Estamos muy acostumbrados en estos tiempos difíciles a escuchar que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades. Quienes han provocado el caos, apostado por la fractura social y por el colapso del sistema, quienes han vivido de la rapiña de los dineros públicos y vivieron, en sus propias palabras, en una fiesta que no se terminaba nunca, aprovechan ahora para sostener sus privilegios y su tren de vida arañándonos a los demás en los flecos de nuestras propias y eternas carencias. Y lo hacen con una tijera de podar en las manos, que se quiere llevar todo lo que habíamos construido, todo lo que hacía un poco mejor, un poco más amable, un poco más esperanzador este mundo y este país.
Puesto que la cultura y el arte han sido para ellos siempre un lujo o un escaparate, nunca una necesidad vital, la cultura y el arte ven cómo se les convierte ahora en paganos principales de una crisis más bien poco artística. Y puesto que la cultura y el arte son en su mezquindad intelectual una frivolidad superflua, han decidido que tienen muy poco o ningún valor el trabajo y el tiempo invertidos en la construcción de la belleza, en la elevación del espíritu, en el sosiego de nuestras fracturas cotidianas. Y apelan al voluntariado. ¿Queremos bibliotecas? Gestionémoslas de manera voluntaria. ¿Queremos música? Que los músicos estudien años para luego deleitar, solidarios por obligación, a sus conciudadanos.
Perversos planes de futuro, en los que ni creación ni interpretación alcanzarán justo precio ni espacio adecuado. Pero todavía peor situaciones como la que ahora voy a narrar y que se repiten con alarmante frecuencia.
Y es que hace un par de días me encontré con un amigo que, enamorado de la música, decidió abandonar su dedicación profesional para gestionar una agencia de contratación de conciertos. Una cartera excelente, origjnal, profesional. Y muy pocas oportunidades en esta Cantabria que aborrece a los suyos y en la que, para muestra un botón, tras siete años no ha conseguido reunirse cinco minutos con los ¿responsables? del Festival Internacional de Santander para presentarles su cartera. Rizando el rizo, me cuenta que uno de esos ayuntamientos que desde la construcción masiva consiguió una rentabilidad fuera de lo acostumbrado y que invirtió una pequeña parte en manifestaciones culturales varias, le propuso un pequeño ciclo de conciertos para el pasado verano. Financiados a tres bandas, una de ellas privada. Los conciertos, rigurosos, profesionales y excelentes en su dimensión artística, tuvieron lugar, las facturas se tramitaron en tiempo y modo. Y meses después no es ya que sólo una, la que correspondía al patrocinador privado, haya sido cursada (hemos acabado por asumir que la Administración paga ... cuando paga, alguna vez en algún futuro no demasiado cierto), sino que le llega una carta del Ayuntamiento en cuestión en la que se le dice que "no ha lugar" al pago de las dos facturas restantes.
Vamos, que el Ayuntamiento convoca a los músicos, el ayuntamiento se promociona, el ayuntamiento sirve de escenario y la corporación se hace la foto en la primera fila. Pero una vez vampirizado el trabajo de los músicos y la gestión del agente, diez meses más tarde decide no ya que se vaya a retrasar en el abono de lo acordado, sino que a lo escribiente Bartleby, preferiría no hacerlo.
No es caso único ni infrecuente. Es habitual que quienes cobran sin problemas sus nóminas te exijan que prestes tu conocimiento o tu talento artístico bajo la condición de gratis total. Recuerdo con horror la desfachatez, el descaro, en los años de las presuntas vacas gordas que no lo fueron tanto para los artistas, a un Director General de Cultura de Cantabria explicando a un importante activo cultural santanerino que a cambio de las muchas horas y gastos que le exigía para comisariar una exposición oficial recibiría como pago "Nada, que no tenemos dinero. Como mucho un café, y que sepas que te lo pagaré yo de mi bolsillo".
Malos tiempos para la lírica, y para la música, y para las bellas artes, y para la danza, y para el teatro, y para la lectura, y para ... en un tiempo en el que los corsarios se han quitado la careta y han decidido dejar claro lo que todos ya sabíamos. Que el atraco a mano armada será, si Apolo no lo remedia, el modelo de gestión cultural más importante de los últimos años. Mientras los buitres se apropian de lo que roban a los artistas y niegan a nuestro espíritu.
2 comentarios:
Hombre!. No para toda la "cultura": El "Centro Botín de Sabediosqué" se comienza a construír si o si este verano a pesar de alegaciones, consejos del Colegio de Arquitectos etc..
Quien manda, manda.
No lo podías haber explicado mejor Regino, ahora daremos conciertos para las butacas y los sofas de nuestro salón, seguro que nos recompensan mejor. Amen.
Publicar un comentario