lunes, febrero 08, 2021

TIEMPO DE TERNURA

Se me vienen a la cabeza ahora títulos musicales como el maravilloso Try a Little Tenderness, mejor en la versión de la película The Commitments o el título del álbum de Ana Belén y Víctor Manuel Para la ternura siempre hay tiempo.

Ahora que donde una vez tuve un pequeño zoo, ha crecido un mini geriátrico en el que perros y gatos aprenden la lentitud, la calma, las mañas de la edad avanzada, el tiempo de descuento.

Miércoles y Tiberio tienen 18 años. Vaya, que ya sé que hay gatos que viven más, pero... hasta para los gatos son muchos, muchísimos años. Hace un par de veranos, Miércoles, la Gata Mala, me dio un susto, dejó de comer y de beber. Nunca supimos qué le pasaba, pero con los buenos oficios de Mercedes, un poco de paciencia y algo de suero, de pronto volvió, muy flaquita la pobre, a su normalidad y ahí sigue, como una vieja impertinente y pejiguera, reclamando atención, arrebujándose entre mis brazos mientras veo alguna serie, reclamando su desayuno... y el mío. Tiberio, la Gata Tonta, la que fue durante años arisca y esquiva, reclama la mano que le regala caricias, mientras algunos achaques y algunas marcas de la edad, le dejan una pequeña calva en su lustroso pelo negro, o supuran un poco de vete tú a saber qué por un granito o por, como diría Glenda, el chirimiri.

Gelo es el ejemplo perfecto del dicho "todo lo que no mejora, empeora". Así que ha decidido a sus, al menos, doce años, edad ya proyecta para un setter, completar su estupenda forma física con una cabezonería de vejestorio testarudo, una exigencia permanente a todos y cada uno de los habitantes de Santander de unas palmaditas en la cabeza y, a ser posible, unas chuches. A veces se le va la cabeza, se detiene de manera brusca en medio de una carrera como ladrando "¿dónde estoy?", o se sienta y se queda mirando al vacío, o hace pis por casa aunque acabe de regresar de la calle. A su pre-demencia senil, le añade una buena dosis de hocico duro, y cuando le reclamo para que deje libre mi sillón favorito, me mira con una mirada profunda y gesto de "Perdonar señor pero mí no comprenda español". 

Gin, esa loca que estuvo a punto de ser más fuerte que mi paciencia, que me volvió loco y conmigo a medio Santander, que corría y corría y corría como una especie de espíritu libre y enloquecido, por fin decidió aflojar, de golpe y por sorpresa, y ahora sí que es verdad que alguna carrera se da por la playa o el parque, pero en general permanece a mi lado, atenta a caricias, miradas y chuches, esperando mi atención y el contacto de nuestras pieles. Para Gin son diez los años, diez largos, que no son muchos pero sí acercan a la Perrinalinda a los límites en la esperanza de vida de los setters (entre 10 y 12). Se cansa, ronca, tose, tiene cierta desgana con la comida, y sobre todo han aparecido unas telillas opacas sobre sus ojos brillantes que anuncian la llegada de las cataratas, todavía no muy graves, pero en proceso constante.

Quienes no compartís vuestra vida con animales, imagino que seguiréis pensando que estoy loco, que estamos locos. Pero en los últimos años (ya hace 31 años que llegó Lola, pero sobre todo en los últimos diez, tras la muerte de Leo) gatas y perros han sido una compañía fiel, segura, cálida, amable, cercana. Pero como canta Milanés, el tiempo pasa y nos vamos poniendo viejos. Toca pensar mucho en la despedida, en disfrutar la intimidad posible mientras el tiempo nos la respete, toca la ternura, la de no olvidar la palabra y la caricia cotidianas, la de estar atento a sus necesidades y a respetar sus ritmos y, cómo no, a sus pequeños caprichos.

Sé que vienen dos, tres años, cargados de despedidas. Leo a menudo por las redes la queja acerca de la corta vida de nuestras mascotas, nuestros compañeros, pero siempre pienso que si viven menos que nosotros es porque nosotros, humanos y racionales, ja, tenemos más herramientas para adaptarnos a la soledad y a la tristeza, sabemos que la vida será peor sin ellos, pero será. Sin embargo, ¿podrían Tiberio, Miércoles, Gelo, Gin continuar su vida si fuera yo el que faltara?

Gracias por tanta luz. El compromiso está firmado, el de cuidaros hasta el último día, el de no dejar que sufráis cuando llegue el momento, el de tener siempre el cariño y la ternura disponible. El de llevaros en el corazón hasta el infinito y más allá. Porque ahora toca calma, ahora toca ternura. Y no va a tardar el tiempo del adiós. 


 

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