sábado, febrero 25, 2012

EL PORQUÉ DE UN PASEO REIVINDICATIVO


Aunque el tiempo no nos acompañe, mañana Glenda, Gin y yo estaremos en el Paseo Reivindicativo que ha convocado la asociación Huellas Cantabria para protestar por las políticas restrictivas, recaudatorias y criminalizadoras del Ayuntamiento de Santander en materia de mascotas en general y de perros en especial. Y sobre todo para denunciar la incapacidad demostrada por nuestros munícipes año tras año para encontrar soluciones justas y equilibradas que permitan dejar de minar la convivencia ciudadana, soluciones que no necesitan siquiera de imaginación o inteligencia, ya que están bien aplicadas en la mayor parte de las ciudades de la Europa Occidental y hasta en algunas españolas: Bastaría con que el gobierno popular de la corporación santanderina y su ingenierísimo se molestaran por una vez, por una sola vez, en escuchar, en estudiar, en conocer, en comprender. Porque los lugares comunes son tan antiguos ya y tan cansinos que han acabado consiguiendo que Huellas, siempre desde la sensatez y el conocimiento, convoque esta primera protesta.

Basta asomarse a foros y redes para que de forma inmediata en cuanto se habla de la presencia de los perros en las ciudades, los argumentos se acaben reduciendo a 1/ los perros me dan miedo, 2/ los perros hacen caca y si la piso me da asco y 3/ los pobres, en pisos, con lo bien que están en el campo, que la ciudad no es para ellos. Opiniones bien asentadas entre aguerridos ciudadanos anónimos o no tanto y concejales no tanto a los que sin embargo nunca se escucha proponer una sola solución, una sola queja ante el maltrato o el abandono, y que suelen estar sordos a cualquier posibilidad de convivencia o siquiera al reconocimiento básico de que una persona maleducada o incívica lo es con independencia de que tenga perro o no. Pues no hay pequeño catálogo de barbaridades, cochinadas y salvajadas que cada día vemos sin necesidad de intervención de perro alguno.

Son restrictivas, estúpidas, recaudatorias y criminalizadoras las ordenanzas municipales de Santander, sí. Lo son desde siempre, pero la caja de los truenos la ha destapado una actualización acrítica de las mismas dirigida sólo a incrementar el monto de las multas.

Que sí, que ya. Que quienes tenemos perros tenemos obligaciones hacia el resto de los ciudadanos y estamos obligados a comportarnos con un código de conducta que permita suavizar el problema. Pero también estamos obligados hacia nuestros compañeros, y tenemos la obligación (moral y legal) de preocuparnos por su bienestar. Y en ese bienestar se incluye como eje fundamental la posibilidad de jugar, la oportunidad de correr y liberar energía. Porque sólo desde el juego un perro puede ser equilibrado y educado. Y las ordenanzas idioto-santanderinas comienzan por partir de una absoluta contradicción. ¿Cómo se puede pedir tenencia responsable si se prohibe que nuestros animales cuenten con una sola oportunidad legal de esparcimiento?

Para que vean qué niveles de sinrazón habitan las geniales ordenanzas, piensen que la sanción por abandonar un animal es tres veces inferior a la sanción por dejar un excremento en la calle. Piensen que se sanciona la venta sin licencia en establecimientos públicos o mercados pero se permite la cría indiscriminada de animales en viviendas privadas y la venta o regalo entre particulares. Ni una sola medida dirigida a control poblacional, ni una sola medida para fomentar la esterilización, ni el más mínimo intento de regulación de tiempos o espacios. En una ciudad que ha decidido ignorar la existencia de perros salvo para intentar cubrir las deficiencias de gestión económica de los listísimos concejales a base de multa tras multa.

Y es que quienes vivimos en Santander sabemos que igual que hay una temporada de caza para asesinar animales y luego abandonar a los perros, que igual que hay una temporada para torturar y asesinar animales para festejar a santos que imagino preferirán mirar hacia otro lado, también hay una temporada de multas. Multas que se imponen con arbitrariedad absoluta, que se falsean (donde alguien estaba con un perro suelto sentado a su lado cuentan que estaba defecando, para darse más publicidad), que son selectivas por zonas y afectan a los espacios por los que transitan los turistas pero no a otras áreas, que tienen como víctimas preferidas a ancianos y niños. Y que en general tienen por diana a quienes tienen a sus animales de manera responsable que a quienes los dejan en la calle a la vida bohemia.

Tengo perro desde hace muchos años, tantos ya como 25 años. 25 años en los que salvo accidentes muy puntuales, nunca me han faltado una bolsa o unos pañuelos de papel en el bolsillo. 25 años de convivencia con perros bien educados, nunca agresivos, que siempre se han comportado estupendamente bien más allá de alguna travesura en sus años de cachorros. 25 años también en los que he visto una fuerte evolución en el comportamiento de los propietarios de perros hacia una mayor responsabilidad hacia sus mascotas y hacia la convivencia. Una evolución a mejor que nada tiene que ver con campañas y acciones del ayuntamiento y mucho con la conciencia que ha ido trasmitiéndose boca a boca, veterinario a paciente, asociación a prensa, etc. Una evolución a mejor que nada tiene que ver con el creciente salvajismo, mala educación y cabreo institucional que tropezamos por la calle y que sigue aumentando.

Por eso, como la mayor parte de las personas que conozco que comparten su tiempo y su vida con la bendición de un perro, o de varios, quiero que de una vez Santander se comporte como si fuera una ciudad civilizada, como si le importaran los problemas de sus ciudadanos, como si tuviera algún interés por regular y mejorar la convivencia. Y que aportara soluciones en vez de panfletos intimidatorios.

Por eso mañana responderé a la convocatoria de Huellas Cantabria, iré a las doce y media a la Playa de los Peligros y tomaré parte en la manifestación / paseo reivindicativo que nos llevará hasta la Plaza del Ayuntamiento. Y pediré a Glenda y a Gin que ladren tan fuerte como puedan, que hagan ese ruido que tiene que venir para que también a nosotros se nos escuche. Porque Glenda no es una criminal, Gin no es una criminal, y hasta donde hayan podido probar yo no soy un criminal. Y hace ya mucho tiempo que estamos hartos de que se nos trate como a tales.


4 comentarios:

Mar Cano Montil dijo...

Bien, Rukaegos, muy bien. Mike está en Villalba, pero ladrará desde aquí, espero que llegue hasta el menor recoveco de la absurdez humana...

Un abrazo.

Rukaegos dijo...

Muchas gracias, Mar :) Gin me ha prometido ladrar el doble mañana para hacer presente a Mike

Abrazos

Marga de Quevedo dijo...

Tengo perro,y tuve perros,mas educados que muchos de los niños que tienen padres "exigentes" con el comportamiento de animales ajenos.
Envidio al pais galo que permite que los perros vayan en el autobus y que todos los ciudadanos respetan,pero tambien educan a los niños como a las mascotas.
He sido maestra y TODO es cuestión de respeto y educación,las leyes solo sirven para sancionar o para ejercer prepotencia.
Todo tu escrito es un canto y defensa a los seres que nos acompañan. Gracias

Antonio Fernández Munárriz habla de cine dijo...

Buena respuesta de la gente y mediática. Me alegro.

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