Dicta su sentencia, por fin, tras tantísimo tiempo de incomprensible silencio, el Tribunal Constitucional sobre la reforma del Código Civil que en 2005 permitió el matrimonio entre personas del mismo sexo en igualdad de condiciones. Como no podía ser de otra forma, vistos los muy endebles argumentos del recurrente Partido Popular y de las diversas tribus contrarias a la equiparación en derechos civiles de todos los ciudadanos, avalando la constitucionalidad de la norma.
Para quienes hemos vivido bien cerca todo el proceso, desde los primeros intentos de sacar de la exclusión social y jurídica nuestra realidad afectiva hasta la conquista del matrimonio, supongo que era parte de la batalla que el enemigo, ese que siempre ha representado la interdicción de la diferencia y la violencia contra la misma, desde el insulto y el acoso hasta la prisión o el asesinato, hasta conseguir hacerla invisible y culpable, ese mismo enemigo enarbolara sus armas con la mayor dureza. Y así tuvimos que sufrir cada día agresiones e insultos de la Conferencia Episcopal, de dirigentes y militantes del Partido Popular, de la Caverna mediática, de presuntos intelectuales y juristas hasta un punto en el que llegó a dar la impresión de que no había otro problema en el país, ni mal mayor posible, que la apertura del matrimonio para gays y lesbianas. Y así fueron pasando la ridícula Ana Botella con sus sumas de peras y manzanas o el indigno Polaino, invitado como experto del PP al Senado para insultar a nuestras familias y hacernos hijos de madres violentas y padres ausentes y alcohólicos. Así se fueron ganando a pulso el carácter de paladines de la homofobia más virulenta tantos obispos que llegaban a convertirnos en responsables de esas prácticas que les resultan, curioso, tan cercanas y que tanto disculpan en la cercanía. Así periodistas gritones como la Durán, la Zorrilla o la San Sebastián, como Eulogio López y su panfleto Hispanidad y tantas y tantas otras. Así Hernando, HazteOír o el Foro de la Familia. Compitiendo en la difamación más absurda o el golpe más doloroso. Y provocando con sus vómitos mucha violencia, mucho dolor, mucha sinrazón. Esos dolores que a tantos nos han afectado muy personal e íntimamente y esas sinrazones como las que llevaron a un jurado popular gallego a decretar que la culpa de un doble asesinato especialmente truculento la habrían tenido las víctimas y no el asesino, pobrecito asesino, que habría sido víctima de un ataque de “pánico homosexual”.
Uno que dejó de creer hace mucho en los gnomos nunca creyó que la sentencia del Constitucional que algún día tendría que llegar fuera a evitar estos constantes desafueros. Pero tampoco pensó que se fuera a reabrir la competición entre machirulos presuntamente heteros a ver quién escupe más lejos, quién mea con más ganas o quién acosa con más gracia al homosexual que se le ponga a tiro en el patio del colegio. Pero ahí estamos otra vez, en el concurso de matones homófonos en el que poco importa qué tipo de barbaridad se arroje por la bocaza porque todas están consentidas siempre que tengan a gays y lesbianas como diana. Y así podemos escuchar a gentuza como Coto Matamoros espetar en máxima audiencia y ante el bufón oficial que él es homófobo y lo será hasta que los niños nazcan por el culo, o al director de Hispanidad, ese que se pretende culto e ilustrado y no pasa de cursi pedante, definirnos como monfloritos y derramar en tinta virtual su odio acusándonos de ir de víctimas por el mundo cuando el problema, su problema y el de otros como él, comenzó precisamente el mismo día en que dejamos de ser víctimas y comenzamos a plantar cara a abusones y matones.
¿Alguien, alguna persona lesbiana, transexual, gay, fue tan inocente como para soñar con un mundo en el que al encender la radio por la mañana, al tomarse un café en el bar de siempre, al hojear el periódico o sintonizar en la televisión la cadena habitual no se le insultara, no se le vejara, no se buscara su pública humillación? Pues va a ser que no. Va a ser que por fin ha quedado claro que ahora sí somos parte del entramado social y jurídico, que nuestro amor es constitucional y que tenemos las mismas opciones ya que cualquier otra pareja, que cualquiera de nuestras vecinas y vecinos.
Pero también está claro, una vez más, que no van a parar, que continuarán como terroristas de la palabra alimentando a quienes por falta de palabra y neurona pasarán a serlo de la obra. Porque cada vez que Jorge Fernández, o Eulogio López, o Paloma Zorrilla, o Ignacio Arsuaga, o Gádor Joya, o Coto Matamoros, o tantos y tantos otros nos apuntan con la lengua vuelven a ponernos en la diana del odio. Porque cada vez que un puño golpea, un animal mata, un descerebrado insulta a uno de los nuestros, a una de las nuestras, fueron ellos quienes cargaron su arma. Ellos los responsables.
Y, francamente, estoy más que harto.
4 comentarios:
No te hartes. Es lo que ellos querrían. Si estás harto aquí estoy yo para levantarte el ánimo. Y que nadie se atreva a seguir por el manido método de despotricar de todo lo que les asusta. Porque el día que Agata se harte van a temblar los cimientos del globo terráqueo. Así que muy bien, desahoga tu impotencia ante los trogloditas, pero levanta más fuerte que nunca tu derecho a vivir dignamente. HE DICHO.
Y demostraré que no soy un robot para poner mi comentario, pero porlagloriamipare que no veo ná.
"Ladran, luego cabalgáis". Y con vosotros y vosotras los que consideramos la Libertad como el "bien más preciado" -que decía "La Varsovianka"- y sentimos vergüenza ante ciertos comentarios y ciertas actitudes.
La intolerancia de esta gente llega a limites insospechados. Solo lo que se lucha se consigue aunque en el empeño se deje sangre, sudor y lagrimas.Pero no luchar es rendirse.
No debemos olvidar como se ejercita también violencia contra cualquier opción sexual diferente a la heterocristiana, cuando se vota a un partido homofobo, en definitiva, no-heterocentrista-fobo. Lo.peor, es que a veces incluso los gays les votan. Y me duele que no se respeten a si mismos al elegir esta opción.
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