"Anoche, saliendo de paseo, vi una luciérnaga en la grieta de un muro".
Tal vez la primera sorpresa al enfrentarse a la lectura de El caso Moro sea esa lírica de la luciérnaga entrevista durante una noche siciliana cercana en el tiempo a la escritura del texto (1978). Un arranque magistral en el que la pequeña visitante luminosa permite a Sciascia evocar un artículo de Passolini sobre la desaparición de las luciérnagas como fenómeno que habría marcado un antes y un después en la historia de Italia. Y de las luciérnagas según Pasolini, a la crítica feroz contra Il Palazzo, el poder, que centra el mismo artículo del cineasta.
De la mano de Sciascia y Pasolini, nos conduce el escritor siciliano a la presentación del particular lenguaje de Il Palazzo, a las perversiones, elisiones y dobles sentidos de un código de comunicación propio de una clase política convertida en espiral autorreferente, un código que Sciascia conoce y que llena de matices el análisis pormenorizado de varias de las cartas que Aldo Moro envió a sus amigos, familia y compañeros de la Democracia Cristiana durante su cautiverio como rehén de las Brigadas Rojas, tiempo en el que sería juzgado por la organización terrorista y condenado a muerte. Condena que, como es de todos sabido, finalizó con su asesinato.
Llego a la lectura de El caso Moro, reeditado recientemente en Tusquets, por la recomendación de Jesús Cabezón. Y página tras página me dejo llevar por el lúcido proceso analítico al que un testigo de primera fila y todavía en caliente somete a los espacios en sombra del secuestro y asesinato de Moro. Convertido por su propia perspectiva sobre la corrupción, la mafia y el poder en la Italia contemporánea en una especie de conciencia crítica unánimemente reconocida, Sciascia nos lleva hacia las grandes preguntas sin resolver. ¿Por qué la policía italiana fue tan torpe y absurda en sus investigaciones? ¿Revelan las cartas de Moro realmente la presencia de un hombre aniquilado o también -el lenguaje del Palazzo- mensajes, críticas y acusaciones hábilmente encriptados? ¿Pudo el gobierno de coalición entre la Democracia Cristiana y el Partido Comunista Italiano, tejido a partir de la habilidad de Moro, haber evitado el crimen? ¿Es lícito invocar en un estado que no lo es el concepto de la "razón de estado"?
A lo largo de las algo menos de doscientas páginas revivimos la actualidad, el día a día, del caso, en un pequeño viaje en el tiempo hasta el 78 en el que al cerrar los ojos recordamos las fotografías que pudimos ver en la televisión durante la adolescencia. Penetramos también en el dolor profundo de Aldo Moro y su desconcierto, ante el abandono terrible del que es objeto por sus amigos. Y en la lógica absurda del Palazzo, en la necesidad de un poder que se justifica sólo por su voluntad de ser y de eternizarse.
Qué triste reconocer en el proceso signos de esa manipulación de lo real, de esa re-articulación del lenguaje, de esa vocación de casta inaccesible que definen al terrible Palazzo. Al de la Italia de entonces, al de la España de ahora.
4 comentarios:
Fue una etapa “incandescente” para Italia.
También se ha dicho que a Aldo Moro le mató la mafia e incluso la masonería italiana infiltrada en las Brigadas Rojas. De todo se ha dicho.
El asesinato de Pasolini también se ha dicho de todo. Desde la versión oficial, hasta que le mató la mafia, la masonería, la Democracia Cristiana, las Brigadas Rojas, el Partido Comunista, la CIA …
Da para mil y una novelas.
Con el 23-F en España ahora cuentan, también, cualquier cosa.
Es la mitología del hecho histórico. El público está ansioso de escuchar historias y de elucubrar.
Un saludo.
Ya que de lecturas trata esta entrada, permíteme una recomendación fresca, ¡Indignaos!, de Stéphane Hessel.
Tomo nota, Ateneo :)
Me alegro que te haya gustado la lectura del libro.
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