viernes, febrero 06, 2015

IZQUIERDA, IZQUIERDAS

Regresan en estos tiempos interesantes (¿alguna vez se fueron?) las voces que, portadoras de una única verdad, pontifican y reparten carnés, de tal manera que el Frente Judaico Popular abronca al Frente Popular Judaico primero para luego unirse en el abucheo al Frente del Pueblo Judío. 

Supongo que todos tienen razón, es posible que si nos centramos en una única tradición, una única doctrina, un único libro sagrado y sus intérpretes auténticos, nadie vea otra izquierda que la suya. Pero la realidad, venga, sí, mi realidad, es que a lo largo de la historia han sido muchas las veredas por las que se ha llegado al bando siniestro.

Claro que para definir qué es la izquierda podríamos necesitar varias tesis doctorales y una cantidad de horas de debate difícilmente soportable. Pero así, de pronto y para manejarme un poco en este post, para mí la izquierda es ese conjunto de ideas y actitudes críticas con el statu quo que aspira a la consecución de una sociedad más justa removiendo y transformando todo aquello que se oponga a una igualdad real, jurídica y social, de oportunidades que permita al ser humano elegir su propio camino en el marco de una comunidad de la que es corresponsable. O algo así, que siempre he sido muy malo para las definiciones.

Tengo para mí que cuando alguien se arroga el papel de juez de las izquierdas suele hacerlo desde un postulado básico marxista que luego relee a la luz de cualquiera de sus grandes exégetas y seguidores, llámense Lenin, Trostky, Chomsky, Mao o Lukacs. Pero es que ni siquiera tengo tan claro que Marxismo e izquierda sean cien por ciento equivalentes.

¿Eran de izquierdas Marat y los revolucionarios franceses más radicales e igualitarios? De hecho, el propio nombre deriva de su situación geográfica en la Asamblea Nacional. ¿Eran de izquierda los utópicos y los socialistas anteriores al Marxismo? ¿Lo eran los seguidores de Louis Blanc y su temprana defensa de la posible armonía entre socialismo y sistema parlamentario? ¿Qué pasa con los liberales sociales, en la línea de Stuart Mill o de Durkheim? ¿Y el cristianismo social, ese que pasa a la apuesta política a partir de la llamada doctrina social de la iglesia católica y organiza partidos y sindicatos que se encontrarán en el origen de las democracias cristianas (obviamente no hablo de la deriva conservadora de la alemana y otras en Europa)? ¿qué hacemos con el personalismo comunitario de Mounier, el grupo Esprit y sus seguidores? Incluso qué hacemos con los populismos de izquierda (que los hay, como los hay de derechas y de según).

Es probable que haya algunos puntos comunes a todos ellos, puntos que he tratado de reflejar en esa problemática definición con la que he querido manejarme. No todos son marxistas, no todos son revolucionarios. Pero todos apuestan por la transformación frente al inmovilismo, todos parten de una fuerte raíz humanista, todos defienden una igualdad esencial que debe ser impulsada desde lo público. 

Así que sí, yo me considero de izquierdas, con alomorfo flexivo -s de número plural, aunque beba en fuentes o proceda de tradiciones que no sean ortodoxas o legítimas para aquellos que sólo encuentran válida la suya. Al fin y al cabo, el anatema ya estaba presente en la Revolución francesa, ya estuvo en las revoluciones liberales y en la soviética, ya estuvo presente en la Guerra Civil española y en la hoy denostada Transición. Y vuelve a estar muy a la moda en un escenario de constante fragmentación y de cuestionamiento de una dicotomía izquierda/derecha que algunos se empeñan en cuestionar. Ellos sabrán por qué. 

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