Quién sabe si en vísperas de su fiesta oficial del 17 de enero andaba ya haciendo su ronda San Antonio Abad, protector oficial de los animales. Quién sabe si fue él quien propició que fuera el coche de , vaya, también Antonio, cerca de la lechuza herida en medio de la carretera.
Hubo trompo por medio, y la habilidad para evitar que otros dos coches menos atentos pasaran por encima del animal inmóvil , con el ala rota. Recogió Antonio a la lechuza, vamos a llamarla Minerva, y me envió un mensaje para que le orientara, preguntando qué podía hacer con ella. Le hice llegar el teléfono del Centro de Recuperación de Fauna Silvestre de Cantabria, creado para tales menesteres y que además no le quedaba lejos. También, consciente de la hora, alrededor de las 21:00 (Minerva, como las otras rapaces nocturnas tiene unos hábitos un poco canallas) le pasé la referencia del SEPRONA. Que se queda uno más tranquilo dejando estas cosas en manos de especialistas: no todo el mundo puede superar el miedo a recoger un animal silvestre herido, con un pico y unas garras que no son precisamente de juguete. No todo el mundo tiene información sobre cómo actuar, un lugar en el que alojar al animal, conocimientos sobre qué hacer con el ala rota …
El caso es que nadie había informado a Minerva de que era una mala idea accidentarse a deshora. El Centro de Villaescusa estaba cerrado. Y el SEPRONA amablemente indicó a Antonio que se la llevara a casa en una caja y que la llevara hoy a Villaescusa. A partir de las 10:00. Aunque, mira por dónde, no preguntaron si Antonio tenía otras responsabilidades, ocupaciones o trabajos que atender en horas laborables.
Vaya por delante que es evidente que los trabajadores del CRFSC de Villaescusa tienen el mismo derecho que todos a unos horarios definidos. Pero sí me pregunto por qué el Gobierno de Cantabria, ni cuando abrió el centro, cuyo trabajo por otra parte me consta que es ejemplar, ni ahora ha previsto un mecanismo de atención de urgencia. O si al menos esa actuación de urgencia no podría estar a cargo del SEPRONA, que si no creo mal sí está activo las 24 horas.
Hemos invadido sus espacios, les hemos relegado a ámbitos cada vez más pequeños y marginales, hemos extinguido a muchos y tenemos a muchos otros acercándose peligrosamente a ese final definitivo. Así que hoy son nuestra responsabilidad. ¿Si nos encontramos un corzo, una cigüeña, un zorro, un mochuelo, una marta heridos en el camino, en la carretera después de las 18:30 debemos mirar hacia otro lado?¿abandonarlos a su suerte, a su mala suerte, que fácilmente podría tener que ver con algún humano?
Minerva está bien, tenía ganas de comer cuando llegó a casa de Antonio y engulló con apetito la carne de pollo que le troceó y ofreció, y pocos síntomas mejores de la salud de un animal que el hambre. Se quedó haciendo lista de espera en un transportín de gato. Y hoy, por fin, irá camino de Villaescusa para que le curen el ala rota para poder regresar a la libertad de las noches estrelladas, para seguir limpiando nuestros campos de esos pequeños roedores tan dañinos para la agricultura. Y quién sabe si de vez en cuando volará rumbo a Selaya, donde pasó una noche abrigada, protegida, alimentada, gracias al buen samaritano que puso en su turbación el santo protector de los animales.
Minerva tuvo suerte, se encontró con Antonio. Pero … ¿no sería ya hora de que el Gobierno de Cantabria estableciera un protocolo de urgencia para la recogida de la fauna silvestre herida localizada fuera de los horarios de oficina? O al menos, que invierta en cartelería para avisar por bosques y humedales de que resulta peligroso tener accidentes después de las 18:30.
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