Pues eso, que el Río Ebro, caudaloso y limpio, rico en pesca, nace entre los cántabros. Al menos según lo que unos cuantos años antes de Cristo reseña en su obra Orígenes Catón el Viejo en la que se ha convertido en la primera mención histórica a los cántabros. Aunque me da a mí que si llega a saber la que se montó el cuatro de enero en Twitter a cuenta de la cita, hace nacer el Ebro entre los numantinos y se queda tan ancho.
Cuelga Miguel Ángel Revilla en su muro una foto en la que Marcano y el propio Revilla presentan el póster editado por la Consejería de Cultura antes del segundo advenimiento y que recoge la frase, con la recreación de un guerrero cántabro, para celebrar esa primera mención "de Cantabria". Y se monta el picayo. Pero tomen nota, porque al margen de los derroteros absurdos que acabó tomando la conversación o lo que quiera que fuese, y el polilólogo cómico que luego nos organizamos varios twitteros "necios" y "batasunos", van a escuchar una idea con frecuencia en la próxima temporada de la serie El ala oeste de Puertochico. La de que Cantabria no tuvo realidad histórica, como vendría demostrado por el hecho de que los autores griegos y romanos no hablan de Cantabria sino de Cántabros.
O lo que es lo mismo, que conforme a tan preclaro argumento y a tan distinguidos latinistas, no se podría haber traducido nunca la frase anterior como "nace en Cantabria" o "nace en la tierra de los cántabros" o "en el país de los cántabros". Porque ni tierra, ni país, ni perrito que les ladre. Por mucho que a los necios y a los batasunos nos parezcan traducciones tirando a sinónimas o cuando menos a bastante aproximadas.
A mí, que como sabréis ustedes vosotros me encanta enredar, y que de lo que pudiera ser Cantabria en los tiempos pretéritos no deduzco máximas políticas válidas para la actualidad pero que al mismo tiempo siento ternura, interés, cariño por las raíces, la cultura y el devenir de este pedazo de mundo en el que caí como por casualidad un ya casi tan vetusto como Catón 26 de abril, pues me produjo fatiga y sorpresa el argumento. Supongo que la principal razón es la obvia relación entre el nombre de un territorio y el del pueblo que lo habita. Así pues, de la misma manera en la que España es la tierra de los españoles, para los romanos la Galia era la tierra de los galos. Aunque bien es cierto que puesto que el concepto de estado, el concepto de nación y otros similares nacen muchos muchos años después de la caída de Roma y hasta de la de Bizancio, también podemos pensar en el camino inverso, y que los romanos decidieran bautizar como Germania al territorio que poblaban los germanos y Armenia la habitado por los armenios. Como fuere, parece que tanto en una vía como en la otra, tendríamos que suponer que para Catón había o bien una Cantabria que daría nombre de cántabros a sus pobladores o unos Cántabros que siguiendo esas instrucciones del Génesis de nombrar el mundo le habrían otorgado a su suelo raíz el nombre de Cantabria. Momento bizantino-discursivo, como podéis observar. Pero la nueva doctrina es la de apuntar que no hubo Cantabria sino cántabros, y así se lo aprendieron ellos. Y que además, ese "cántabros" ni denota ni connota organización alguna.
Y es verdad que los cántabros debían de ser un poco dejados para sus cosas y tenerlo todo manga por hombro. Por eso, digo yo, contarían en el número de los bárbaros. Además de por no habitar durante un tiempo dentro de las fronteras de Roma y de no hablar latín. Pero a mí las fuentes y los comentarios de los diversos necios y batasunos de la Antigüedad vuelven a provocarme cierto desconcierto. Porque Catón el Viejo no decidió que el Ebro naciera entre los plentusios, sino entre los cántabros. Y así podemos ir apreciando en ciertas citas que la percepción de griegos y romanos era la de que diversas familias, tribus, gentilidades, comunidades, ciudades o lo que más les preste, con individualidad y nombre propio (concanos, blendios, avariginos, vadinienses, orgenomescos et altera) podían ser referenciados como tales, al señalar las comarcas en las que se distribuían, pero de manera común podían ser citados bajo el nombre de "cántabros". Lo que viene a significar, entiendo, que había comunidad de lengua, costumbres, religión, etnia y lazos más que suficientes para que fueran considerados como un todo. Claro que los escritores griegos y romanos, por el mero hecho de escribir, debían de computar como miembros de esa tribu tan aborrecida por los cavernícolas hispanos a la que conocen como intelectualidad. Y de los intelectuales qué vas a esperar, pues que sean necios y batasunos. O todavía peor, gays.
¿Podía haber pues cántabros sin un territorio Cantabria y sin una cierta estructura que permitiera unificar a varias comunidades en una realidad diferenciada de los vacceos al sur, los astures al oeste y los autrigones al este? Me pega a mí que no. Pero seguro que el argumento de autoridad más solemne proferido durante la bizantina polémica "Es que yo soy de Ponferrada" por uno de los intervinientes zanja la cuestión.
Pero por muy zanjada que esté y por mucho que vayan a escucharse las proclamas de que hubo cántabros pero no Cantabria, la realidad estrictamente marcada por las fuentes es otra. Porque los autores latinos hicieron referencia, sí, y con cierta profusión a los Cántabros, para sustantivar a un pueblo con el que estuvieron en guerra y con el que se tropezaron en otros conflictos. Pero usarán también el adjetivo Cantábrico, para hablar de hierbas, ciudades y costumbres, bien de los cántabros bien de la Cantabria, que para ambas realidades sería posible y ... oh, sorpresa, sí citarán expresamente a un territorio más o menos concreto con el nombre de Cantabria. Y ese nombre de Cantabria aparecerá, en diversos casos de la primera declinación (para que no se nos extravíe la distinguida traductora de las cercanías de Ganzo, no vaya a ser que se nos asuste al ver escrito Cantabriam o Cantabriae), en los escritos de Suetonio, de Plinio Segundo, de Floro, de Orosio y de Isidoro de Sevilla en diversos tiempos de esa curiosa Antigüedad.
Pero no vayáis a cometer el error y el horror de decirle al de Ponferrada y sus amigos que sí citan los romanos a Cantabria, con tal nombre, porque os integrará en la cuenta de los batasunos, los necios y las sectas.
Maldito Catón ...
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