jueves, junio 16, 2011

EL MESÍAS NOS PILLE CONFESADOS



No creo que quede incauto alguno, a estas alturas de la historia, que espere de las preclaras mentes que dirigen el Festival Internacional de Santander criterio alguno. Suspendidos en su propia nube de autosuficiencia, se han caracterizado hace ya tiempo no sólo por una repetición ad nauseam de programas y de artistas, sino por una ignorancia paradigmática acerca de cuanto se mueve en la escena musical internacional. Ni los nombres emergentes ni aquellos de los consagrados que se salen de su particular red de intereses, ni los programas elaborados y arriesgados, ni la evolución en los criterios interpretativos han sido nunca prioridad para los el acomodado dúo directivo. Que prefiere secuestrar una programación pública para concretar su obsesiva y enfermiza pasión por un género único, la ópera, a ser posible en programas de recortes y selecciones como si de una clasificación de Los 40 Principales se tratara.
Al Dúo del Festival me consta que le molesta toda reflexión crítica que no sea una laudatio desporcionada. Y le molesta todavía más que se hable en esas reflexiones no de lo que cada artista pueda poner sobre el escenario sino sobre todo de que se cuestione su rancio hacer. Pero, ¿qué otra cosa nos queda para analizar la paupérrima programación que nos han organizado para este verano entrante? Limitémonos hoy a una pequeña reflexión sobre una única convocatoria, la que gira en torno a una original y casi desconocida obra de Händel, El Mesías, a cargo de la orquesta y coros del Festival de Schleswig-Holstein.
Brillantes son los trabajos de tantísimas agrupaciones de primera línea en los últimos diez años que han reivindicado con textos y sobre todo con grabaciones y conciertos espléndidos la riqueza grandiosa de genios casi preteridos por el paradigma clásico-romántico como Händel y Vivaldi. Óperas maravillosas e inéditas, repertorios grandiosos de música instrumental y sacra, que nos recuerdan en su belleza absoluta aquella carta del divino Bach en la que mostraba su pesar por "haber nacido Bach y no Händel". Adoro, por supuesto, El Mesías, que no en vano ha sido capaz de conquistar a través del tiempo su carácter de referencia del repertorio, tiemblo ante la sutil textura de algunos de sus coros y ante la riqueza expresiva de sus arias. Pero sigo sin acabar de entender cómo en un evento que se pretende a sí mismo "extraordinario" y bajo ese adjetivo justifica los fastos y gastos de la cita veraniega, haya de constreñir a Händel a una obra única y de interpretación común. Cabría, claro, un Mesías transgresor, diferente, como el que con una original y actual puesta en escena nos dejó grabado el Arnold Schönberg Chör. Pero dudo mucho de que a las telarañas somnolientas de las mesas de la dirección del festival haya llegado noticia alguna de tan magna y celebrada interpretación.
Pero podemos ir aún más lejos. Obra repetida a cargo de conjunto repetido. Lo que no quiere decir que la Orquesta del Festival de Schleswig-Holstein sea deficiente (el binomio orquesta y Alemania suele ofrecer unos mínimos altamente satisfactorios), sólo que ya la hemos escuchado por estos pagos en varias ocasiones, sin que podamos decir lo mismo con la mayor parte de conjuntos especializados en Händel que hoy brillan en festivales, salas y grabaciones. Para más INRI, hace ya mucho, mucho tiempo, que interpretar a Händel significa interpretar sus obras desde el criterio, desde el historicismo, hacerlo desde ese lenguaje que recupera las técnicas de canto, los instrumentos originales o copia de originales según la particular praxis interpretativa a la que obligan. Utilizar para El Mesías el voluminoso aparato de una orquesta sinfónica acompañada por el voluminoso aparato de un coro sinfónico es un exceso, una recaída en un paradigma operístico y melodramático que le viene mal a la obra y no permite esperar nada de especial relevancia. Con que afinen y empasten habría el público de quedar más que satisfecho, porque el instrumento elegido no permite la flexibilidad, las sutilezas que una lectura mágica de Händel precisa.
Pero al final, es que el Festival Internacional de Santander se ha ido adocenando, convirtiéndose a causa de una incomprensible tolerancia de las instituciones públicas y la sociedad cántabra, que son al fin las que pagan la alarmante falta de ideas y de horizontes del ciclo, en una celebración del Déjà Vu. Todo se repite un año y otro año y otro año. En una busca aventurara de Big Bostezo que algún día acabará por estallarnos en pleno verano.

5 comentarios:

Antonio Fernández Munárriz dijo...

Comparto lo que dices al 100%.

Para descargo de algunos, quizá hay que tener presente el panorama cultural provinciano en el que nos desenvolvemos.

El lado sombrío de la cultura está rodeado de un panorama de mediocridad acorde al resto de la sociedad.

Al final se ha convertido a este Festival en un acto social sin poso. Gravita en la existencia de una sociedad que solo busca la apariencia y que ha dejado atrás la calidad, la excelencia.

Rukaegos dijo...

Pues sí, Antonio. Pero puede que esos algunos sean precisamente los responsables de la mediocridad ambiente. En el ámbito de la cultura tanto o más que en otros siempre se ha preferido matar al mensajero antes que solucionar los desafueros.

Y así nos luce el pelo.

Un saludo

Anónimo dijo...

Opino lo mismo.
que más se puede decir.............

Marga de Quevedo dijo...

Amén.
Yo creo que este año,solo me gastaré los euros en un par de cosas,y aprovecharé para ver la cara de nuev@s en zona de autoridades.

Anónimo dijo...

Me dá mucha pena entrar en tu blog y ver que apenas escribes ya, pero sin embargo en el de Glenda sí... bueno espero que te animes un poco y nos deleites de nuevo con tus ocurrencias...
Mariah

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