viernes, mayo 17, 2013

DONDE ACECHAN LAS RATAS (En el Día Internacional contra la Homofobia, la Lesbofobia, la Bifobia y la Transfobia)


Como me dicen alguna vez que sólo sé escribir sobre cosas de maricones que no le interesan a nadie y que ya canso, voy a aprovechar este 17 de mayo, Día Internacional contra la Discriminación por Orientación Sexual y por Identidad de Género para hablar de unos curiosos personajes que, presumo, no son ni gays, ni lesbianas, ni bisexuales, ni transexuales: Las ratas en red.

Hace tiempo, hablando con unos amigos, comenté que a pesar de muchas agresiones físicas y verbales, a pesar de mucha invisibilidad oficial y mediática, a pesar de tantos discursos, a pesar ... a pesar ... tenía la impresión de que en España la guerra estaba abierta pero ya oficialmente ganada. Y lo estaba porque de manera habitual, cuando en algún espacio público, algúna encuesta, se preguntaba a la ciudadanía hispánica por sus actitudes ante la igualdad cívica para las personas lgtb la respuesta era positiva, de manera cada vez más abrumadora. Un dato que a mi juicio implica tres condicionantes importantes.

El primero de ellos, que en efecto la visibilidad, la convivencia, la pedagogía social han acabado por hacer efecto y de manera progresiva cada vez es más cierta común la evidencia de que para una mayoría la orientación sexual o la identidad de género no suponen ya problema alguno, se aceptan y se integran como un polo más de una sociedad abierta y diversa. Bien.

Menos bien. Que muchas personas permanecen ciegas o indiferentes a todos esos flecos de discriminación y de odio que permanecen vivos. Todavía más, que muchas personas no son conscientes de que en tantos contextos discriminan o han discriminado, sin darle mayor importancia, porque al fin y al cabo "primero se llevaron a los maricas, pero no no era marica".

Menos bien, pero tal vez positivo. Que muchas personas afectadas por esa enfermedad social que se llama homofobia sienten una cierta vergüenza de expresar esa opinión en público en entornos que no controlan. De tal manera que si no pueden certificar que cuentan con un auditorio receptivo, prefieren mostrarse al exterior como abiertos, tolerantes, comprensivos, políticamente correctos. Y escribo que tal vez positivo este dato porque podría evidenciar unas actitudes que no se sabe, quiere o puede dominar pero que se entienden inconvenientes cuando menos.

Sin embargo, cuando el anonimato abriga ... Ay, cuando el anonimato abriga ...

Abres un foro de internet, navegas alrededor de Facebook o Twitter, se te ocurre leer los comentarios a cualquier noticia de cualquier medio de comunicación y entonces descubres lo qué se oculta detrás de algunas sonrisas y algunas palmaditas públicas. Algunos de esos apuntes se abren con el mítico "Yo tengo muchos amigos gays ..." (curiosamente nadie tiene muchas amigas lesbianas o amistades en la comunidad trans) para acabar sacudiendo estopa irracional, regresar a todos los viejos tópicos y aclarar que sus amigos son respetables. O lo que es lo mismo, nadie sabe que lo son, no dan "escándalo". O un comentario no menos hipócrita (y falso) que sueles tropezarte en los entornos religiosos: "Yo amo al pecador pero odio al pecado", vamos que el homosexual (igualmente los santurrones suelen ignorar la existencia de lesbianas y transexuales) es súper estupendo mientras se calle, se disfrace de "normal" y las manos las utilice sólo para tejer colchas de ganchillo y bordar mantos para las vírgenes. A partir de ahí, molestamos porque vamos "exhibiéndonos" mientras que ellos no llevan etiquetas mientras pasean con su señora del brazo o su novia de la mano, pero nosotros somos unos provocadores al hacer lo propio con nuestros compañeros. Y seguimos con todo un cúmulo de disparates acuñados por el odio sedimentado y alimentado por discursos de personajes presuntamente cualificados (de obispo a ministro, de ministra a juez, de jueza a profesor, de profesora a periodista o tertuliano. Y tiro porque me toca) en los que leeremos que "la homosexualidad es una enfermedad y se cura", "el lobby gay" "la naturaleza" "como los animales" (por cierto, los animales sólo tienen sexo para reproducirse, lo mismo que los del Forro de la Fajilla y los de HazteOrín), "los homosexuales son pedófilos", "quieren más derechos que los demás", "conspiran para la extinción de la humanidad" y tontería tras tontería. Hasta que ya se desmelenan y utilizan toda una sarta de insultos con una alegría y un odio que llegan a dar miedo y que a veces llegan a hablar del exterminio o la reclusión

Estas ratas en red, además de su obsesión por aniquilar a gays, lesbianas, bisexuales y transexuales, tienen como dato en común su anonimato. Lo que les convierte en personajillos cobardes pero también en especialmente peligrosos. Porque no nos permiten defendernos, no nos permiten siquiera controlar desde dónde podría provenir el golpe que desde Teherán a Volgogrado, desde Laramie-Wyoming a Tombuctú, desde Vigo a Lima, podría llevar a la práctica el discurso abominable. Al menos, las Botellas, Matos, Gádor, los Arsuaga, Montoros, Fernández, Polainos, Pflügers, Ussías, Duranes, Eulogios y Roucos lo dicen, iluminados por sus dioses y la supremacía moral autoproclamada, parapetados por el muro del poder, y por tanto igualmente cobardes, pero con la cara al descubierto.

Y se lo crean ustedes o no, da mucho que pensar, y hasta un poquito de miedo, la seguridad de que alguna vez, en algún momento, alguna de esas ratas en red ha estado cerca de ti, ha pasado a tu lado, tal vez hasta te ha sonreído o saludado.

Termino con una disculpa sincera. Tengo muchas amigas ratas y nunca se me ocurriría compararlas en serio con toda esa ralea sucia, anónima y probablemente heterosexual de la que estoy hablando. Lo siento chicas, cosas del lenguaje tradicional y los símiles de baratillo.


1 comentario:

paulifacetico dijo...

bravo!

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