sábado, agosto 17, 2013

EL CALLEJERO COMO HOMENAJE CÍVICO




Como era previsible, la decisión del Ayuntamiento de Santander de cambiar la dedicatoria de una calle de la ciudad para recordar en el 50 aniversario de su fallecimiento a don Ataúlfo Argenta, uno de los nombres más señeros que Cantabria le ha dado a la Cultura en general y a la Música en particular, ha despertado una pequeña tormenta de verano. Una vez más sustentada por los viejos argumentos que se reúnen en tres: Que nadie recuerda y a nadie importan ya ni la Dictadura ni sus protagonistas. Que al parecer se causa un perjuicio infinito a los residentes por tener que cambiar dirección en las tarjetas de visita. Y tres, que las calles lucen los nombres propios de la Historia, y que es como es sin más vuelta de hoja.

Hace demasiado tiempo de este debate permanente, un debate que debería haberse cerrado en los primeros años de la Transición, como ocurriera en la mayor parte del país. Y sólo una decisión claramente ideológica y nada inocente de quien fuera entonces alcalde, Juan Hormaechea, permitió que el callejero santanderino llegara hasta hoy como una rareza pintoresca que más que ofender divierte a los visitantes y les permite renovar los envejecidos chistes sobre esa ciudad a la que en tantas partes de España se conoce como Fachander. Un debate que se adormeció en una comisión que terminó su informe con timidez y miedo y la trasladó a una corporación igualmente medrosa que trató de evitar el cumplimiento de las tibias recomendaciones. Pero que al fin avanza muy despacio en la retirada de símbolos y parece que por fin también de calles cuyo único significado posible no es el recuerdo de la historia sino la exaltación de una dictadura cruel y devastadora en una permanente toma de partido de la capital de Cantabria que, sin embargo, mal se compadece con la que sí hubo en el momento crucial y que le mereció por parte de ese, al parecer, tan querido régimen el estigma de Ciudad traidora.

La referencia a la ignorancia histórica o a los problemitas administrativos me parecen tan obviamente blandas que me parece que no merecen más mención, aunque no deje de sorprenderme que se pretenda ignorar que esas calles también cambiaron de nombre en el mismo momento en el que cambiaron los vientos de la Historia. Pero sí me parece oportuno negar la mayor a la premisa de que el callejero de una ciudad es un reflejo de la historia. El callejero de una ciudad no es un Anal, ni una Summa Historiae. No. Es, como el resto de la dedicación de símbolos, monumentos y referencias de los espacios públicos, un recuerdo agradecido, un homenaje cívico que ni en España ni en otros países se limita al acontecer del calendario y que frente a esa ficticia neutralidad se carga de significado. Por supuesto que será difícil encontrar un solo nombre que no pueda ser cuestionado, criticado. Pero no menos difícil será encontrar en Alemania una Avenida de Adolf Hitler, en Polonia unos Jardines de Stalin o en Francia un monumento al Mariscal Petain. Cierto que por razones diferentes de filias o fobias políticas, se salvan de esta memoria selectiva algunos nombres del mundo de las artes o del deporte, pero muy rara vez sus protagonistas principales, militares y políticos, responsables primeros de atentados sin cuenta contra la dignidad de las personas, contra los derechos humanos.

Me alegra que Santander haya decidido dedicar una calle, una calle céntrica y relevante, para el recuerdo de Ataúlfo Argenta. De hecho, lo sorprendente es que la figura del grandísimo director de orquesta, inspirador y alma del nacimiento del Festival Internacional de Santander, no contara todavía con una calle de esas características en la ciudad que le debe un acontecimiento que durante mucho tiempo ha formado parte de la propia identidad de la ciudad, de su carta de presentación. Pero no sólo eso. Ataúlfo Argenta apostó por un lenguaje integrador, universal, la música. Y lo compartió con los santanderinos con generosidad, pero también con hombres y mujeres de todo lugar y condición, elevando a la categoría de milagro cada una de sus lecturas de Beethoven o de Brahms. Sólo su temprana y desgraciada muerte frustró, como es bien sabido, su ascenso a un cielo en el que hubiera brillado con luz propia entre los mejores. Memoria de la ciudad, pero memoria digna, relevante, festiva es cada comparecencia de Ataúlfo Argenta, esa que se ha querido simbolizar en la apoteosis de una Novena Sinfonía de Beethoven exultante en la que resonaron en los oídos de miles de santanderinos los versos de la Oda a la Alegría de Schiller: Alle Menschen werden Brüder, todos los hombres serán hermanos. Ese latido revolucionario de la soñada  fraternidad universal que defendió el Sordo de Bonn y proclamó con su batuta bailarina tantas veces Argenta. 

Lean ahora unas palabras escritas por el General Mola en su Instrucción Reservada, en ese documento donde explicaba a los suyos cómo proceder en los pueblos de Navarra y los que se fueran conquistando:

"Es necesario crear una atmósfera de terror, hay que dejar sensación de dominio eliminando sin escrúpulos ni vacilación a todo el que no piense como nosotros. Tenemos que causar una gran impresión, todo aquel que sea abierta o secretamente defensor del Frente Popular debe ser fusilado"

Y ahora, por favor, lejos de sofismas, me dicen quién se merece, quién se merece de verdad, el homenaje de la ciudadanía de Santander. El músico o el criminal. El Ayuntamiento ya ha decidido. Y ha decidido bien.

(Publicado en  El Diario Montañés , 17 de agosto de 2013)

4 comentarios:

Amélie dijo...

Hola Regino,

Me ha gustado mucho leer tu entrada, doblemente leída puesto que tuve el placer de leerla esta mañana en el periódico. Te felicito por lo bien que has argumentado el cambio; desde luego el colocar en la balanza a la música integradora frente al discurso bárbaro del general ha sido un acierto. Espero que así lo piense la mayoría.
Un abrazo.

Rukaegos dijo...

Buenos días, Amélie, y muchas gracias.

Supongo que haya habido división de opiniones, en un tema tan sensible ... en esta ciudad. Pero la verdad es que salvo una excepción he recibido muchos comentarios positivos :-)

Un abrazo

BRUNO dijo...

Magnífica respuesta a ese cavernícola de apellido Laínz, ¡y a "vuelta de correo"!.
Muy elegante tu respuesta a "10 memeces para conservar el nombre de un carnicero en una calle" que me sorprendió/indignó el día anterior.
Alabo tu elegancia, insisto. Pero parece mentira que se puedan escribir 10 "razones" (estupideces) de ese calibre para justificar añoranzas personales de tiempos de "extraordinaria placidez".
Me gustaría saber el autor de esa "excepción"...
Saludos!.

Rukaegos dijo...

Jajaja, Bruno, a mí ahora me encantaría escuchar las razones del Alcalde para no cambiar de nombre General Dávila etcétera.

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