lunes, agosto 26, 2013

TRANSPARENCIA O MUERTE



Que durante años el Festival Internacional de Santander ha sido un particular corralito en el que no se cumplían los mínimos de la decencia ni en cuanto a la dirección (¿?) artística ni en cuando a la gestión era algo de sobra sabido. Nos vengan ahora con las milongas que quieran, las instituciones y autoridades responsables de la cultura en Santander y en Cantabria y por tanto últimos responsables del FIS estaban al tanto de todo lo que ocurría y les importaba un bledo siempre que el característico ombliguismo de esta santa tierruca quedara satisfecho con el autobombo y con la constante proclamación en los medios locales de que teníamos el festival más universal de la universalidad. Por mucho que la realidad fuera tozuda en desmentirlo. Todavía peor y como alternativa, no se enteraban de nada a pesar de estar obligados a saberlo y desde esa ignorancia culpable continuaban con la retahíla de sahumerios y reverencias ante quien se pensó tocado por los dioses, avalado por las millonarias y querido entre los queridos de los políticos.

Se nos termina este agosto con el pequeño gran escándalo que ha supuesto la cancelación del concierto de clausura de la presente edición del Festival Internacional de Santander. Alguna vez tenía que estallar, y ha querido la parca que haya sucedido después del cese de quien se empeñó (y si no me fallan las informaciones se sigue empeñando) en hundir el FIS en beneficio de su propio ego y de su bolsillo sotanero. Y de quien, en mi modestísima opinión, es máximo responsable de estos lodos.

La cancelación, mala noticia en sí, ha venido acompañada de un cruce de acusaciones y escaramuzas, y una divertida y amarga guerra en los foros digitales de algunos medios cántabros. Pero unos días después las escaramuzas siguen y las pruebas se esconden.

¿Pequeño escándalo? Es una situación que desprestigia al Festival Internacional de Santander, a las instituciones cántabras y de rebote a toda nuestra sociedad. Una Marca Cantabria que puede terminar con una cita que ha sobrevivido durante años y que nos ha permitido disfrutar en Santander de algunas de las figuras más señeras de la historia de la música y la danza.

Puesto que conozco a nuestros políticos y conozco demasiado bien a la antigua dirección del Festival, por el momento y a ciegas, prefiero hacer un ejercicio de fe y creer en la honorabilidad y criterio de Jaime Martín, en espera de lo que venga.

Pero ya no valen ni acusaciones, ni medias tintas. Se está hablando de contratos firmados. Y creo que los ciudadanos de Cantabria tenemos derecho a exigir que se nos aclare qué ha pasado, no sólo con el concierto cancelado de la Filarmónica de La Scala, sino qué ha pasado en estos años del Festival en los que se fue amasando una deuda gigantesca, infame e injustificada más allá de los suculentos sueldos de propios y parientes. Los contratos firmados por una institución pública, y el Festival lo es, deben ser públicos. Así que estaría bien que en vez de enredar en foros y enmierdar en medios empezaran a mostrarnos sus razones firmadas y las llevaran a los tribunales para que se depuraran las responsabilidades pertinentes y hasta las impertinentes.

¿Por qué el Patronato, el Ayuntamiento de Santander y el Gobierno de Cantabria permitieron año tras año que se fuera aumentando la deuda del Festival sin control y sin pedir cuenta alguna a su director?

¿Por qué es justo el año en el que se produce la renovación de la dirección el primero en el que esas mismas instituciones deciden ponerse exigentes, aplicar criterios draconianos y dejar con el culo al aire a los nuevos responsables?

¿Quién contrató a la Royal Symphony, al Eifman Ballet, a la Filarmónica de la Scala, etc, en qué condiciones, en qué fecha?

¿Cuánto dinero debe el Festival, a cuánto ascienden los impagos de la Era Ocejo, y a qué agentes y proveedores? ¿Tenían esos proveedores o algunos de ellos una relación privilegiada con el Festival que debiera ser pública?

¿Ha pagado el Festival Internacional de Santander, como afirma Jaime Martín, por el concierto cancelado, ha cumplido los compromisos heredados de su predecesor o, como afirma Sorin Melinte, ese dinero nunca ha llegado?

Como mínimo, insisto, nos merecemos no explicaciones ni disculpas sino pruebas. Pruebas que den respuesta a todas esas preguntas y a muchas otras. Y una comisión de investigación o una auditoría con resultados públicos que depuren, pero de verdad, responsabilidades.

Porque a ese ejercicio obligado de transparencia, siempre obligatorio pero más hoy, sólo se le puede oponer la alternativa de la muerte del Festival Internacional. Porque en un circo hace ya mucho que lo convirtieron.

2 comentarios:

Ankabri dijo...

Cuantas preguntas hay, y como siempre sin respuesta, al final se cargarán un festival con fama internacional, qué vergúenza

BRUNO dijo...

Joooodeeeer!.

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