi propio carácter, mis propias necesidades, mis propias ideas, me hacen apostar más por la estabilidad de las leyes y de las instituciones como protección ineludible para la ciudadanía, apostar por ese diálogo que será la única puerta para decisiones que todos podamos compartir y nazcan con sentido de permanencia. Por utilizar la terminología de Max Weber, por la ética de la responsabilidad como actitud más útil y necesaria en el gobernante que la ética de la convicción. Y ni el terrorismo institucional de la derecha trillera y trilera ni el populismo a la izquierda van a ser capaces de esa construcción estable y necesaria.

Sí, en definitiva soy también de esos que creen que la verdadera utopía, el verdadero programa esperanzador de Platón no estaba en La República sino en Las Leyes.

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