sábado, noviembre 09, 2013

EL VIEJO Y EL PETIRROJO


Sonrisas fugaces para momentos inesperados y fugaces. Una noche de noviembre, a eso de las tres de la mañana con los perros por el parque, Gin corriendo feliz de un lado a otro, el viejo Harley amansado y trasquilón a mi lado después de haber realizado sus propias carreras e investigaciones. Se mueve sólo si yo me muevo, se sienta si me detengo y me mira con esa cara que casi casi sonríe. Cuando de pronto … 

Un petirrojo revolotea cerca. Aunque sé que son aves residentes por esta zona, suelo verlos en el Parque de Jado en las estaciones frías. Sé que prefieren el día, pero a veces comen o cantan de noche, quizás para que se escuche mejor su melodioso trino cuando la ciudad ya se ha dormido y con ella la constante de su ruido. No suelen recelar del hombre y dicen que no resulta tan difícil lograr que coman en tu propia mano. Aun así, parece el pequeñajo descarado y atrevido como pocos. Me apoyo en la verja y se posa sobre la misma al alcance de la mano. Me muevo, revolotea y regresa, se posa en el suelo a un mordisco del hocico de Harley que le observa sin moverse, parece que complacido. Cuando de pronto …

Supongo que de nada hubiera servido tener a mano el teléfono o una máquina de fotos, porque los momentos fugaces se caracterizan por eso, por ser fugaces. Y es que mientras Gin, ajena a la anécdota diminuta, corre y corre de extremo a extremo, camino dos pasos, me sigue Harley, se acerca el petirrojo y, sí, imprudente, se posa sobre la cabeza del viejo setter. Que se queda quieto como una estatua, como si temiera molestar a su huésped. Un instante, unos segundos, quizás ni eso. Imagino que no impone demasiado el veterano cazador de andares bonachones y tranquilidad clamorosa. Ningún problema les supuso a las gatas aceptarle en la casa, ningún miedo parece que le cause al petirrojo.

Un instante, unos segundos, una sonrisa. Una imagen definida en medio de la helada, un viejo setter inmóvil, con expresión de tonta y bondadosa sorpresa, un pájarillo otoñal con el pecho de fuego contra el oscuro manto de la noche detenido de pronto. De pronto otra vez a la verja, al árbol, hacia el cielo.

1 comentario:

Amélie dijo...

¡Qué momento tan bello! Lo has escrito tan bien que veo perfectamente la escena.
"Un instante, unos segundos, una sonrisa",¡precioso!
Un abrazo, Regino.

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Un Santander Posilbe by Regino Mateo is licensed under a Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivs 3.0 Unported License.
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