jueves, abril 29, 2021

ADIÓS, TIBERIO



La sorpresa continúa saltando cuando explico que, tras 19 años de convivencia, se me ha marchado la gata Tiberio. ¿Gata y Tiberio? La sorpresa se magnifica cuando añado, "Sí, Tiberio Claudio Druso Nerón Germánico, para ser más exactos". Y ya entonces tengo que explicar que había decidido por primera vez incorporar a una gatuca a la familia para que Glenda no pasara tanto tiempo sola, que la elegida era Miércoles pero te dejaron con ella para que no estuviera muy estresada los primeros días y que ya vendrían después de un fin de semana a recogerte y... bueno, nunca te marchaste. Se suponía que eras chico, que los gatos sois un poco complicados de peques para determinar esas cosas, y yo me quedé con la sensación de que había hecho un poco el tonto cuando no vinieron a recogerte y me quedé hoy con dos mininos en lugar de uno, así que, reflejando en ti lo que yo sentía, te bauticé con el nombre completo del emperador Claudio, el que tenía fama, bien injusta, de tonto. Al poco fue evidente que eras chica, pero ya dejamos el nombre tal cual, no fueras a alterar tu frágil estabilidad existencial.

Para mí entonces manejarme con dos gatas era como doctorarme en cálculo infinitesimal, erais seres extraños y traté de hacerlo lo mejor posible. Mucho mejor lo llevó Glenda, que según os vio dijo "Anda, cositas para pastorear" y se convirtió en vuestra madre. Inolvidables esas escenas en que cuando jugabais por la noche, vuestra madreperra se levantaba de la cama, os pillaba por el cogote y os lanzaba a los lados del pasillo para que dejarais de molestar, o cuando os pillaba por el cogote (llegó a ser una manía) y os reñía por haber salido al descansillo de la escalera. 

La propia Glenda fue la que te convirtió en una pequeña estrella en la blogosfera, al incorporarte a las peripecias de su blog como "la gata tonta". Y es que no te parecías en nada a tu hermana Miércoles, siempre fuiste tímida, reservada, distante. Te encontrabas cómoda al sol, cuando no había nadie cerca, te escondías si había jaleo por la casa, pero también mostrabas tu cariño sentándote al otro extremo del sofá cuando yo veía la tele, eso sí, sin dejar que te tocara o te acariciara. Con el paso del tiempo todos en la manada aprendimos a respetar esa distancia, y de alguna manera ese respeto te aportó seguridad: Alargaste tus expediciones, saltaste a lo más alto de los armarios y del frigorífico para luego pedir socorro porque no te atrevías a bajar, te acostumbraste a buscar calor encima de Gin o pegada a mi lado, y a exigir tu comida por las mañanas y por las noches. Hasta descubriste que de vez en cuando se estaba bien buscando una caricia o un ratito en brazos.

Inolvidable también el recuerdo, siempre lleno de sonrisa, de tu encuentro con Leo. Fuiste el único miembro de la familia que nunca le aceptó, celosa quizás de una atención que tú no buscabas pero no querías ceder a otros. Erizabas el pelo y bufabas como poseída por Belcebú cada vez que os tropezabais por el pasillo, y Leo, con su carácter extrovertido y alegre y sus dotes actorales, pronto decidió imitarte y responder a tus bufidos hasta que, enfadadísima, te escondías en aquel cajón del armario que tantos años fue tu mejor refugio, supuestamente secreto.

Tu marcha ha sido a un tiempo esperada y sorprendente. Todos los bichos de la casa ya muy mayores, pero estabas estupenda, con un pelaje envidiable, con un carácter más seguro y más dulce, y no pensaba que fueras a ser tú la primera en marcharte. Han sido pocos días, de pronto se te torció el gesto y la cara se quedó deforme evidenciando la presencia de un linfoma. Sé que no has estado mal, que no has tenido esos dolores que te hubieran obligado a refugiarte en un espacio secreto y apartado, sé que hasta el final has querido comer y yo he aprovechado para regalarte con sardinas, mantequilla, leche, bonito y alimento húmedo, sé que has pasado más tiempo en brazos esta última semana que en casi toda tu vida, yo te recogía y tú te dormías plácidamente encima de mí, sin exteriorizar dolor o quejas. Hasta que el pasado martes te encontré, al regresar del trabajo, dormida ya para siempre.

Y me he sorprendido a mí mismo buscando tu sombra silenciosa por las habitaciones, llamándote, "¡Tiberio!" al regresar anoche a casa, conjugando tu ausencia con la tristeza serena que muestran Gelo y Gin en este abril cruel, como cantara Eliot.

Te echamos de menos, pequeña.
 

2 comentarios:

RocioSantander dijo...

Bonita historia a pesar de la tristeza de perder a un ser querido.

Unknown dijo...

Pobrecita, estoy llorando pues yo solo tengo un gatito ya muy mayor y espero lo peor. Descanse en paz Tiberio, allí en el arco iris te estará esperando para entrar al cielo juntos. Que se pase esa pena pronto. DEP

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