Estoy seguro de que no es la primera vez que Ana Botella encuentra tiempo para declarar a los medios que "tengo muchísimos amigos gays, como todo el mundo". Y eso a pesar de lo ocupadísima que está en cambiarse cada mañana la pincita de la nariz para no verse afectada por la contaminación que asuela los aires madrileños y en sentarse con su Sumador de Frutas de la Señorita Pepis para ver si es posible la adición de frambuesas y kiwis o la de melones y albaricoques.
Ha aparecido en Vanity Fair esta última proclama de sus intimidades amicales. Y ha servido de nuevo para confirmar la profunda y radical homofobia que corroe la cristianísima alma de doña Botella. Porque sólo quien se sabe martillo de homosexuales sería capaz de comparecer con este titular. ¿Han escuchado alguna vez a una persona que no sea racista desayunarse con un "yo tengo muchos amigos gitanos, o muchos amigos bantúes, o muchos amigos cherokees"? ¿Alguna persona que no padezca de un atroz machismo perdería su tiempo en explicar que tiene "grandes amigas"?
Seguimos siendo víctimas de un uso trivial del lenguaje, en el que parece que so pena de ser expulsados de ese nuevo Edén que son los mundos de Yupi tenemos que proclamar amigo a todo vecino que nos cruzamos una vez por siglo en la escalera, al compañero de trabajo con el que no nos hablamos y al primo de una vecina del compañero de estudios de una amiga de mi ex con el que una vez nos tomamos unas cañitas y unas rabas. Y pasamos así a consolidar un término, amigo, que no tiene contenido alguno. Pero si entendemos amigo como sujeto activo o pasivo de un sentimiento o de una relación de amistad, parece difícil entender que sea posible sentir un afecto personal, puro y desinteresado por una persona ante la que no sientes respeto alguno, por una persona a la que calificas de enfermo, a la que pretendes relegar a un segundo escalón de ciudadanía, a la que consideras lacra social moralmente incapacitada. Porque esa es la visión que Botella y los clubes que prefiere ofrecen de gays y lesbianas. Esa la que escupen cada día en foros de internet, en púlpitos, en cátedras polainescas y en diarios de sesiones.
Por supuesto, no descarto que haya algún homosexual que por interés, por empecinamiento apostólico, por odio autoinfligido, o porque es capaz de respetar incluso a personajes como la señora de Aznar, que considere a Ana Botella como amiga. Que la respete, la disculpe y hasta la admire.
Porque es el respeto una de esas adiciones imprescindibles a toda relación que pretendamos calificar en términos de amistad. Y es ese mismo respeto, la falta de respeto, el que hace imposible e increíble concebir que Ana Botella considere a una persona lgtb como su amiga. A no ser que sea (seguro que sí) de las que vinculan homosexualidad con pedofilia, y esté tratando de reflejar en el Vanity su cercanía a esa internacional de la suciedad y el abuso que han venido siendo sus amados legionarios de Cristo. Condena papal mediante.
No, definitivamente Ana Botella podrá decir lo que le dé la gana, pero no tiene ni un solo amigo gay. Por las mismas razones por las que yo jamás podré afirmar que tengo muchísimas amigas Anabotellas. Aunque sí una gata. Pobre.
9 comentarios:
Ana Botella habla desde la “corrección política”.
No me la imagino en su peculiar círculo de amistades comentando que tiene muchas y muchos amigos gays.
Nadie alardea de sus amigos comentando su orientación sexual.
Un amigo/a lo es independientemente de su sexualidad. Fuera del ámbito publicitario y estrictamente político de su declaración no tiene ningún sentido.
Lo que da la impresión es de todo lo contrario. Son declaraciones que se vuelven contra quien las proclama.
Un saludo.
Como si fuera muy snob, la orientacion sexual de las personas no debe de estar sujeta en ningún caso a modas, o declaraciones oportunistas y absurdas, como es el caso, eso debe de quedar en la intimidad de las personas.
Saludos
Repugnante tipeja.
Bruno, Antonio, totalmente de acuerdo.
Con The Doll, sin embargo, tengo algunos matices jeje. Sobre todo lo de que la orientación sexual deba quedar en la intimidad. Lo que creo es que no debe ser objeto de manipulación propagandística, pero cuando algunos decidimos sostener nuestra orientación a la luz, sabemos o al menos creemos que es necesaria la visibilidad como paso previo para la normalidad. A veces es necesario un poco menos de intimidad para poder seguir adelante :)
Saludos a los tres y gracias por vuestros comentarios.
Bueno, es posible, no lo sé, que Ana botella tenga "amigos gays" en Facebook, porque otra cosa...., jajajajajaja.
The Doll: lo que tiene que quedar en la intimidad es la vida privada, no la orientación sexual, no es lo mismo. Las orientaciones sexuales tienen una parte privada, qué hacemos o dejamos de hacer en la intimidad, y otra pública. Si nuestros compañeros de trabajo, por ejemplo, pueden hablar libre y abiertamente de sus novias, o de sus esposas, están haciendo pública su orientación sexual. Si una pareja de chico/chica se besa en la calle, están dejando a las claras en público su orientación sexual. Por tanto, si los heterosexuales pueden hacerlo, los homosexuales debemos poder hacerlo también.
Además, si alguien mantiene en secreto su orientación sexual, no se le deja en una especie de tierra de nadie, sin suponerle ninguna orientación, sino que, de entrada, y por no haber dado pistas sobre una posible orientación homosexual, se le considera hetero. ¿Dónde queda la intimidad de la orientación sexual entonces?
yo no quiero a una amiga como esa tipeja, no nos perdemos nada si no nos relacionamos con gente asi
Este comentario me resulta sencillamente una envidiable obra maestra del "perdona bonita pero..." -dicho con mis palabras-. Ese que dice lo que pensamos pero que somos incapaces de decir con tanta maestría en el uso adecuado de "le mot juste", ese del que carece la señora Botella ¡Tan caradura e hipócrita como el resto de los que sí son sus amigos de verdad!
Así que no puedo añadir nada más excepto aplaudir con entusiasmo al autor o autora del mismo.
Muy afortunado el comentario de Fer. Como siempre.
Para el prójimo, y por tanto para cada uno de nosotros como tal, el punto de encuentro entre heterosexualidad y homosexualidad en las relaciones de la vida cotidiana, deberá estar en ese en el que ya nadie, sea hetero u homo, te ubique de entrada ni como heterosexual ni homosexual porque lo que se suponga como lógico, natural, normal -y de poco interés en sí mismo como tema de conversación, cuando no estemos presentes- es que eres, sin mayor sorpresa, una de ambas cosas (o las dos, con su pecualiaridad, en el caso de la bisexualidad).
Llegado el momento de dar a conocer nuestra tendencia (lo que cada vez debería ser más excepcional e importar menos, instalándose así definitivamente en la esfera de lo íntimo que es donde debe estar), tanto una como otra sorprendan igual, o sea: ¡nada!, porque de antemano lo que es de suponer como única lógica, es que a una de las dos debes pertenecer. Una perogrullada tal vez, pero para mucha gente debe ser que Perogrullo era alguien sin el menor sentido común.
Algunos ya conocemos (parcialmente porque no cubre todos los momentos de nuestra vida) el sabor de ese punto de encuentro porque nos movemos en un ámbito profesional privilegiado, al que pertenecen también muchos de nuestros amigos homo u heterosexuales, porque nuestra vida profesional trasciende al campo de nuestras vida personal.
Son ambientes privilegiados donde lo frecuente es poco frecuente: buena educación, civismo, buena formación intelectual... lo que desearíamos para toda esa gente que vive en ambientes de acoso. E incluso para nosotros mismos cuando salimos fuera de ese círculo.
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