Son muchas y buenas las razones por las que siento una larga deuda estética, intelectual, moral y afectiva con Fernando Zamanillo. Una deuda que desde su epicentro se extiende a personas con las que propició el encuentro y a las que ha resultado tan fácil apreciar, querer, admirar. Una deuda que me tuvo sin palabras cuando conocí la decisión, triste, de echar el cierre de la Galería DelSol St, hace ya unos meses. Y que vencida la actualidad dejó pasar el cerrojazo sin al menos unas palabras en este blog que sé que a veces visita con esa generosidad tendente al absoluto que siempre le ha identificado.
Sí, la crisis. Que no podía dejar de golpear a esos espacios nunca del todo rentables si se operaba con honestidad y apertura y definitivamente catastróficos en los malos tiempos sobre todo en una sociedad que observa la cultura, el arte, la belleza como algo prescindible y superfluo. Una belleza sin la que algunos no sabríamos ni querríamos vivir. La crisis, sí, pero no sola, jaleada por tantos vacíos y silencios institucionales y sociales. Y el cansancio que a veces nos dobla de tanta lucha con tan pocos resultados.
Vuelven a abrirse esta tarde las puertas de ArteSantander. Y no estarán allí esta vez Javi, Violaya, Fernando, con su amabilidad, su alegría, su ternura, sus ojos transparentes, invitándonos a penetrar una vez más en el universo personal de Álvaro González (ay, esa orquídea preciosa que destrozara la locura de Gin), de Fernando Bermejo, de José Luis Vicario, de Chelo Matesanz, de Carlos Rolando, de ... de ... de ...
Y no pasará nada porque nunca pasa nada. Pero no podrá ser lo mismo ese paseo, vencido esta vez por la nostalgia, en el que no tendremos el norte hacia el que dirigirnos para descansar, comentar, desnudar emociones y hermosuras, templar las fuerzas y regresar al cutre combate de cada día. En verano, entre los pasillos y habitáculos de la feria de arte como cada día, al pasar de camino al trabajo por los amplios ventanales que fueron parte de su identidad: el arte, la belleza, abriéndose al mundo, ofreciéndose al mundo, aun a pesar del mundo tantas veces. Sintiendo ese pequeño dolor, ese pequeño escalofrío.
Esa lenta nostalgia de tantas tardes felices, tantos colores, tantas formas, tantas palabras, de descubrimientos y conversaciones, de sorpresas y luces que fueron impregnando de a poquito las almas. Esa nostalgia de aquella noche de milongas y tangos, de aquella soledad, de aquel recuerdo, de aquella despedida.
Esa nostagia de una deuda de gratitud que hubiera querido crecer y crecer hasta hacerse estallido.
Fernando. Gracias.
1 comentario:
Querido Regino,
Soy Fernando y espero darte un abrazo muy fuerte un día de estos. He estado fuera, de viaje por los mejores calores de Andalucía y acabo de llegar, encontrándome con tu blog. Te diré más y mejor personalmente.
En cualquier caso, gracias, muchas gracias.
Un beso muy fuerte,
Fernando
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