TRILOGÍA CANARIA ... y III
Qué bonito el barrio de Vegueta, en Las Palmas de Gran Canaria. Qué bonita la Casa de Colón (la de la foto), en la que viviera el Almirante y naciera el tenor Kraus. Qué bella forma de ayuntar las viejas formas de la arquitectura señorial castellana y extremeña, de aplicarla nuevos matices singulares y anticipar así la arquitectura colonial del Caribe.
Hace unas pocas semanas, me decía un amigo uruguayo residente en Santander que en España necesitamos recuperar símbolos comunes, apuntalar nexos, provocar un gran pacto que de nuevo permitiera una visión uniforme de la historia, la geografía, la enseñanza, las banderas, ... frente a la dispersión actual y así, como tantos otros países que en el mundo son, acentuar lo común frente a lo diverso. Ser nación, dicho con sus palabras.
Dos días más tarde salía yo para mi incursión grancanaria. Y bajo el tiempo y la luz del reino del verano se me apuntaron algunas reflexiones en torno a tan peliaguda cuestión. Una de las reflexiones la llevaba ya puesta. Desde hace mucho creo que lo que más nos acerca a los hispánicos es precisamente la diversidad, la convivencia más o menos amable en un marco plural en el que diferentes tradiciones, diferentes sentimientos, diferentes lecturas de la realidad, el espacio y el tiempo son capaces de darse la mano. Casi siempre de forma armónica, de vez en vez desafinando.
Pero mi encuentro con las Islas -con la Isla- me empujó a reconocer lo poco, poquísimo, que sé de su ser. Había probado ya el gofio y las papas arrugás, conocía su particular acento (gracias a un ex canarión), había escuchado las canciones de Rosana y José Vélez, me había aprendido de niño un par de isas y hasta sabía que la Candelaria es la patrona de Tenerife y la del Pino la de Gran Canaria. Sabía algo de su "descubrimiento" y colonización por los castellanos, recordaba el nombre de Juan de Bethancourt, sabía del destierro de Unamuno en Lanzarote y del nacimiento de Pérez Galdós, Alfredo Kraus y Pinito del Oro. Y recordaba que las Canarias eran riqueza natural desbordante, con miles de endemismos y multitud de parques y espacios naturales (Garajonay, Timanfaya, Los Roques, Las Cañadas ...), aunque sin situarlos en la isla correcta. Claro, también que el Teide, además de tener de nieve el semblante y de fuego el corazón, es la más alta de las montañas españolas. Carnavales, misters y misses, timples y Jerónimo Saavedra...
El caso es que nada, o casi nada de todo eso, me lo encontré en mis enseñanzas regladas. Cuando la historia y la geografía recibían una visión única. Tampoco me encontré nada, o prácticamente nada, referido a mi terra patrium, a esta mi patria chica de Cantabria. Con unas excepciones muy pequeñas que me encontré no por un programa de estudios más o menos acertado sino por haber sido privilegiado al encontrarme a María Teresa en 6º de EGB, empeñada en que conociéramos a pie de obra los árboles y plantas de la España atlántica (por ahí anda el herbario que debí preparar con más de 600 entradas), o a Juan en 2º de BUP que nos abrió los ojos a las obras de Manuel Llano y a los romances tradicionales de Cantabria.
Y sí que es verdad que habría que sortear algunos desvíos desafinados (en múltiples direcciones), y que tal vez habría que acordar un canon común de conocimientos básicos. Pero un canon en el que Cantabria o las Canarias, por pequeñitas que seamos, no quedáramos fuera.
Y es que tal vez habría que explicar al amigo uruguayo (qué me habrá dado a mí con el Uruguay, jeje, ...) que para conocer, sentir, comprender y amar estos viejos de la vieja España, es necesario hacerlo desde una cercanía tibia y hogareña.
Si no, la uniformidad nacional que sugiere será semilla de ignorancia, de menosprecio y de discordia.
Prometo estudiarme las Canarias para la próxima convocatoria.
4 comentarios:
Hijo, que envidia...
Hacía unos días que no entraba en tus páginas y me he encontrado con esta trilogía canaria. Tengo que volver para leerte con más calma.
Abrazos
He leido tus páginas canarias. He viajado a las Islas en varias ocasiones, casi siempre buscando sol y tranquilidad, aunque haya hecho alguna excursión (no demasiadas).
Abrazos
¡Que bonita luz tiene el Barrio de Vegueta!
¿Y el olor?
Sensualidad canaria a flor de piel.
Volveré por aquí
Desdfe la única ciudad del norte que mira al sur.
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