domingo, agosto 05, 2012

¿DEBE SER EL DOLOR OBLIGATORIO?


Nada tiene que ver la crisis con muchas de las decisiones que el gobierno del Partido Popular está adoptando. Con muchas decisiones que vienen a alterar el estado de las cosas desde una perspectiva claramente ideológica, extremista, contraria a las propias declaraciones y programas con los que los conservadores obtuvieron el respaldo mayoritario en las últimas convocatorias electorales. De hecho, algunas de ellas no gustan siquiera a sus votantes. 

De entre ellas, el estupor y el enfado ante una concreta me hacen regresar a este blog al que tanto quiero, tanto debo y que sin embargo tan abandonado tengo: la reforma que el ministro Gallardón propone para la regulación de la interrupción del embarazo. En especial, aquel extremo en el que se prohibirá la praxis del aborto en el caso de malformaciones graves en el feto, tal como estaba previsto en la primera de las regulaciones, en el tan lejano 1985, y que por cierto pasó sin demasiados problemas la prueba de la constitucionalidad. 

Significa esta decisión, primero, un regreso a la consideración de la mujer como ser parcialmente incapacitado, alguien que no tiene altura intelectual ni moral para adoptar sus propias decisiones sobre su propìa vida y a la que hay que controlar desde la superioridad perifrástica del gobierno. Porque en el fondo, eso es lo que supone la anulación de una ley de plazos: volver a arrebatar la interrupción voluntaria del embarazo del centro de decisión que lealmente le corresponde, la mujer que habrá de soportar la preñez, el parto y en buena medida todavía hoy la mayor parte del peso de la crianza. A cambio, el regreso a la casuística, esta vez con cuentagotas. 

Tengo para mí que la razón última de esta deriva de Gallardón responde a dos factores. El primer de ello, ese conservadurismo tradicionalista del que muchos estábamos seguros pero que él, ciertos medios, y una gran campaña de mercadotecnia política, se habían encargado de nublar. El segundo, más importante, la condición de ambicioso arribista de don Alberto, que a la vista de los malos tiempos que corren para la popularidad de Mariano Rajoy, la indefinición acerca del futuro de país y gobierno, y la pérdida de espacio de su gran oponente, la condesa consorte de Murillo, ha decidio congraciarse con los sectores más carpetovetónicos y ultramontanos de la derecha hispánica, precisamente aquellos que había perdido por jugar a la equidistancia y a la modernidad y que ahora ensalzan las virtudes de Alberto el Justiciero. 

Son muchas las reflexiones, cartas y documentos que he leído estos días. En su mayor parte hablando de la experiencia terrible que familias y niños sufren cuando se hacen presentes tantas enfermedades crueles e irreversibles. Cartas en las que no se niega el profundo amor al hijo, pero que siempre se tiñen de una tristeza profunda, densa, cortante, la provocada por años de lucha sin esperanza, la de horas de lágrimas y de impotencia junto al doliente. Y es que, como bien decía en una espléndida mirada ética el jesuita Juan Masiá en El País, al hablar de malformaciones en el feto son muchas y muy diferentes las situaciones, algunas que hoy consideraríamos de gravedad menor, que permitirían cierta autonomía, cierta normalidad, a sus afectados (lo que por cierto no impediría el esfuerzo, la implicación, el exceso que se exigiría a las familias). Pero otras en las que el niño nacería no ya con una condena a muerte temprana e irreversible, sino sobre todo en las que nacería sólo para sufrir. Enfermedades degenerativas, enfermedades neurológicas, enfermedades que suponen fortísimos dolores que un niño de corta edad apenas podrá soportar, frustraciones sociales, inmovilidad, incapacidad para llevar una vida de calidad mínima. Niños que de llegar a la juventud estarían condenados a vivir recluidos, a desconocer el amor. Seres para el dolor. Un dolor contagioso para familias que dejarían de vivir, dejarían de encontrar otro estímulo en el mundo diferente del cuidado, querido o no, del enfermo extremo. ¿Van a resistir esa prueba todas las parejas? ¿podrán con tal responsabilidad todas las madres? ¿cuántos hijos odiarán a sus padres, les echarán en cara el haber abandonado al resto de la progenie? Nadie habla del aborto con frivolidad. Claro que la interrupción del embarazo es fruto será siempre dolorosa. Pero podría, tendría que ser una decisión propia, un dolor elegido. Y de aquí el título de este regreso al blog. ¿Puede el dolor ser obligatorio?¿Quién se cree Gallardón para imponer a miles de personas un sufrimiento extremo e inhumano? ¿Quién va a llorar cada noche junto a la cuna, quién va a quemar sus días junto al enfermo obligado a pasar operación tras operación, a atravesar tratamientos constantes, a soportar los mordiscos de los más crueles dolores en su cuerpo?¿Quién va a pagar todos esos gastos, ahora que el gobierno del que forma parte el propio Gallardón retira prestaciones educativas, sanitarias, sociales? Sobre todo, ¿quién va a sentir cada día la noche en el alma, el grito interior o exterior de que sería mejor no haber nacido? 

Sí. Es cierto. Hay quienes piensan que se puede infligir dolor a otros, quien cree que puede provocarlo de manera activa o pasiva, quien permanece ciego ante el sufrimiento. Hay pervertidos, hay asesinos psicópatas, hay psicópatas sociales. Y me temo que hay una tercera razón para que Gallardón decida obligar a miles de personas a retorcerse de dolor mientras sus familias se retuercen de impotencia. Es un sádico psicópata. No encuentro otra explicación.

4 comentarios:

Alfonso Saborido dijo...

Es el Opus quien manda, que se santifica con el dolor. Con el dolor ajeno, claro.
EStos días mi pareja está cuidando a un abuelito de 90 años. Está lleno de úlceras... eso no es vida, un sufrimiento que de verdad, te deja fuera de sí verlo... cada día estoy más convencido de la eutanasia. Que uno haga su testamento vital y que luego se haga la voluntad.
Abrazos.

Maria1462 dijo...

Es cierto, quien es el Gran Alberto para anular de un plumazo la ley de plazos que estaba funcionando a la perfección, a nadie se le obliga abortar,y respeto mucho a las mujeres que a pesar de saber que vienen con malformaciones deciden seguir adelante con el embarazo, pero sigo pensando que lo hacen por ideología que es por lo único que no se deben dejar llevar a la hora de tomar una decisión tan dura. Yo que estoy a favor del testamento vital y la no prolongación de la vida artificialmente, sería incongruente pensar traer al mundo personas a sufrir.

BRUNO dijo...

Estoy de acuerdo con las opciónes con la que intentas explicar y explicarte el por qué de esta criminal medida con la que el cristo-fascista Gallardón (no olvidemos quién fué su padre y cómo el mismo definió a su hijo) quiere llegar a lo más alto.
Metidos de hoz y coz el la Gigantesca Estafa,-sigo negándome a llamarla "crisis"-, los pescadores de río revuelto profesionales hacen su agosto y quieren colocarse bien en la carrera para la que creo próxima "desaparición" de la Moncloa del más inepto, mentiroso y cruel de todos los Presidentes de Gobierno de Occidente.
Hago notar una cuestión que me preocupa mucho: la enorme pujanza que están comenzando a tener organizaciones ultracatólicas (talibanes) como "Hazteoír" y similares, que consiguen mediante presiones ser un poderoso lobby dada la fidelidad de sus asociados y simpatizantes y hacer (p.e.) que primeras marcas comerciales dejen de publicitarse en programas ·"incómodos" para sus intereses, como alguno de "La 6ª".
Me parece gravísimo y yo personalmente boicoteo a los que boicotean, pero me gustaría que alguien con mas posibilidades que las mías se lo tomase tan en serio como yo me lo tomo.
Encantado de volver a leerte, "Rukaegos":

Anónimo dijo...

En estas cosas, es el mismísimo Dios el que está de su parte así que es inútil discutirles nada.
Y, viendo como se está sucediendo todo, cada día estoy mas segura de que acabarán prohibiendo el aborto sin que podamos ampararnos en ningún supuesto.

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