martes, noviembre 01, 2011

LA MUERTE Y LA MEMORIA


Dicen que no morimos mientras alguien nos recuerda. Dicen que gira nuestra existencia en torno a Tánathos, La Muerte. Dicen que nuestras uñas o nuestro cabello dan testimonio constante de cómo el paso del tiempo nos aniquila sin pausa pero sin prisa. Que amar es también escribir el preludio de la ausencia.

Cada cultura, cada edad, cada persona se han visto obligadas a inventar ritos y mitos para que la certeza del fin no pudiera aniquilar su alegría ni detener su reloj. Obligadas a dar un espacio a sus muertos desde el que compartir la memoria, a esos cuerpos archivados en las cavernas paleolíticvas, con la cabeza y las extremidades seccionadas para que el alma del pariente no se escabullera en forma de fantasma, y que compartían hogar y familia. A las figuras votivas que se reunían en los altares dedicados a los pequeños espíritus familiares. A los restos inhumados en toscos cementerios o abandonados en panteones de vanidad y mármol. A las cenizas que han volado hacia el viento o se han confundido con el agua. A las aves soberbias que volaron tras devorar las entrañas de los caídos y transportaron sus almas a los cielos.

Es posible que siempre escribamos sobre la pérdida, que siempre hablemos de la pérdida, que nos conmuevan los relatos acerca de quienes se marcharon y nos desconcierten las preguntas acerca de lo que pueda suceder más allá de las puertas custodiadas por Cerbero. Que incluso en el humor sigamos rindiendo un peculiar homenaje.

Recuerdo fragmentos de poemas, de películas, de novelas en los que se hace presente la avaricia de los muertos, su necesidad de atraernos con sus cantos de lúgubre sirena, para que no los abandonemos, para que nunca dejemos de pronunciar su nombre o de sostener su mano. Para que seamos el ancla que los clava contra el suelo de aquellos a los que quisieron. Recuerdo a Antígona arrojando un puñado de tierra para salvar la eternidad del hermano, dando forma escueta al rito necesario. Recuerdo al viejo judío que retrató Muñoz Molina en Sefarad, desolado en el claro de bosque donde una vez hubo un pequeño campo de concentración, ese en el que su esposa y sus hijas descubrieron el terrible rostro de la muerte, ese del que ya nadie recuerda siquiera el nombre. Ese hombre derrumbado porque piensa que cuando él muera, nada quedará de las que tanto amó, ni siquiera su muerte. Recuerdo el ácido e impenitente humor cabaretero de Harvey Fienstein explicando en Trilogía de Nueva York a su guapísimo novio que los judíos ocultan los espejos "para no ver el dolor de nuestro rostro reflejado" y se sientan, de nuevo el rito, en duros taburetes "para que haya dolor en nuestro rostro".

Recuerdo, claro, con la sonrisa de fiesta en sus amados rostros, a mis muertos. A los que reposan en la tierra, o en compañía de los suyos en el panteón con vistas al mar de la foto. A los que se hicieron ceniza. A esos que están cada día conmigo, porque soy también todo lo que me dieron, y a los que recuerdo también hoy, a pesar de que haya quien encuentre ridículas las memorias institucionales, y a quienes hoy, en compañía de mi madre y mis hermanas, acerqué unas flores. A esos nombres, Rosalina, Alberto, Chavita, Lander, Leo, que más allá de unas letras o unas fotos o un dolor clavado con saña, laten cada vez que mi corazón se empeña en sus rítmicos golpes. Que viven conmigo.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Estoy contigo querido primo.,Imposible conseguir llegar mejor al que lo lea.,un abrazo.,recuerdo en especial a mis padres y al tuyo en este día

Rukaegos dijo...

Otro abrazo cargado de recuerdos, como el del primer caganer que vi en un Belén, para ti, primina (porque a pesar del anonimato creo que eres una prima muy guapa y muy lata jeje)

Agata dijo...

Un beso. Iba a decirte algo pero no es muy adecuado. No para tí, que has sufrido tanto. Tengo que venir para sacarte una sonrisa aunque no te vea.Ah, estabas muy guapo hace 20 años(foto del FB) Hazme el favor y dentro de otros 20 quiero que sigas conservando esa mirada.

Amélie dijo...

Tiempo de nostalgia
Tiempo de melancolía...
Y escucho Yves Montand cantando les feuilles mortes.

http://youtu.be/kLlBOmDpn1s

Anónimo dijo...

Que se vaya noviembre ya. Quiero primaveras.

jcabezonalonso dijo...

Después de la muerte está lo que dejamos y por eso nos recordarán. Fue Unamuno quien me enseñó a reflexionar sobre algunas cosas vinculadas a la agonía de la vida.

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