La mesura y dignidad judicial de José Luis Raquero, perdón Requero, ha alcanzado tan alto prestigio que hasta el mismo Consejo General del Poder Judicial tuvo que enmendarle los disparates cuando redactó aquel famoso informe no solicitado por nadie sobre la reforma del Código Civil planteada por el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero que concluyó con la aprobación del matrimonio igualitario para todos los españoles, también para las parejas del mismo sexo. Allí, en este texto infame, el iluminado de la foto comparaba las parejas del mismo sexo con la que podrían formar un hombre y un animal. Y desde ese momento, militante de pro del Opus Dei, inició una cruzada contra la igualdad y la dignidad de las personas lgtb, contra los derechos humanos, basada no en razonamiento objetivo alguno sino en sus propios prejuicios religiosos y si me apuran en su cortedad de miras, su escasez intelectual y su más que discutible cuantificación para ejercer la judicatura. Porque sí, señores, la judicatura ha de ejercerse desde una ecuanimidad que debería aplicar la ley, llegado el caso y en ausencia de la misma o la presencia de lagunas interpretativas, la equidad, los principios generales del Derecho, hasta el sentido común. Pero no sólo no consta por lado alguno que entre las estrategias intelectuales aplicadas por un juez para ejercer su obligación estén sus prejuicios y creencias, sino que además esa personalización argumentativa está expresamente prohibida.
¿Podemos esperar los ciudadanos, en especial los ciudadanos lgtb, la más mínima seriedad en la aplicación de las normas a los casos que lleguen al Supremo, que pasen por las manos de Raquero, perdón, Requero, máxime si esos casos (administrativos) tienen alguna referencia a la igualdad de derechos, al status cívico de los ciudadanos y ciudadanas lgtb? Me temo que no, me temo que nada sino nuevas agresiones debemos esperar de un magistrado que contraviniendo su deber constitucional de neutralidad ha estado llamando a las manifestaciones contra el matrimonio igualitario o contra la reforma del aborto, siempre de la mano de organizaciones tan transparentes en sus odios como HazteOír.
Producto del rifirrafe entre los miembros del CGPJ, producto de las tradicionales trampas institucionales del PP y su entorno para apartar de su camino normas procedimentales o simplemente acuerdos tradicionales (como el que exigía acuerdo unánime para el nombramiento de magistrados del Supremo), se han aprovechado ahora para agradecer los servicios prestados a quien ya nos ha demostrado por activa, pasiva y perifrástica ser un enemigo abierto y declarado de gays, lesbianas, transexuales y bisexuales.
Y es que los debates sobre la escasa salud del sistema salido de la Constitución Española de 1978 suelen obviar las referencias a un Poder Judicial que ha maniobrado para estar al margen de la definición constitucional que le hace depender, como al Ejecutivo y al Legislativo, de la soberanía popular, con unos órganos de gobierno, sistemas de control, procedimientos de acceso que hacen de la judicatura casta entre las castas, un espacio opaco que mira más por privilegios y ombligos que por la salud cívica. Digamos que sólo una vez un ministro, un ministro que conocía muy bien el percal, cuestionó abiertamente esos sistemas de acceso y control … y duró cuarto de telediario.
En fin, cada vez que en las redes reproduzco alguna barbaridad infame contra las personas lgtb, alguno de los insultos que cada día nos escupen Raqueros, perdón, Requeros y epíscopos varios, hay quienes me lanzan la famosa diatriba "a que no te metes con los musulmanes". Pues sí, señores, cuando imanes y ralea de circunvalación habla contra nuestros derechos humanos, que son también derechos humanos de todos, hablo tan alto y tan claro como puedo. Pero aprovecharía ahora para devolverles la pregunta: ¿permanecerían impasibles si en lugar de un extremista cristiano hubiera accedido al Supremo un juez que militara en el islamismo radical? Pues eso. Que a lo mejor deberíamos tomarnos de una vez un poco más en serio que sí, que es imposible eso de la boca muda de la ley que quería Montesquieu, que es imposible pensar que un juez actúe como si su mente estuviera inmaculada de preconceptos y valores personales, pero que también tendríamos que tener la valentía y las herramientas para impedir que quienes han exteriorizado su incapacidad y destemplanza para afrontar con garantías mínimas el desempeño judicial no deberían vestir togas. Mucho menos togas supremas.
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