domingo, noviembre 11, 2007

QUÉ FRÍAS SIEMPRE LAS GARRAS DE LA MUERTE...

Media hora antes del accidente que ayer nos dejaba a todos rotos, estuve hablando con José Félix por última vez. Estaba organizando un viaje a Chad para visitar un programa de cooperación en el que andan implicados varios campurrianos y uno de ellos, Berto, me había pasado la dirección del Consulado de Chad en España para que hicieran los papeleos correspondientes. Salíamos de celebrar el centenario de la Agrupación Socialista de Villaescusa, en un ambiente amigable y festivo, con la presencia de Alfredo Pérez Rubalcaba, y justo después de esa conversación iniciamos nuestro regreso a Santander.
Hace ya muchos años que mi vida se encontró con la de José Félix García Calleja. Comenzaban los encuentros entre asociaciones juveniles que dieron lugar al nacimiento del Consejo de la Juventud de Cantabria. José Félix era, cómo no, el alma del proyecto. Eran sus tiempos de militancia scout, en el MSC. Y por allí estaban también otros nombres entrañables como los de Ramón Ruiz, Pilar Caamaño, Isidro Soberón, José Luis de Solana, Marián Roba, en representación de diferentes organizaciones. Y el más joven de todos, de presencia intermitente, el que suscribe, por aquel entonces vinculado a la Juventud Demócrata Cristiana.
Desde entonces, José Félix fue siempre un referente del compromiso. Infatigable, optimista, cariñoso, sonriente, dinamizó el asociacionismo juvenil en Cantabria y consiguió que se consolidara la idea del Consejo de la Juventud de Cantabria, del que fue Presidente antes de serlo del Consejo de la Juventud de España. Pero encontraba tiempo para vivir el sueño europeo, para participar en la creación de ONGs de cooperación al desarrollo, para entregarse a tantas causas, a tantos futuros. También para su propio futuro, al lado de Marián y pronto con la presencia de Marcos.
Pienso en José Félix y lo veo como un referente de los valores de la izquierda, de lo mejor de la izquierda. Un soñador capaz de enfrentarse a la realidad para ir amarrando retales de un tiempo mejor, más justo, más igual, en el que fuera cierta la dignidad de todos y todas. Nunca se cansaba. Nunca se rendía. Su cabeza bullía, llena de proyectos nuevos. Y de su entrega personal saben tantas asociaciones de Cantabria, tantos inmigrantes, tantas personas del mundo que hoy viven un poquitito mejor en parte gracias al trabajo, el esfuerzo y la voz de José Félix. Y es que Cantabria se le quedaba pequeña y sus ojos veían a través de Europa, del Mundo. De su mano, la cooperación al desarrollo pasó en el Gobierno de Cantabria (llevaba ya cuatro años como Director General de Asuntos Europeos y Cooperación al Desarrollo) de ser una anécdota a ser un modelo de cómo deben ser las políticas solidarias de las administraciones públicas: eficaces, cercanas, generosas.
Pero ante todo recuerdo al amigo. Al hombre cercano en tantos momentos difíciles, al compañero de tantos cafés de media mañana en Siboney, al contertulio de tantas discusiones. Al que siempre estaba ahí, donde sólo queda ya un nuevo vacío.
Creían los antiguos cántabros, así lo atestigua la Estela de Zurita, que el alma de los guerreros muertos viajaba al cielo al ser sus cuerpos devorados por las águilas. La memoria de José Félix, el guerrero de la paz y la solidaridad, habitará así para siempre estos cielos cántabros que tendrán que llorarle durante mucho tiempo.
Con un abrazo cargado de fuerza y de cariño para Marián y Marcos.
Y para todos, Bruce Springsteen, a quien José Félix admiraba, hablando de la desolación, del vacío, de la muerte, por las Calles de Filadelfia.

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