Tras esta larga ausencia pensaba que podía ser una buena idea arrancar con alguna de las series tradicionales del blog. Un “Imbéciles sin fronteras”, sin ir más lejos, y dada la proliferación de candidatos casi diaria. Pero admitir a Carlos Delgado, Consejero de Turismo de las Islas Baleares, en la particular ONG nacida en esta habitación siempre tan desordenada sería reconocer que en la cabeza tendría sesos, aunque fuera a la romana y con rodaja de limón, en lugar de criadillas empanadas. Poco hechas y chorreando sangre.
No quiero hablar de la caza, una actividad que me disgusta pero que abre la puerta a alguna de mis insalvables contradicciones (tengo que reconocer que me gusta la carne procedente de la caza, como algo excepcional pero sabroso, aunque sé que acabaré prescindiendo de ella). Pero sí voy a recordar que cuando se habla de la brutalidad de los cazadores, sobre todo en la espinosa cuestión del maltrato y abandono de perros de caza, los propios cazadores suelen hablar de amor por la naturaleza y respeto a los animales. Una imagen sin duda alimentada por relatos y experiencias en que el instinto a veces, la inteligencia otras, la valentía muchas de la “pieza” habían hecho al cazador admirar y valorar el trofeo.
Nada que ver esa actitud, real o impostada, de la que han llegado tantos testimonios con la cara cubierta de chorretones de sangre que gotean sobre la expresión fronteriza de un memo solemne. Alguien que para regocijarse del éxito en la cacería en la que ha tomado parte se convierte a sí mismo en un bufón y degrada a ese ciervo abatido que, sin duda alguna, tiene más dignidad y más valor.
Siempre me he preguntado qué extraña obsesión testicular obliga a los machos heterosexuales de la especie humana a intentar toquetear cojones, adminículos y pelotas varias, qué tipo de estupidez ancestral transmitida de generación en generación les hace sentirse más hombres por cortar los cojones al mísero y doliente Toro de la Vega. O por convertir en sombrero estrafalario y sádico los testículos de un ciervo. Pero debe de ser la mar de natural eso, oigan, normal del todo.
Ahí tienen la foto: Se juzga sola, se comenta sola, se escandaliza sola. Y no me vengan a decir ahora que el animal es el ciervo.
1 comentario:
Mientras la ley de maltrato animal no se ponga en práctica, seguiremos viendo a bestias enseñando sus instintos más animales.
Publicar un comentario