martes, junio 23, 2009

¿QUÉ HACEMOS CON LOS DERECHOS DE AUTOR?


¿Está justificada una multa por escuchar una radio de bolsillo en un comercio al público?¿Qué puede hacer un estudiante si debe examinarse de una materia en la que le obligan a estudiarse un libro agotado hace años e inédito hace más?¿Hay que pagar derechos de autor por interpretar a Bach o a un anónimo escocés del XVI?¿Podemos prohibir a un autor hacer fotocopias de su propio libro?

Preguntas curiosas relacionadas con la gestión de los derechos de autor tal y como se vienen articulando en nuestro país, a partir de esa especie de patente de corso de la que se han dotado a sí mismas las sociedades gestoras. Todas ellas procedentes de la realidad. Y todas ellas recordadas a partir de una pequeña discusión en facebook sobre la cuestión, una cuestión candente desde que un grupo internáutico decidió masacrar a la nueva Ministra de Cultura, Ángeles González Sinde, sin esperar a conocer nada de su gestión y sus políticas y clamando una vez más por la liberalización absoluta de los contenidos de internet.

Pienso que está, o debería estar fuera de toda discusión, el derecho de los autores a ver reconocido, protegido y recompensado su trabajo. Y de hecho, no está de más recordar que ese derecho está recogido en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Y que en no poca medida nuestras técnicas nada serían sin contenidos. A pesar de lo cual, parece que no tenemos empacho en pagar por un ordenador más avanzado y nos duele el alma cuando hablamos de cómo retribuir a quienes crearon las palabras, las imágenes, los sonidos de nuestras vidas.

Imagino que el problema en España tiene no poco que ver con quién y cómo han venido protagonizando la "defensa" de los autores. Y es que las sociedades de gestión han conseguido la rara unanimidad de resultar antipáticas y faltas de autoridad alguna para la mayoría de la sociedad, por sus pasadas de vueltas en tantas ocasiones y casos y por su arrogancia habitual, por esa pasión por la sanción que ha eludido casi cualquier programa de educación y sensibilización. Y deberíamos sumar lo demagógico e irreal de algunos de sus discursos, la desatención al creador pequeño y/o alternativo, la indifernecia ante las dimensiones sociales del arte, para aparecer sólo como máquinas recaudatorias que además nos recuerdan demasiado a la vieja sindicación vertical obligatoria.

Está llegando el momento de afrontar con urgencia y serenidad un debate sobre el derecho de autor en nuestro país (y en el entorno global). Un debate que debería ser capaz de acercar posiciones entre los que crean los contenidos, los que los difunden y los que los disfrutan, para el que me atrevo a proponer algunas direcciones:

a/ Atención a la voluntad expresa del autor cuando éste prefiere someter su obra a controles más abiertos como las licencias creative commons o similares, manteniéndose en todo o en parte ajeno al circuito de las sociedades gestoras.

b/ Fomento de diversas formas de asociación de autores y creadores, que eviten la situación de monopolio de facto de la gestión de los derechos y defensa de los intereses comunes a los mismos.

c/ Apertura de una oficina pública en el Ministerio de Cultura que gestione la recaudación y redistribución de los derechos de autor conforme a criterios objetivos y más amplios que los que nos proponen las sociedades. Aplicando además formas más imaginativas de reembolsar al autor su trabajo, tales como exenciones o rebajas fiscales, etc.

d/ Compra y liberalización de derechos de obras minoritarias que no han encontrado edición o distribución en determinado tiempo o que llevan fuera del mercado cultural durante una serie de años, y puesta de los mismos a disposición del público interesado desde páginas y catálogos públicos.

e/ Definición de los límites de lo que supone adaptar o actualizar una obra, para evitar la sensación de que un simple cambio de frase en una traducción, o un collage de obras musicales de un genio de la música, o la mera transcripción de un documento hacen que alguien se convierta en beneficiario económico de una creatividad que no es suya.

Tal vez algunas medidas en la línea de las que aquí propongo podría iniciar un camino menos demagógico por unos y otros que redundara en una seguridad mayor para los creadores y para sus derechos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Espinoso tema, que debería merecer más atención, al margen de las cuatro banalidades que suelen apuntarse siempre... Quizá el año próximo haya oportunidda, ya te contaré. Por el momento, interesantes tus apuntes. La propiedad ibtelectual llega mucho más lejos de lo que pretenden Ramoncín y sus secuaces. Besos,

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