No le ha gustado a Yelena Isinbáyeva que la saltadora de altura sueca Emma Green (también lo hizo la velocista, igualmente sueca, Moa Hjelmer) compitiera en el Mundial de Atletismo de Moscú con las uñas pintadas con los colores del arcoiris en solidaridad con las personas lgtb de Rusia. Agredidas desde las propias instituciones, humilladas y acosadas en sus trabajos, en las calles, en internet, secuestrados y torturados, amenazados, grabados mientras se les vierte orina en la cabeza y la boca para escarnio público en las redes sociales. Asesinados, tras varios días de secuestro y tortura, a consecuencia de los desgarros provocados por la penetración brutal con un enorme consolador. La rabia y la impotencia podría desgarrar a cualquier persona decente. Pero no a los miembros del Comité Olímpico Internacional o la Federación Internacional de Atletismo, que están a lo suyo que es la pela. No a la mayor parte de los atletas que toman parte en el Mundial, y que están demasiado ocupados entrenando, compitiendo y tratando de mirar hacia otro lado. Y mucho menos a Isinbáyeva, que ha decidido solidarizarse con Rusia, con Putin, con las instituciones criminales que gobiernan su país y con las bandas de neonazis que recorren las calles sin control, jaleadas por población y policía en busca de un nuevo chaval al que destruir.
Porque para determinado tipo de personajillos, más famosos de lo que merecen, salten lo que salten, sean lo rubias y monas que sean, estar del lado del poder significa obtener buenos dividendos. Pisotear aún más la dignidad de las víctimas significa no tener que pensar, que esas malditas neuronas cuando se activan agotan más que una temporada completa dando brincos y sobando palos.
Dice Isinbáyeva que le parece mal la iniciativa de Emma Green porque no respeta las leyes de un país que sí respeta las leyes de los demás. Que no ha oído hablar de la Mafia Rusa de Marbella, vamos. Y que no se va a molestar en entender que las leyes a veces son indecentes hasta la náusea, ni que los compromisos internacionales adquiridos por su Santa Rusia al firmar las declaraciones y convenios internacionales sobre derechos humanos son también ley en su país. Y obligan a la lucha, la amparan, contra el odio, la intolerancia y la estupidez. Y poniendo carita de niña de guateque rancio nos entona algo parecido a aquello de Los Brincos de "Los chicos con las chicas, las chicas con los chicos". Porque según tamaña lumbrera si se permitiera que esos malvados maricones y esas bolleras perversas se mostraran en público peligrarían el futuro de Rusia en general y el de su santa tradición en particular.
Se me ocurren muchas razones por las que algunas santas tradiciones rusas están mejor muertas y enterradas. Pero voy a limitarme aquí a explicar a la Imbécil Saltarina Con Pértiga Siberiana (que así ha sido admitida como académica de número en Imbéciles Sin Fronteras) que las santas tradiciones familiares tienen muchas más exigencias. Y si quiere erigirse en defensora de las mismas haría bien en predicar con el ejemplo. Así, dejar lujos, perfumes, modelitos y joyas, que eso es vanidad y exhibicionismo, evitar mostrarse en ropa interior y con el ombligo al aire ante miles de hombres, que eso es de putarronas, y limitarse a criar a sus niños y cuidar de su marido. Que seguro que la sopa de col le sale más natural que la dignidad a esta individua medieval y grotesca.
Cuidado, que os está apuntando cargada de prejuicios y de odio.
4 comentarios:
que está en espera del trono....al tiempo
Muy clarito¡¡¡ como siempre, y de ahora en adelante la ensaladilla para mí no es RUSA que se jodan que diría la Andreita made in Fabra.
Una vez vi un programa dedicado al salto con pértiga, que es una especialidad complicadísima y muy técnica, y me fascinó.
Me la "presento" la hija de un buen amigo, que practica la misma disciplina con éxito y lleva vídeos suyos en el móvil.
Voy a utilizar el tiempo verbal correcto: yo la ADMIRABA. Ya no.
Gracias por los comentarios.
La verdad es que el mundo del atletismo ha tendido a ser conservador, pero aun así chirrían declaraciones tan fuera de tono y tan fuera de lugar. Eso sí, estas declaraciones para el COI o la Federación Internacional de Atletismo al parecer no son "políticas", mientras que sí lo son las uñas pintadas con los colores del arco-iris de Emma Green, a la que amenazaron con prohibir competir en la final si las llevaba pintadas así de nuevo.
Una vez más,los corsarios del deporte se retratan y tratan de cuidar sus culos y sus poltronas.
Eso sí, Isinbáyeva hizo un tímido y más bien patético intento de recular. Algo que nos puede servir para demostrar que la presión internacional, la fuerza de las redes sí sirve para algo. Vistas las reacciones internacionales, me parece que a la saltadora le ha entrado miedo de ser invitada a menos encuentros internacionales y en consecuencia hacer menos caja.
Lágrimas de cocodrilo que no incluyen ni disculpa ni explicación real. En fin, que se puede saltar muy alto sin dejar de caer muy bajo.
Saludos.
Publicar un comentario