Leí hace muchos. muchos años, en un libro sobre perros, que los perros tenían una mímica muy limitada y no eran capaces de sonreír.
Puede que la característica más entrañable del carácter de Harley fuera su constante y enorme sonrisa. Esa manera peculiar de observar el mundo y de observarme a mí, que de alguna manera me había convertido en el eje de su mundo, con la boca abierta, los ojos brillantes, ávido de caricias, de emociones, de paseos, hambriento de vida.
Porque en la vida de Harley hubo un largo paréntesis, tan largo como nueve o diez años, pasados en jaulas y pendiente de los chuscos de pan y del servicio de caza que le impusieran quienes fueron sus tiránicos propietarios, que no sus compañeros, que no sus amigos. Esos mismos que no le enseñaron a jugar hasta el punto de que no entendía qué era una pelota o para qué diablos podía servir un muñeco. Esos mismos que sólo le debían rozar para hacerle daño, porque al llegar a casa era terriblemente delicado, un simple tropiezo en el pasillo y ya lloriqueaba. Esos que no le estimularon e hicieron que llegara a su calmada vejez sin controlar artefactos tan complejos como las escaleras o las aceras. Esos que cuando dejaron de verle útil le dejaron en la perrera de CECAPA para que así, abandonado, solo, en manos desconocidas, le dieran el pasaporte al otro barrio en forma de inyección letal. Sí, esos años oscuros en manos de esos oscuros miserables.
Resulta curioso. Fue allí, en la perrera, donde Harley nació de nuevo. Fueron Berto y Sonia, las hadas de SOS Setter, quienes le resucitaron, quienes le rescataron a pesar de que no les querían dejar sacarlo, porque era un viejo que no servía para nada. Unos pocos meses en SOS Setter, un nuevo nombre, y esa sonrisa permanente con la que Harley respondía "gracias" a cada comida, a cada paseo, a cada caricia, y un nuevo viaje, a Santander, para vivir con un Gafapasta, una Poligonera, una Gata Tonta y una Gata Mala y llegar a convertirse en todo un personaje literario, el bueno de Tío Harley, en el blog de mi perra Gin, No sólo de Ginebra vive el hombre.
Un año de calma, un tiempo al que Harley llegó en voz baja. Buscó su espacio en una habitación que no utilizo, se sentaba a mi lado esperando, nunca ladraba, pronto aprendió que habría comida todos los días y no merecía la pena el atracón avaricioso. Como si no quisiera molestar pero necesitara decir a cada segundo "me siento bien aquí".
De tantos momentos mágicos con Harley recuerdo en especial algunos. Que los primeros días no quería salir de casa, y se mantenía tenso durante el paseo, pero se volvía loco de felicidad y su rabo atizaba el aire cuando se daba cuenta de que regresábamos, de que volvía a su hogar. Que descubrió el mar y descubrió que al nadar no sentía la flojera de las patas y que la bahía de Santander bajo el sol era su pequeño paraíso. Recuerdo cómo cada noche hacía una sentada de protesta en la esquina entre Lope de Vega y Santa Lucía hasta que yo me rendía y giraba en dirección al Mesón Salamanca para pedirle a Fran la "tapa" de pan frito o todavía mejor un par de albóndigas. Tirándose al suelo y realizando volteretas de payaso cuando me enfrascaba en una larga conversación y nos decía "menos palabrería y más cosquillas": Le recuerdo ladrando a las gaviotas como si ya pensara en despejar el camino hacia el cielo.
Le recuerdo sobre todo mirándome, mirándome, mirándome. Como si nunca se cansara de verme, como si tratara de leerme la mente, como si no supiera de que otra forma decirme que cada día se enamoraba de aquella nueva vida en la que por fin sabía que todo su amor era correspondido, como si nunca fuera a dejar de darme las gracias…
Dar las gracias … Harley, ese perro bueno, positivo, educado, sonriente al que era yo quien tenía que agradecer su ternura, su calma. Dar las gracias.
Llevaba un par de días cansado y tenía programado un chequeo general en la clínica veterinaria, porque con los viejos, ya se sabe, mejor prevenir. Ayer al despertar Harley no estaba en su colchoneta, sino de pie, al lado del cabecero de mi cama, con la cabeza casi sobre la mía. No sé si quería decirme que se encontraba mal o, cortés hasta el final, quería simplemente despedirse. Comió algo, me fui a mis cosas, regresé para llevarle al veterinario y … tras cinco minutos de camino, se desplomó en plena calle. Supongo que es el riesgo de tener un corazón tan grande, que se acaba rompiendo. Dejándonos a Gin y a mí desolados, sorprendidos, tristes sobre una acera gris en la que Harley, sólo ya una mancha blanca, aguardaba a que llegaran quienes tendrían que llevarse su cuerpo.
Esta mañana una amiga escribía en el Facebook que ya estaría en el cielo con Leo y con Glenda. Y de nuevo Harley me hizo sonreír imaginando una mesa camilla en la que Glenda le explicaría que los ingleses visten fatal y el diría que sí, que bueno, pero que aquel té tan rico era cosa inglesa y que Juana de Arco era una chiflada. Mientras Leo escuchaba y les servía unos panecillos con dulce de leche.
Sólo un año nos regaló el viejo Tío Harley Davidson. Tal vez el único año que vivió de verdad. Un año de amor en el que fuimos privilegiados al conocer al perro que sabía sonreír.
http://www.youtube.com/watch?v=xVqU_V26dIE
10 comentarios:
Sólo un año pero seguro que fue el más feliz de toda su vida. Quédate con eso.
Un abrazo.
No te preocupes Regi,ellos te van a esperar para dar largos paseos.Harley ayer se despidio de ti despertandote,gran chico! Un besazo
Ufff que jartá de llorar joe...te doy las gracias yo personalmente en nombre de tantos Harleys que al final de su vida encontraron un corazon humano excepcional como el tuyo...un año solo...pero seguro que le sirvio para olvidar el resto de su dura vida. Un beso Regino
...cuando el amor se prodiga de esa forma, "el hasta luego", es un mero trámite para "el después"... mientras... todos contentos ;)); aqui y allá estamos en compañia.
Gracias por brindarnos el sentir de un ser agradecido que entre "tus cosas" conoció la buena-vida...el bien-estar en tu presencia... en vuestra presencia. ;))
Llegué acá via twitter y tu texto es precioso, como seguro lo fue tu perro. Un abrazo
Hola Regino,
No hace tanto que se fue Glenda...y ahora Harley...lo siento.
Me gustaría que echaras un ojo a este enlace ( no sé cómo dirigirme a ti sino es a través de este blog), a ver qué te parece.
http://estanochetecuento.com/disfraz-opresor/#comments
Un beso.
Muchas gracias a todos. Harley estaría feliz con tanto cariño. Creo que todavía le costaba entender, después de una vida tan dura como la que había llevado, que la gente se dirigiera a él para hacerle caricias, darle golosinas o reír sus gracias. Se sentía el centro del universo y nunca olvidaba poner su cara de dar las gracias.
Gracias por el enlace, Amelie. Me ha gustado, ocurrente y bien contado :-)
Seguro que ese año que le disteis fue inmensamente feliz!
Le diste a Harley el año más feliz de su vida y su vejez fue felix y tranquila. Murió paseando y sin dolor... RIP Harley. Allá, en el arco iris
Bonito relato.
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